La Maratón du Médoc: donde correr entre castillos, disfraces y copas de vino es lo normal

A veces, correr no es solo avanzar. Es detenerse a brindar, a reír, a disfrutar. Y Médoc lo entiende mejor que nadie.

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CORTESÍA MARATÓN DU MÉDOC

Correr un maratón no es para todos. Es una prueba de supervivencia, con corredores exprimidos por el cansancio y los entrenamientos casi militares. Sin embargo, existe un evento que rompe todas las reglas. No importa tu marca, tu técnica o tu pulsómetro: aquí lo que cuenta es el disfraz que llevas puesto y cuántas copas de vino puedes disfrutar sin caerte en el camino. Esto es la Maratón du Médoc, un delirio colectivo con espíritu runner y alma de festival.

Cada año, miles de corredores viajan hasta la región de Médoc, en el corazón vinícola de Francia, para participar en una carrera donde la hidratación es con vino, los geles se reemplazan con foie gras, y los kilómetros se interrumpen para escuchar jazz en vivo o admirar un castillo medieval. ¿Correr 42.195 km así? Sí, y muchos lo hacen… o al menos lo intentan. Porque si vas a sufrir, que sea con estilo.

Médoc, donde correr es solo una parte del plan

Esta maratón se corre una vez al año en los pueblos de Pauillac, Saint Estèphe y Saint Julien, al norte de Burdeos. En un escenario dominado por viñedos, castillos y caminos de postal, se desarrolla una de las pruebas más originales del mundo. Aunque cumple con los rigurosos 42.195 km de una maratón oficial, es conocida como “la carrera más lenta del planeta”. Y no por falta de piernas: aquí el problema son las constantes distracciones.

Desde su creación en 1984 por un grupo de aficionados, la Maratón du Médoc se convirtió en un ritual para los corredores que buscan más que velocidad. Cada edición supera las expectativas, con inscripciones que agotan cupo (8,500 personas oficialmente, aunque suelen correr unos 10 mil) y listas de espera que harían temblar a Boston o Berlín.

Catas de vino en lugar de agua

El detalle más famoso —y más extravagante— de esta maratón es su sistema de hidratación gourmet. En lugar de simples vasos de agua o bebidas isotónicas, los puestos de abastecimiento ofrecen más de 20 variedades de vinos locales, servidos con elegancia por enólogos, dueños de bodega o voluntarios disfrazados.

Y si creías que el vino era suficiente, súmale queso, jamón, carnes, pasteles, helados y otras delicias francesas que pueden hacer tambalear hasta al corredor más disciplinado. A medida que avanzás, la carrera se convierte en una pasarela de placeres que pondrá a prueba más tu voluntad que tu resistencia física.

Disfrazarse para vencer

Correr disfrazado no es obligatorio, pero casi nadie se lo salta. Los corredores aparecen caracterizados como superhéroes, chefs, faraones, frutas gigantes, vikingos o hasta como botellas de vino vivientes. Lejos del atuendo técnico, aquí reina la creatividad y el humor, dos ingredientes infalibles para atravesar una carrera que nunca pierde la sonrisa.

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GETTY IMAGES

Esto convierte al Médoc en una maratón única: no solo se corre con el cuerpo, se corre con estilo, actitud y mucha irreverencia. ¿El resultado? Fotografías memorables, abrazos entre desconocidos y un ambiente festivo que transforma el esfuerzo físico en pura diversión colectiva.

Una fiesta de tres días

La carrera es solo el plato fuerte. Médoc ofrece un menú completo de celebraciones que empieza con la mítica “Noche de las Mil Pastas”, una cena pre-maratón en uno de los castillos locales con 1,500 invitados. Luego viene la gran carrera, que culmina con una fiesta abierta al público con conciertos, DJ sets, fuegos artificiales y mucho baile.

Para cerrar con broche de oro, el día siguiente incluye un tour organizado por los viñedos, con degustaciones, historia, cultura y más brindis. Médoc es una experiencia inmersiva donde el running se fusiona con el arte de vivir a la francesa. Aquí, el recovery no es con estiramientos, sino con copas y paisajes.

El premio es tan loco como la carrera

¿Creías que las medallas eran suficientes? En Médoc el ganador se lleva el equivalente de su peso en botellas de vino. Un trofeo que puede superar las 70 botellas y que, más allá del valor simbólico, resume el espíritu de esta maratón: celebrar la vida, el esfuerzo y el placer en partes iguales.

Una experiencia que todo runner debe vivir

La Maratón du Médoc no se corre para mejorar tu marca personal, sino para redefinir lo que significa correr. Es una prueba de resistencia, sí, pero también un canto a la alegría, a la gastronomía y a la locura bien entendida. Si estás buscando una maratón que te cambie la forma de ver el running, este viaje a Francia debería estar en lo más alto de tu bucket list.

A veces, correr no es solo avanzar. Es detenerse a brindar, a reír, a disfrutar. Y Médoc lo entiende mejor que nadie.

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