Llegó el día.
Cada primer lunes de mayo, el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York se convierte en el epicentro absoluto de la moda global. La MET Gala no es solo una alfombra roja: es una ceremonia, una coreografía visual, un manifiesto textil. Y este 2025, como cada año, la expectación no gira solo en torno a quién asiste, sino a cómo se visten… y por qué. Pero aquí va la pregunta que solo los verdaderos devotos del estilo se hacen: ¿hay que seguir el tema? ¿O solo el dress code? Spoiler: no es lo mismo.
Para los no iniciados, un poco de contexto: la MET Gala es una gala benéfica organizada por la Anna Wintour (sí, así, con artículo definido), que recauda fondos para el Costume Institute y marca la inauguración de su exposición anual. Pero lo que realmente la hace el evento más codiciado del calendario de la moda no es solo el acceso restringido y carísimo: es el momento cultural que representa. Aquí, la ropa habla. Y quien no sabe leerla, queda fuera de la conversación.
Tema vs. dress code: no es semántica, es semiótica
Cada gala se estructura en torno a una exposición curada por el visionario Andrew Bolton, con un tema que detona el imaginario del año. En 2025, la muestra se titula Superfine: Tailoring Black Style, un homenaje al dandyismo negro y la sastrería afroamericana como gesto de resistencia, identidad y reinvención. Basada en el libro Slaves to Fashion de Monica L. Miller, la exposición promete ser una oda a la elegancia con propósito, donde cada costura lleva historia.
Pero ojo: el tema no es el dress code. Y sí, eso importa. Mientras el primero es una propuesta conceptual y museográfica, el segundo es una guía creativa que traduce esa narrativa a lenguaje de pasarela. Para este año, el dress code es Tailored For You, una invitación a jugar con la sastrería desde la individualidad: reinterpretar siluetas clásicas, mezclar referencias del siglo XVIII con sensibilidades contemporáneas, y sobre todo, vestir con intención.
¿Están los invitados obligados a seguirlo?
Técnicamente, no. Estratégicamente, sí.
Aquí viene la revelación que desconcierta a más de un espectador casual: no hay ninguna regla que obligue a los asistentes a seguir ni el tema ni el dress code. ¿La consecuencia de no hacerlo? Cero sanciones… pero también cero trascendencia.
Porque en la MET, no basta con un vestido bonito o un esmoquin caro. La alfombra roja funciona como un espejo cultural y estilístico. Cuando alguien como Colman Domingo –miembro del comité anfitrión de este año, junto a A$AP Rocky, Pharrell Williams, LeBron James, Lewis Hamilton y, por supuesto, Wintour– anuncia que su look será “una conversación con la historia”, sabemos que no solo se trata de moda. Se trata de mensaje, de presencia, de peso simbólico.
El estilo que trasciende es el que piensa
Los momentos que quedan en la historia del MET no son fruto del azar ni del capricho, sino de decisiones editoriales bien pensadas. Rihanna vestida como papa barroco. Zendaya como una Cenicienta que brilla en la oscuridad. Billy Porter descendiendo como faraón dorado. Ninguno simplemente “se vistió”: todos respondieron a una idea más grande que ellos mismos.
Así que, la próxima vez que alguien te pregunte por qué ciertos invitados parecen no haber leído el tema, tú sabrás responder con propiedad: Superfine es la exposición. Tailored For You es el dress code. Y seguirlo, aunque no obligatorio, es el pase no oficial a la inmortalidad en la historia de la moda.