Así es como dejé de hacer el maldito doomscrolling y lo bueno que obtuve de ello

Llegó un momento en que 5 minutos se convertían en media hora de consumir contenido de escasa calidad y del cual mi mente se atiborraba.

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PEXELS

Hasta hace unos meses, me parecía inevitable tomar el celular a la mínima provocación y perder una buena parte de mi vida viendo notificaciones, imágenes y videos en redes sociales con el pretexto de estar informado como parte de mi trabajo como periodista. Llegó un momento en que 5 minutos se convertían en media hora de consumir contenido de escasa calidad y del cual mi mente se atiborraba. Y lo que era peor: sentía remordimiento de perder mi tiempo en algo vacío.
Me di cuenta de que estaba atrapado en el llamado doomscrolling, un hábito repetido donde las personas consumen grandes cantidades de contenido (noticias, redes sociales), generalmente en el celular. Es compulsivo y suele ocurrir en todo momento, aunque por lo general por las noches, ya sea que te encuentres quieto o inquieto, feliz o triste.
Platicando con varios colegas y amigos me di cuenta de que no estaba solo. Cientos o miles son víctimas de este hábito de la era digital. El problema no es estar informado, sino cuánto tiempo perdemos en consumir contenido desechable y sin sentido.
Un día me dije que tenía que encontrar la manera de no depender de estar el tiempo entero a merced del celular. Entonces se me ocurrió algo…

Todo aquello que dejaba de hacer por ese scroll interminable

La clave para dejar de hacer doomscrolling fue comenzar a llevar un diario sobre las actividades que dejaba de hacer o posponía por dedicar una atención exagerada al celular.
Leer más, hacer más ejercicio, arreglar los clósets, tomar más agua, llamar a mis padres para saludarlos, bajar a tirar la basura, lavar los trastes, hacer pagos pendientes... y contando.
Me percaté de que los 15 minutos o más que malgastaba en el doomscrolling, los podía aprovechar para hacer tareas más benéficas para mí, mi esposa, mi entorno, mi hogar, mi comunidad, etcétera.
Tomé la decisión firme de establecer prioridades: dedicar 5 minutos a ver notificaciones importantes en el celular y después llevar a cabo alguna de las actividades pendientes. De esa manera me di cuenta de que avanzaba en los pendientes y me quedaba tranquilo de haberlo cumplido. Hacía cosas más importantes que ver videos o reels que no significaban nada más que un contenido pasajero.
Logré alcanzar varios objetivos que arrastraba desde varios meses atrás: leer más, arreglar los clósets que necesitaban una limpieza, lavar los trastes para que no se quedaran hasta la noche apilados, tirar la basura para que no se acumulara en la cocina. Me sentí satisfecho por estos pequeños logros y mi esposa me agradeció terminar varias de esas tareas pendientes.
Igualmente vi con agrado que era capaz de vencer el ocio fácil y desechable fabricado por un algoritmo que nos incita al consumo.
Desde luego sigo usando el celular y las redes sociales, ya que son parte de mi trabajo, pero también soy consciente de que hay algo más allá afuera de esa cajita brillante. Hay una vida y actividades que esperan por nosotros.

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