Si has estado en una cita últimamente, sobre todo con alguien de la Gen Z, probablemente te ha pasado: todo iba bien hasta que, entre el segundo sorbo de cerveza artesanal y una pregunta sobre tus hobbies, tu cita te confiesa que tiene ansiedad crónica desde los 14 años, que su última relación fue con alguien narcisista y que su padre tiene una doble vida en otro estado. Todo eso… antes de llegar al postre.
Bienvenido al mundo del floodlighting, un fenómeno relacional que parece muy moderno, pero que en realidad es un viejo reflejo de nuestras inseguridades, solo que ahora amplificado por redes sociales y la cultura de la sobreexposición. ¿Lo más peligroso? Que puede parecer conexión profunda, pero en el fondo puede esconder presión emocional y una falta de preparación para construir vínculos sanos.
¿Qué demonios es el floodlighting?
El término viene del inglés floodlight (luz de inundación), esas lámparas potentes que iluminan todo sin sutilezas. Aplicado al mundo de las relaciones, significa justo eso: compartir todo desde el minuto uno. Tus traumas, tus heridas, tus ex, tus miedos… sin filtro, sin contexto, sin permiso.
La terapeuta Emma Kobil lo explica así: muchas personas, sobre todo aquellas con heridas no resueltas, buscan un lazo emocional profundo, pero no tienen las herramientas para formarlo con calma. Entonces, lo intentan todo de golpe. Piensan que ser vulnerables es igual a ser íntimos. Pero no lo es.
¿Por qué esto pasa más entre los más jóvenes?
La Generación Z creció viendo gente llorar en TikTok, compartiendo diagnósticos en Twitter y normalizando sus traumas en Instagram. Exponer lo íntimo se volvió un acto político, terapéutico y hasta aspiracional. Y aunque eso tiene su lado valioso, trasladarlo tal cual al terreno de las citas es como intentar construir una casa empezando por el techo.
Muchos chicos hoy se sienten confundidos: quieren una conexión real, pero no saben cómo manejar el tsunami emocional de alguien que, básicamente, les está contando todo lo que normalmente sabrías de una persona tras seis meses… en la segunda salida.
¿Y si soy yo el que lo hace?
No te castigues. El impulso de compartir viene de un lugar legítimo: querer ser comprendido, aceptado, querido. Pero ojo: la vulnerabilidad no es una estrategia de seducción. Es un acto mutuo, gradual y, sobre todo, consciente.
Si sientes que usas tus heridas como carta de presentación, quizá estás buscando aprobación donde deberías buscar conexión. La buena noticia es que se puede trabajar. Hazte estas preguntas:
¿Comparto porque confío, o porque necesito sentirme aceptado rápido?
¿Doy espacio al otro para hablar de sí mismo?
¿Puedo tener una conversación ligera sin mencionar mis traumas?
¿Y si me lo están haciendo a mí?
Respira. No estás obligado a soportar una confesión tras otra si no te sientes cómodo. Como dice la terapeuta Sarah Hodges, cuando alguien comparte demasiado pronto, más que intimidad puede generar presión. Y la presión no enamora, abruma.
Aquí algunas ideas para manejarlo sin parecer frío o desinteresado:
Sé empático, pero firme: “Agradezco que confíes en mí, pero prefiero que nos conozcamos paso a paso”.
Redirige la conversación: lleva el diálogo hacia temas cotidianos o neutros.
Pon límites con respeto: si alguien no respeta tu necesidad de ritmo, no es la persona.
Señales de alerta que no debes ignorar
Aunque cada caso es distinto, si en tus citas notas esto con frecuencia, levanta la ceja:
Todo gira en torno a emociones intensas desde el principio.
No hay espacio para bromas, ligereza o silencios cómodos.
Sientes que debes “rescatar” emocionalmente al otro.
Te invade una sensación de agotamiento después del encuentro.
Una cita no es una sesión de terapia. Y tampoco debería ser un monólogo emocional.
Conectar sin forzar: lo masculino también puede ser emocional, pero con equilibrio
Los hombres solemos recibir el mensaje de que debemos mantenernos duros, o por el contrario, que debemos abrirnos emocionalmente cueste lo que cueste. Pero lo sano está en el medio: ser emocionalmente honestos sin perder de vista los tiempos y los contextos.
Si quieres tener relaciones reales, aprende a construir. Primero se planta, luego se riega, y solo después florece. Intimidad no es sinónimo de inmediatez. Es sinónimo de seguridad compartida.
En resumen: la guía contra el floodlighting
Ve paso a paso. No todo se dice en la primera cita.
No cargues con lo que no te toca. Si te sientes emocionalmente invadido, dilo.
Sé consciente de tus propios hábitos. ¿Usas tus traumas como tarjeta de presentación?
Fomenta relaciones equilibradas. Habla, pero también escucha.
Busca conexión, no intensidad. Lo segundo desgasta, lo primero construye.
En tiempos de sobreexposición emocional, lo verdaderamente sexy es alguien que sabe cuándo hablar, cuándo callar y cómo construir algo genuino.
¿Has vivido alguna experiencia de floodlighting? ¿Fuiste tú el que lo hizo o lo recibiste? Cuéntanos tu historia. A veces, entender lo que sentimos empieza por compartir… con medida.