En su primer mensaje al mundo como nuevo líder de la Iglesia Católica, el Papa Robert Francis Prevost, de 69 años, no solo agradeció el legado de su predecesor, Francisco, sino que sorprendió al adoptar un nombre cargado de simbolismo: León XIV. Con esta decisión, el pontífice estadounidense se convierte en el decimocuarto papa en portar uno de los nombres más emblemáticos del papado, con un linaje que se remonta al siglo V.
La elección de este nombre no es casual ni simplemente ceremonial. En la historia del Vaticano, “León” es sinónimo de firmeza doctrinal, liderazgo en tiempos de crisis y conexión directa con momentos determinantes de la tradición católica. Así, al asumir este título, Prevost se inserta en una línea histórica de pontífices que no solo guiaron a la Iglesia desde el altar, sino también desde la diplomacia, la teología y, en ocasiones, la confrontación directa con el poder terrenal.
San León I, el origen de una tradición poderosa
El primer papa en portar este nombre fue León I, también conocido como León Magno, quien asumió el papado en el año 440 d.C. En una época marcada por la decadencia del Imperio romano de Occidente y las amenazas de invasión, León se convirtió en una figura clave no solo dentro de la Iglesia, sino también en la política de su tiempo.
Su intervención más recordada ocurrió en 452, cuando se reunió con Atila el Huno a las puertas de Roma. Aunque los detalles del encuentro están envueltos en una mezcla de historia y leyenda, el hecho permanece como un hito diplomático: el líder bárbaro decidió no atacar la ciudad. Más allá del gesto, este episodio simboliza la capacidad del papado de ejercer influencia sin recurrir a la violencia.
En el plano doctrinal, León I dejó una huella profunda. Su Tomo a Flaviano, pieza central del Concilio de Calcedonia en 451, ayudó a establecer la doctrina de las dos naturalezas de Cristo: divina y humana. Por su relevancia teológica y espiritual, fue proclamado Doctor de la Iglesia, y junto a Gregorio I, es uno de los pocos papas con el título de Magno.
El león como símbolo de autoridad espiritual
En el imaginario cristiano, el león representa mucho más que fuerza bruta. Es símbolo de realeza, de protección y de victoria espiritual. Se asocia tanto al evangelista Marcos como a Cristo mismo, bajo el título de León de Judá. De ahí que el nombre haya sido adoptado por papas que buscaban proyectar firmeza doctrinal, claridad en tiempos convulsos y continuidad con las raíces más sólidas de la Iglesia.
A lo largo de los siglos, otros pontífices tomaron el nombre de León. Algunos de ellos, como León III, jugaron papeles decisivos en la historia política de Europa. Fue él quien, en el año 800, coronó a Carlomagno como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, marcando un antes y un después en la relación entre la Iglesia y el poder secular.
El último León: un papa que abrazó la modernidad
El más reciente predecesor de Prevost en llevar este nombre fue León XIII, fallecido en 1903. A finales del siglo XIX, la Iglesia se enfrentaba a los desafíos del mundo moderno: industrialización, secularismo, movimientos obreros y tensiones sociales. León XIII respondió con una encíclica que cambiaría la historia de la doctrina católica: Rerum Novarum (1891). En ella, defendió los derechos de los trabajadores y sentó las bases de la doctrina social de la Iglesia. Su papado representó un intento de tender puentes entre la fe y los nuevos tiempos sin renunciar a la tradición.
León XIV: entre la continuidad y el desafío
Al asumir el nombre León XIV, el nuevo papa parece recoger las lecciones de estos antecesores: la valentía diplomática de León I, la influencia política de León III y la apertura social de León XIII. Pero también aporta su propio tono, marcado por su experiencia pastoral y su cercanía con el pensamiento de Francisco, a quien agradeció en su primer mensaje ante miles de fieles en la Plaza de San Pedro.
“Dios nos ama a todos incondicionalmente”, dijo, en una frase que evoca misericordia, inclusión y empatía, pero también responsabilidad. En un mundo sacudido por la polarización, la indiferencia espiritual y las múltiples crisis —desde migratorias hasta ecológicas—, el nombre que ha elegido no es solo una referencia histórica. Es un gesto de intención.
Un mensaje entre líneas
León XIV llega con una herencia que impone y un contexto que exige. En su nombre lleva una historia de papas que, desde hace más de 1,500 años, han enfrentado los grandes dilemas de la humanidad desde el trono blanco. En su voz, una voluntad de continuar ese legado. Y en su mirada, una Iglesia que, aunque marcada por sus contradicciones, aún busca ser faro en medio de la oscuridad.
¿Será este nuevo León el líder que devuelva la fuerza a un Vaticano que transita entre tradición y cambio? Por ahora, el rugido ha comenzado. Y el mundo observa.