Ozzy Osbourne ya no camina entre nosotros, pero su espíritu va a retumbar más allá del metal. El pasado 22 de julio, el príncipe de las tinieblas —como muchos lo llamaban— se despidió del mundo apenas dos semanas después de su última aparición en un festival creado en su honor. Tenía Parkinson, estaba agotado y ya no podía caminar, pero ni la enfermedad ni el paso del tiempo lograron apagar su fuego. Ese último show lo dio como solo él podía: desde un trono, elevado por una plataforma, acompañado de su banda y reunido por última vez con sus hermanos de Black Sabbath. Una despedida brutal, épica, poderosa. Como su vida.
Y este miércoles 30 de julio, Birmingham —la ciudad que lo vio nacer y volverse leyenda— se alista para decirle adiós a su ídolo como se merece: con música, orgullo y una procesión inolvidable.
El último recorrido de Ozzy por Birmingham
A las 13:00 horas del centro de Birmingham (6:00 horas del centro de México), la ciudad se paralizará para rendirle homenaje al hombre que llevó su nombre por todo el mundo. El cortejo fúnebre recorrerá Broad Street, la arteria principal de la ciudad y uno de los puntos clave en la historia de Black Sabbath. No es casualidad: allí están los homenajes que la ciudad dedicó a la banda pionera del heavy metal. Y sí, también allí estuvo Ozzy hace apenas semanas, cuando volvió a subirse al escenario con Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward en un reencuentro de película.
La despedida será encabezada por la banda local Bostin’ Brass, con una mezcla de jazz, funk, soul y ska. Porque Ozzy, aunque era puro metal, también sabía lo que era armar fiesta. Se espera que miles de personas llenen las calles, y por eso se desplegará un dispositivo de seguridad especial: Broad Street estará cerrada desde temprano, y los transportes públicos serán desviados hasta que termine el acto. ¿La recomendación oficial? Llegar con tiempo, prepararse para la emoción… y para el ruido.
Un adiós colectivo (y global)
Quienes no puedan estar en persona no tienen por qué quedarse fuera. La ceremonia será retransmitida en directo, y además se habilitaron libros de condolencias en el Museo y Galería de Arte de Birmingham, así como en la exposición Ozzy Osbourne: Working Class Hero, que inauguró su esposa Sharon hace unas semanas.
Desde la semana pasada, los fans han comenzado a rendirle tributo en puntos clave como el mural de Black Sabbath en Navigation Street y el mítico pub The Crown, donde Ozzy y compañía tocaron por primera vez en 1968. No es sólo un funeral, es una celebración global de una figura que transformó la música, la rebeldía… y la locura.
Un funeral con el sello de Ozzy
¿Y qué quería Ozzy para su despedida? Pues lo mismo que siempre ofreció: irreverencia, humor negro y cero sentimentalismos baratos. En una entrevista con The Times, soltó una joya de esas que solo él podía decir:
“Sinceramente, no me importa lo que pongan en mi funeral; pueden poner un popurrí de Justin Bieber, Susan Boyle y We Are the Diddymen si eso les hace felices, pero quiero asegurarme de que sea una celebración, no un festival de lamento”.
Y bromeó con que podrían proyectar un video donde él le pide a su médico una segunda opinión sobre su muerte. Porque sí, hasta en el final Ozzy quería hacer reír.
Después de la ceremonia pública, habrá un acto privado solo para su familia y círculo más cercano. Fue él mismo quien dejó todo preparado, y lo único que pidió con firmeza fue que no pusieran sus canciones. Tenía la manía de nunca escucharse a sí mismo.
Ozzy eterno
John Michael Osbourne fue muchas cosas: el niño de Birmingham que creció entre fábricas y pobreza, el loco que se comió un murciélago, el rockstar que reinventó la oscuridad, y el padre del heavy metal que inspiró a generaciones enteras.
Hoy el mundo pierde una voz única, pero el legado de Ozzy Osbourne es imposible de enterrar. Nos quedan sus discos, sus shows, sus locuras y sobre todo, esa actitud de “me importa un carajo” que lo convirtió en mito.
Descansa en paz, Ozzy. Y gracias por tanto ruido.