Por un lado, tenemos la Fórmula 1: precisión milimétrica, ingeniería extrema y un entorno donde cada segundo importa. Por el otro, Brad Pitt: ícono de Hollywood, coleccionista meticuloso y, como pocos sospechan, un devoto estudioso de los relojes de lujo. En F1: La película, estos dos mundos colisionan en un detalle que para muchos pasará desapercibido, pero que para los conocedores dice mucho más que mil diálogos: el reloj que Pitt lleva en la muñeca como el veterano piloto Sonny Hayes.
El reloj que luce Pitt tiene una historia tan cuidadosamente elaborada como el guion de la película. Fue una decisión personal, cargada de simbolismo, anécdotas inesperadas y el tipo de obsesión por el detalle que uno esperaría de alguien que puede distinguir el grosor entre un Patek 3700 y un Audemars Piguet 5402 sin parpadear. Porque sí, Brad Pitt sabe de relojes. Y mucho.
Todo empieza con Fincher (y un correo de Yahoo)
Quienes han seguido de cerca la carrera de Pitt saben que Se7en y Fight Club no solo marcaron un antes y un después en su filmografía, sino también el inicio de una larga amistad con el director David Fincher. Lo que pocos saben es que esa misma relación abrió la puerta a uno de los relojeros más singulares de la escena independiente: Cloister Watches, un pequeño taller neoyorquino especializado en restaurar y modificar relojes vintage con herramientas de época.
Fue Fincher quien descubrió a Cloister en un episodio de Talking Watches, y fue él quien escribió ese ya legendario correo desde una cuenta de Yahoo —sí, en pleno siglo XXI— que cambiaría la trayectoria del taller. Pronto, Cloister empezó a producir piezas para Fincher, hasta que un día alguien más del círculo íntimo de Hollywood prestó atención: Brad Pitt.
El deseo de Pitt: un IWC a medida con historia
Cuando llegó el momento de definir el look de su personaje en F1, Pitt no quería cualquier reloj. Quería uno que hablara de herencia, carácter, y que pudiera llevarse incluso bajo la lluvia, en la regadera o tras ganar las 24 Horas de Daytona. Su idea: que el reloj fuera un legado de su padre. El resultado: el IWC Ingenieur ref. 1832, una pieza diseñada por el maestro Gérald Genta en los años 70, con ADN brutalista, líneas limpias y una historia real y ficticia igual de poderosa.
Pero Pitt no se conformó con revivir un modelo clásico. Quiso modificarlo. El Ingenieur original era robusto, con una caja gruesa pensada para proteger su mecanismo contra campos magnéticos. Demasiado para alguien que —según quienes lo conocen— prioriza los relojes delgados con una obsesión casi matemática. Así que Cloister, junto con IWC, eliminaron la jaula de Faraday, rediseñaron detalles internos y probaron colores de esfera hasta encontrar el tono perfecto: un verde suave, ligeramente pistache, que se siente nostálgico y moderno a la vez. Un guiño a lo tropical, pero sin caer en clichés.
Un cronómetro hecho contra el reloj
Lo que normalmente toma a Cloister seis meses, aquí se resolvió en siete semanas. Pitt y Zelnick (el fundador del taller) se enviaban mensajes cada dos días para afinar cada detalle. El rodaje estaba a punto de comenzar y los relojes no llegaban. Tan ajustado fue el calendario, que Zelnick tuvo que volar personalmente a Londres desde Nueva York para entregar las dos piezas en mano. Y cuando la huelga de guionistas detuvo la producción, las recuperó para trabajarlas cuatro meses más. Pura dedicación.
Hoy, uno de esos relojes está en manos de IWC, el otro, por supuesto, se quedó con Pitt. Y como no podía ser de otra forma, IWC no tardó en capitalizar la magia: en Watches and Wonders 2025 lanzó una reinterpretación moderna del Ingenieur con esfera verde, claramente inspirada en la pieza vista en la película. Aunque sin los retoques “a la Cloister”, claro.
Un reloj que dice más que una línea de guion
En una escena clave de F1, Hayes gana Daytona y le ofrecen un Rolex como trofeo. Él lo rechaza. “Ya tengo un reloj”, dice. En una película sobre velocidad, técnica y legado, ese gesto resume todo: no se trata del precio, ni del prestigio, sino del significado personal. Ese es el tipo de conexión que cualquier amante de los relojes entiende al instante.
Brad Pitt demuestra que el verdadero refinamiento está en los detalles invisibles. Como elegir un reloj con historia, adaptarlo con obsesión y hacerlo parte del alma de un personaje.