El famoso corazón roto puede llegar a ser tratado como un problema médico cuando los niveles de estrés aumentan demasiado.
La ilusión que deriva del enamoramiento marca uno de los momentos que más se perciben como transformadores en poco tiempo. Mientras vivimos bajo ese estado andamos eufóricos y llenos optimismo. De repente todo toma un nuevo sentido, uno que parece más significativo y alegre. Pero así como se fue en ascenso, hay una bajada, que muchas veces puede ser abrupta y no progresivamente. Por supuesto que hablamos del corazón roto, ese dolor que, según la ciencia, no está solo en tu cabeza.
Lo sorprendente del corazón roto es que esto no se queda solo como el efecto de la desilusión, cuya manifestación es algo capaz de sumirnos en profunda tristeza. Pasa que los científicos han encontrado que las emociones negativas que vienen tras esto están influenciadas por los aumentos de las hormonas del estrés (cortisol, adrenalina y noradrenalina), y reducciones en las de la felicidad (serotonina y oxitocina).
La explicación científica a por qué duele tanto un corazón roto
Fuera de los límites que corresponden al estado de ánimo, el desamor duele y se traduce también en problemas físicos, mismos que llegan a aumentar el dolor que ya llevamos en lo emocional.
El mencionado desbalance hormonal que se produce a razón de los niveles elevados de cortisol contribuye a afecciones como la hipertensión arterial, el aumento de peso, el acné y la ansiedad, según la Dra. Deborah Lee, redactora médica de Dr Fox Online Pharmacy en Inglaterra, quien además fue entrevistada por Live Science.
La especialista dice igualmente que los sistemas nerviosos simpático y parasimpático, que normalmente se contrarrestan entre sí, pueden activarse ambos durante un desengaño amoroso. ¿Qué significa esto? Que estamos propensos a taquicardias y una respiración acelerada.
El dato curioso
Hay una condición médica conocida como miocardiopatía de takotsubo, o síndrome del corazón roto. Sucede cuando el estrés llega a niveles tan elevados, que este provoca cambios temporales en la forma en que el corazón bombea sangre y, a veces, hace que el mismo bombee con más fuerza, lo que a menudo se experimenta como dolor en el pecho.