El 21 de abril de 2025 marcó un momento histórico para la Iglesia Católica con la muerte del Papa Francisco. Su fallecimiento activó de inmediato una cadena de eventos protocolarios profundamente arraigados en siglos de tradición vaticana: el cierre de su habitación, la destrucción de su anillo del Pescador —símbolo del poder papal—, y posteriormente, la preparación para el cónclave que definiría al nuevo líder espiritual de más de mil millones de católicos en el mundo.
La cumbre del silencio: ¿Qué es el cónclave?
El cónclave es el proceso exclusivo y secreto mediante el cual se elige al Papa. Se lleva a cabo en la majestuosa Capilla Sixtina, en el Vaticano, y congrega a más de 100 cardenales de todo el mundo. Solo aquellos menores de 80 años pueden votar. En esta ocasión, México cuenta con dos cardenales con derecho a participar.
Durante el cónclave, los cardenales son aislados completamente del mundo exterior. No se permite el uso de teléfonos, acceso a medios ni conversaciones sobre las votaciones. La solemnidad y el secreto absoluto son esenciales.
Un ritual ancestral: Así se vota en el cónclave
El procedimiento está lleno de simbolismo. Los cardenales, luego de una misa en la Basílica de San Pedro, ingresan a la Capilla Sixtina donde quedarán “enclaustrados” hasta lograr un consenso. Para emitir su voto, cada uno escribe el nombre de su candidato en una boleta, la sostiene en alto como señal de integridad, y la deposita en una urna.
El proceso está supervisado por un grupo de cardenales designados por sorteo: tres escrutadores, tres enfermeros y tres revisores. Ellos cuentan los votos, supervisan la logística y destruyen las boletas en una estufa especialmente conectada a una chimenea en el techo del Vaticano.
Si ningún candidato obtiene una mayoría calificada de dos tercios (2:3), se repite la votación. Al final de cada ronda, las papeletas se queman y el humo que emana de la chimenea informa al mundo sobre los resultados.
Humo que habla: negro o blanco
Uno de los símbolos más reconocidos del cónclave es el humo que sale de la Capilla Sixtina. Humo negro significa que aún no hay decisión; humo blanco, que el Papa ha sido elegido. Aunque parece místico, este efecto se logra mediante compuestos químicos que tiñen el humo según la intención.
Este código visual permite que los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro —y millones de personas viendo en todo el mundo— sepan cuándo la Iglesia tiene nuevo líder.
La Sala de las Lágrimas: el umbral del pontificado
Una vez elegido, el nuevo Papa es conducido a una pequeña habitación contigua a la Capilla Sixtina conocida como “la Sala de las Lágrimas”. Este lugar, cargado de simbolismo, es donde el pontífice se viste por primera vez con la sotana blanca. Se le llama así porque, según la tradición, muchos nuevos Papas han derramado lágrimas al confrontar la inmensidad de la responsabilidad que asumen.
Luego, el nuevo Papa se presenta al mundo en el balcón central de la Basílica de San Pedro con el anuncio solemne: Habemus Papam.
¿Hay favoritos? Una tradición sin campañas
Aunque oficialmente no existen candidatos ni campañas dentro del cónclave, expertos y analistas suelen especular sobre los posibles elegidos, basándose en perfiles, trayectorias y afinidades doctrinales.
En esta ocasión, algunos de los nombres que han cobrado fuerza incluyen:
Luis Antonio Gokim Tagle (Filipinas): cercano ideológicamente al Papa Francisco, es considerado un reformista progresista con fuerte conexión con Asia.
Pietro Parolin (Italia): actual Secretario de Estado del Vaticano desde 2013, es visto como un hábil diplomático y una elección de continuidad.
Peter Erdo (Hungría): reconocido por su perfil teológico conservador.
Fridolin Ambongo Besungu (Congo): figura destacada del clero africano con posturas sociales contundentes.
Un rito milenario que une fe, historia y humanidad
El cónclave no es solo una elección; es una manifestación viva de la historia, la fe y la cultura de la Iglesia Católica. Desde la Edad Media hasta hoy, el rito se ha mantenido prácticamente intacto, preservando su carácter sagrado e inquebrantable.
Con la muerte del Papa Francisco, el mundo observa expectante cómo una de las tradiciones más antiguas del planeta se despliega, una vez más, para elegir al próximo sucesor de San Pedro.