A veces se nos olvida tender la cama debido a las presiones del día o por simple descuido, pero ¿qué pasa con las personas que hacen de esto un hábito común? La psicología nos revela que detrás de este aparente comportamiento inofensivo existen causas mucho más profundas que enseñan una parte esencial de la personalidad.
El tema se puede abordar desde la psicología, pero también desde la ciencia. Un estudio de la Universidad de Kingston, en el Reino Unido, investigó si es bueno tender o hacer la cama justo al despertar. Las conclusiones fueron que dejarla deshecha durante unas horas favorece la ventilación del colchón y ayuda a eliminar la humedad acumulada durante la noche.
Esto dificulta la proliferación de ácaros, seres microscópicos que se alimentan de nuestra piel muerta y prosperan en ambientes de calor y humedad. Hacer la cama demasiado pronto, en cambio, sería como invitarlos a proliferar.
¿Pero qué dice la psicología sobre las personas que no tienden la cama?
Un informe de Psychology Today sugiere que hacer la cama puede tener efectos positivos en la salud mental: reduce el estrés, refuerza la sensación de logro y ayuda a consolidar rutinas que impactan directamente en la producción de dopamina, la hormona asociada al bienestar. En síntesis, ordenar la cama es una forma simbólica de poner orden también en la mente.
Por otro lado, la revista BMC Medical Education publicó un estudio en el que expertos alertan de que una falta de rutinas diarias, como no hacer la cama, afecta a funciones cognitivas como la memoria de trabajo o la capacidad de concentración. Incluso vinculan este hábito con estados depresivos, es decir, cuando una persona deja de realizar tareas simples como hacer la cama, a menudo es un reflejo de fatiga, apatía o desmotivación, síntomas frecuentes de trastornos del ánimo.
Cuando lo doméstico pasa a segundo plano y otras causas, según ChatGPT
Le preguntamos a ChatGPT sobre las causas por las que algunas personas no hacen la cama y nos dio alguna respuestas interesantes.
En muchas personas, por ejemplo, la cama sin hacer puede ser simplemente una consecuencia de una rutina agitada o desorganizada. No es que no importe el orden, sino que el día comienza con prisa, y lo doméstico pasa a segundo plano. Es un reflejo de cómo el caos externo a veces se cuela en nuestros espacios más íntimos. En este sentido, no hacer la cama puede señalar una vida llevada al límite, sin pausas ni rituales de cuidado.
Pero también puede hablar de algo más profundo. En casos donde la persona experimenta estados depresivos o de ansiedad, las tareas más básicas pueden parecer monumentales. Algo tan aparentemente sencillo como estirar las sábanas se vuelve innecesario, e incluso agotador. No se trata de flojera, sino de un vacío emocional que roba energía y motivación. Desde esta mirada, la cama sin hacer se convierte en una metáfora de cómo a veces nos sentimos por dentro: revueltos, sin orden, sin fuerzas.