El Día de Muertos se acerca y, en todo México, las familias comienzan a preparar el altar de muertos, una tradición que honra la memoria de quienes ya no están. Más que una costumbre, es una manera de mantener viva la conexión con los seres queridos a través de objetos, aromas y sabores llenos de simbolismo.
¿Cuándo se pone el altar de muertos?
No existe una fecha única para montar el altar, pero la mayoría de las familias lo coloca entre el 25 y el 27 de octubre, de modo que esté listo antes de la noche del 27, momento en que, según la tradición, las primeras almas comienzan a llegar a los hogares.
El 28 de octubre se recibe a las ánimas solas, es decir, a los difuntos que no tienen familia que los recuerde.
El 1 de noviembre se dedica a los niños y niñas, mientras que el 2 de noviembre se reserva para los adultos difuntos.
Por eso, muchas familias dejan el altar completo durante varios días, como una forma de acompañar espiritualmente a cada visitante.
¿Qué se pone en el altar de muertos?
Cada elemento del altar tiene un significado y una función. Nada se coloca al azar: cada detalle ayuda a dar la bienvenida a las almas y a expresar el cariño de quienes las recuerdan.
- Agua: calma la sed de las almas tras su largo recorrido.
- Velas o veladoras: su luz guía el camino de regreso al hogar.
- Sal y mantel blanco: simbolizan pureza y protección.
- Calaveritas: representan la muerte como parte de la vida.
- Pan de muerto: refleja amor y fraternidad.
- Copal e incienso: purifican el espacio y facilitan el acceso de los espíritus.
- Flores de cempasúchil: su color y aroma señalan la ruta hacia la ofrenda.
- Papel picado: representa el aire y da movimiento al altar.
- Semillas y granos: evocan el ciclo de la vida.
- Comida y bebida: se preparan los platillos favoritos de los difuntos.
- Fotografías: recuerdan a cada persona homenajeada y mantienen viva su presencia.
Encuentro con la memoria
Colocar el altar de muertos es una forma de recordar y celebrar la vida. Cada vela, flor o platillo refleja la esperanza de que, por una noche, los mundos se reencuentren.
Así, más allá del calendario, el momento de montar el altar representa el deseo profundo de mantener la memoria viva y de honrar la historia familiar que nos une.