El estrés nació como una herramienta de supervivencia: una descarga de energía para escapar de un depredador o reaccionar ante un peligro inmediato. Pero en la vida moderna, esa respuesta se activa frente a correos sin responder, tráfico o discusiones cotidianas. Lo que antes era un mecanismo de defensa hoy se convierte en un enemigo silencioso.
Según la Escuela de Salud Pública de Harvard, el secreto no está en eliminar el estrés, sino en reeducar al cuerpo para responder de forma distinta. Y lo mejor: se puede lograr con prácticas breves y consistentes que apenas toman 10 minutos al día.
Cómo los hábitos pueden transformar la tensión
El psicólogo clínico Karim J. Torres Sánchez, de LBee Health, y los expertos de Harvard coinciden en algo esencial: la calma no es un estado, es una práctica. El cuerpo puede aprender a pasar del modo “alerta” al modo “descanso y digestión” si se ejercita regularmente.
Cada hábito que adoptamos tiene el poder de modificar nuestra fisiología. Respirar distinto, moverse con intención o cambiar la narrativa mental puede reducir la frecuencia cardíaca, relajar los músculos y devolver claridad mental. Lo importante no es cuánto tiempo se dedica, sino hacerlo cada día.
1. Relajación muscular (para liberar el cuerpo y calmar la mente)
Mucho del estrés vive en los músculos, incluso cuando no lo notamos. Esta técnica consiste en tensar y relajar diferentes grupos musculares durante cinco segundos: manos, brazos, cuello, abdomen, piernas.
El proceso, que puede realizarse sentado o acostado, ayuda a reconectar con las sensaciones físicas y a liberar rigidez. Harvard recomienda acompañarlo con respiraciones profundas para reforzar la conexión mente-cuerpo.
2. Paseo corto al aire libre (un reset natural)
Salir a caminar diez minutos sin teléfono ni música es una de las herramientas más efectivas para reducir el estrés. El movimiento rítmico, el contacto con la luz y el aire fresco cambian la química del cuerpo.
Torres Sánchez recomienda observar el entorno: los sonidos, los colores, el tacto del suelo bajo los pies. Ese tipo de atención plena restaura el equilibrio del sistema nervioso y reduce los niveles de cortisol.
3. El abrazo de la mariposa (una forma de autocalma inmediata)
Esta técnica sencilla utiliza el contacto físico como vía de seguridad emocional. Cruza los brazos sobre el pecho, coloca los dedos cerca de las clavículas y da pequeños toques alternados, de izquierda a derecha, a un ritmo constante.
Si cierras los ojos y respiras profundo, el cuerpo interpreta la señal como una forma de protección. En pocos minutos, se activa una sensación de calma interna similar a la que experimentamos al recibir un abrazo.
4. Sacudir el cuerpo (para liberar la energía acumulada)
Cuando el estrés se acumula, el cuerpo necesita movimiento. La psicoterapeuta Kristin Anderson propone un ejercicio simple: sacudir brazos, piernas y hombros durante cinco a diez minutos. También puede hacerse bailando o saltando suavemente.
Este movimiento libera tensión física y ayuda a reiniciar el sistema nervioso. Permanecer inmóvil prolonga el malestar; moverse lo interrumpe.
5. Replantear la historia que te cuentas
No todo estrés es físico. Una gran parte proviene de los pensamientos automáticos que alimentan el malestar. Dedica unos minutos a detectar frases mentales como “no puedo con esto” o “todo depende de mí”.
Anderson sugiere hacer una pausa y preguntar: “¿Qué otra cosa podría ser cierta?”. Este ejercicio mental abre espacio para nuevas interpretaciones y desactiva el ciclo del nerviosismo. No se trata de pensar positivo, sino de pensar distinto.
6. Visualiza tu refugio mental
Cerrar los ojos y crear una imagen mental de un lugar seguro —una playa, una montaña o una cabaña— es una técnica de visualización recomendada por Harvard.
Usa todos los sentidos: imagina los sonidos, el olor del aire, la textura del suelo. Si lo prefieres, puedes apoyarte con audios o aplicaciones guiadas. Este hábito entrena al cerebro para volver a un estado de seguridad cuando la tensión aumenta.