En el exclusivo y muchas veces esnob universo de la relojería suiza, pocos se atreven a desafiar las normas sin ser tratados como herejes. Chris Alexander, también conocido como The Dial Artist, no solo lo hizo, sino que lo convirtió en su bandera creativa. ¿Su pecado? Pintar a mano esferas de relojes Rolex (y de otras marcas). ¿Su redención? Convertir ese acto en un arte tan preciso como provocador.
“Este reloj ya no puede considerarse original”, dijo Rolex.
Alexander sonrió y siguió pintando.
Cuando una casa como Rolex suelta una frase de ese calibre, no es un elogio. Pero Chris Alexander no está buscando la aprobación de los puristas. Lo suyo es otra cosa: llevar el alma de un reloj a la superficie, personalizarlo con una historia, un símbolo o una locura estética que lo convierta en algo irrepetible. Y lo logra con una habilidad quirúrgica y una visión de artista consumado.
Antes de volverse una referencia mundial en la personalización de esferas, Alexander fue profesor titular de diseño en el Dundee College, donde probablemente aprendió a combinar el rigor del trazo con la rebeldía creativa. En 2018, tomó un modesto Casio G-Shock, lo intervino con pintura y lo mostró en un foro. La respuesta fue tan inmediata como entusiasta: los fanáticos querían uno igual... o mejor.
Los “Casioaks”, el fenómeno viral
Una de sus jugadas maestras fue reinterpretar los famosos G-Shock Octagon de Casio —apodados “Casioaks” por su parecido con el Royal Oak de Audemars Piguet— con salpicaduras de color vibrante. Lo hizo junto a IFL Watches, y lo que empezó como una idea estética terminó convirtiéndose en un éxito de ventas global. Lo kitsch se convirtió en culto.
Alexander entendió entonces que el futuro del reloj no está solo en su maquinaria, sino en su piel.
De Cartier a Tissot: arte portátil en cada muñeca
Hoy, su Instagram es una galería viva. Lo mismo presenta un Cartier Santos con un gladiador romano en la esfera, que un Tissot PRX con diseño de Tetris. Nada es demasiado clásico o moderno para él. Todo es lienzo.
Ha trabajado con Spinnaker, Accurist, Perrelet, Nuun, L’Epée, y la lista sigue creciendo. Lo mismo con los relojes que caen en su taller: desde Omegas vintage hasta Habrings de culto, sin olvidar los Tudor ni los Rolex que tanto escandalizan a los más ortodoxos.
El artista sin margen de error
Una de las cosas más fascinantes que Alexander confiesa es que trabaja con una tasa de error del 0%. “No puedes arruinar una esfera de Patek Philippe y decir ‘ups’”, bromea. Pero lo cierto es que esa precisión es parte del respeto que se ha ganado entre coleccionistas, marcas y entusiastas. Y eso se nota en sus encargos, que han pasado de curiosidades a inversiones personalizadas de lujo.
Los jóvenes buscan locura, los mayores buscan legado
Alexander también nota una diferencia clara entre generaciones: los clientes más jóvenes buscan diseño, provocación, juego visual. Los mayores, historia, exclusividad, refinamiento. A todos los atiende con igual disciplina de artista y meticulosidad de relojero.
Uno de los momentos más importantes de su carrera fue cuando Chris Alexander participó en el Día de los Relojeros Británicos en Londres, donde pintó en vivo esferas frente al público. Una especie de performance de relojería que confirma lo que sus seguidores ya sabían: ver a The Dial Artist trabajar es como ver a un reloj latir con color.
Cuando todo parece producido en masa y los relojes buscan impresionar con complicaciones técnicas o herencias familiares, Alexander nos recuerda que la belleza más brutal y honesta es la que se hace a mano, trazo a trazo, color a color.
Así que sí: tal vez ese Rolex ya no sea “original”.
Pero gracias a Chris Alexander, ahora es único. Y eso vale mucho más. Te atreverías a intervenir tu reloj? ¿O prefieres que lo haga alguien con manos firmes y mente rebelde?
Busca a @thedialartist. La revolución está pintada a mano.