Imagina correr un maratón hoy. 42.195 kilómetros. La respiración convertida en un compás. Cada músculo llevándote al límite. Ahora imagina hacerlo mañana. Y pasado. Y el siguiente día. Así hasta completar no un año, sino 366 días consecutivos.
Eso fue exactamente lo que hizo Hugo Farias, un brasileño que, a los 43 años y tras dos décadas de carrera ejecutiva, decidió redibujar su vida con zancadas largas y propósito férreo. Pero este no es un artículo sobre running. Es una invitación a cuestionar lo que creemos posible.
Del escritorio a la epopeya
Durante 22 años, Hugo dirigió contratos tecnológicos en empresas privadas. Era el perfil del éxito tradicional. Pero algo no encajaba. “¿Nací solo para esto?”, se preguntó. La duda, sembrada en silencio, floreció como una certeza: su vida no podía limitarse a la repetición. Quería inspirar. Y si Amir Klink había cruzado el Atlántico a remo, él encontraría su océano en el asfalto.
Hugo se propuso algo sin precedentes: 366 maratones en 366 días. No por capricho, sino por convicción. Porque cuando el alma encuentra un “por qué”, el cuerpo aprende el “cómo”.
No era un atleta. Hasta que lo fue.
Apenas había corrido un maratón en su vida antes de soñar con este desafío. El camino comenzó en 2019, con un historial modesto pero un propósito inmenso. Durante ocho meses planificó cada detalle: entrenamientos, alimentación, estrategias de recuperación, e incluso protocolos médicos. Formó un equipo multidisciplinario y sumó al Instituto del Corazón (InCor) para estudiar científicamente el impacto de esta hazaña.
Esto no era solo correr. Era explorar, con bisturí clínico y mentalidad de expedición, los límites del cuerpo humano.
El corazón de un corredor: ciencia en movimiento
El seguimiento médico de Hugo no fue simbólico. Fue riguroso, constante, pionero. Ecocardiogramas, pruebas de ergoespirometría, análisis de sangre… todo bajo lupa. El objetivo: entender cómo un corazón humano se adapta —o se rinde— ante una carga física de este calibre.
¿El hallazgo? Nada de daño miocárdico. Cero fibrosis. Ninguna remodelación patológica. El corazón de Hugo no solo resistió: se adaptó. No porque fuera especial, sino porque lo hizo con inteligencia: intensidad moderada, recuperación diaria, seguimiento clínico y una mente en paz con su propósito.
Lesiones, tormentas, dudas: la verdadera resistencia
Pero sería ingenuo pensar que el camino fue limpio. Hugo enfrentó lesiones duras como la fascitis plantar y la pubalgia, que obligó a modificar su marcha durante días. Soportó diarreas que lo deshidrataron, temperaturas extremas, y el peligro constante del tráfico mientras corría. Aun así, siguió adelante. No porque no doliera. Sino porque el propósito pesaba más que el dolor.
Corrió casi todos los maratones en el mismo circuito de su ciudad, Americana (São Paulo). No por comodidad, sino por estrategia: conocía cada curva, cada sombra, cada punto de hidratación. Quería ser accesible. Y lo fue: más de 5.000 personas corrieron con él a lo largo del año.
Mente fuerte, cuerpo inquebrantable
Además del cuerpo, Hugo cuidó otro músculo: la mente. Con acompañamiento psicológico, aprendió a gestionar la ansiedad, el cambio radical de carrera y la presión de tener el mundo observando. Porque no hay fortaleza física sin una arquitectura emocional que la sostenga.
Y ese es quizás el mayor aprendizaje: el cuerpo sigue a la mente cuando el propósito es claro.
Lo que siguio para Hugo Farias
Después de lograr el récord Guinness, Hugo no paró. Escribió un libro: Proyecto Propósito: Nunca es tarde para escribir una nueva historia. Corrió ultramaratones. Y ahora prepara su próxima locura lúcida: recorrer a pie toda América, desde Alaska hasta Ushuaia. Serían unos 85 km diarios durante 10 meses.
Pero esta vez, quiere convertirlo en un documental. No para mostrarse, sino para inspirar. Porque según él, “nadie necesita correr un maratón todos los días, pero cada persona necesita creer verdaderamente en su potencial”.
Lo que tú puedes aprender de Hugo Farias
Esto no va de correr. Va de vivir con intención. De cuestionar el piloto automático. De elegir un propósito que te saque del molde.
Porque el fitness —el verdadero fitness— no es solo músculo, dieta o estética. Es una forma de estar en el mundo con más fuerza, más lucidez y más valentía. Y Hugo nos lo recordó de la mejor forma: corriendo 366 veces hacia una versión mejorada de sí mismo.