¿Te ha pasado? Te pones los tenis, sales a correr, acumulas kilómetros… y aún así, te dices a ti mismo: “Yo no soy un verdadero corredor”. Tal vez porque no has hecho una maratón. O porque no entrenas cinco días por semana. O porque tu ritmo no es “el de los buenos”. Si alguna vez has sentido que no estás “a la altura”, aunque te esfuerces cada día, tranquilo. Estás lidiando con algo mucho más común de lo que crees. Se llama síndrome del impostor, y a veces, también corre con nosotros.
¿Qué es el síndrome del impostor runner?
Es esa vocecita interna que, aunque hayas corrido bajo la lluvia, madrugado un domingo o logrado tu mejor marca personal, te susurra: “Esto ha sido suerte”, “No lo mereces”, o “Tú no eres un corredor de verdad”.
No importa si has cruzado muchas metas, si tienes medallas colgando o si correr te ha cambiado la vida. Esa duda persiste como una piedrecita en el zapato: molesta, silenciosa y siempre presente.
Y lo más irónico es que no discrimina. La sufren principiantes, corredores intermedios y hasta maratonistas con experiencia. Porque correr no solo es un reto físico. También es un juego mental, y ahí es donde muchos nos tropezamos.
¿Por qué nos sentimos impostores?
Correr debería ser un acto de libertad, pero a veces se convierte en una carrera constante contra la validación externa. ¿Por qué? Porque correr es medible hasta el extremo: minutos por kilómetro, frecuencia cardíaca, VO2max, número de carreras completadas. Cada entrenamiento deja una huella digital que puede ser analizada... y comparada.
Porque las redes sociales magnifican los logros ajenos: vemos fotos perfectas, medallas relucientes, frases épicas. Todo parece heroico y espectacular. Y de repente, tu salida de 5K antes de ir a trabajar se siente... insignificante.
Porque el perfeccionismo se disfraza de disciplina: queremos hacerlo todo bien. Y si no somos rápidos, constantes, o “suficientemente intensos”, sentimos que no lo estamos haciendo “como se debe”.
Porque restamos valor a nuestros logros: cuando algo nos sale bien, decimos que fue suerte. Pero si algo sale mal, lo atribuimos a que no somos lo bastante buenos. ¿Te suena?
¿Y qué pasa si lo dejamos crecer?
Si no se detecta y se frena, este síndrome puede llevarnos al autosabotaje:
- Evitar inscribirse en una carrera por miedo a no dar la talla.
- Sobreentrenar hasta lesionarse para demostrar que uno “sí merece” ser considerado corredor.
- Abandonar del todo, convencidos de que nunca se llegará al nivel esperado.
- Y todo esto por una falsa creencia: que solo es corredor quien corre rápido, lejos o de manera espectacular.
Rompe el bucle: cómo dejar de sentirte un impostor en el running
No necesitas correr una maratón para ser corredor. Lo que necesitas es redefinir lo que significa serlo. Aquí tienes tres herramientas mentales para lograrlo:
1. Reescribe tu definición de corredor
Un corredor no es solo quien corre 42K. Un corredor es quien corre, punto.
El que sale aunque llueva. El que lucha contra la pereza. El que corre lento, pero con el corazón a tope. El que se cae y vuelve. El que no busca aplausos, sino paz.
Tip práctico: Cada vez que sientas que “no eres suficiente”, pregúntate:
¿Qué me hace pensar eso? ¿De dónde viene esa regla? ¿Realmente creo que correr 10K es poco? ¿O solo estoy repitiendo una idea que no me pertenece?
2. Deja de compararte con los demás. Compárate contigo mismo
Tu único rival es el tú de ayer. El de hace un mes. El de cuando empezaste y no aguantabas ni 10 minutos.
Ahí está el verdadero progreso: en tu evolución, no en tu podio.
Tip práctico: Revisa tus registros y busca mejoras pequeñas. ¿Antes te cansabas en esa cuesta? ¿Hoy la subiste sin caminar? Eso es una victoria. Esas suman. Las grandes llegan con el tiempo.
3. Lleva un diario de logros
Puede ser un cuaderno físico o una nota en tu móvil. No solo anotes kilómetros y ritmos: escribe emociones, detalles, logros subjetivos.
“Corrí aunque no tenía energía.”
“No me juzgué por ir más lento hoy.”
“Disfruté del atardecer mientras corría solo.”
Este diario será tu antídoto en los días de duda. Tu evidencia de que sí eres un corredor real. Correr no te hace impostor. Correr te hace fuerte.
La próxima vez que esa voz interna te diga que no eres suficiente, recuérdale lo que has logrado. No solo en el asfalto, sino en tu cabeza y tu corazón. Cada vez que eliges correr en lugar de rendirte, cada vez que sales aunque no tengas ganas, estás haciendo algo valiente.