Roma, Capilla Sixtina. El mundo contiene el aliento. La imagen de decenas de figuras escarlatas congregadas bajo los frescos de Miguel Ángel sigue despertando un asombro casi cinematográfico. Pero más allá del humo blanco, del misterio de la elección papal y del eco ancestral de los votos, hay un elemento que fascina tanto como intriga: la ropa. ¿Qué visten los cardenales en el Cónclave? ¿Qué significa el atuendo del nuevo Papa? Las respuestas son tan simbólicas como profundamente rituales.
Este interés se ha reavivado recientemente gracias al filme de Edward Berger, protagonizado por Ralph Fiennes y Stanley Tucci, una obra que si bien se inspira en la realidad, se toma licencias visuales guiadas por la creatividad de la premiada vestuarista Lisy Christl. “El rojo real es demasiado brillante para sostenerlo durante dos horas de pantalla”, dijo en entrevista. Así, optó por tonos más oscuros y ricos en textura, inspirados en las vestimentas del siglo XV. Las cruces doradas y plateadas que lucen los personajes también fueron estilizadas, dejando fuera las de madera que, si bien reales, no funcionaban en la estética fílmica. Una lección de cine, sí, pero también una invitación a mirar más de cerca los tejidos de la tradición.
El escarlata del poder: qué visten los cardenales en el Cónclave
En el cónclave real, los cardenales no llevan disfraces ni invenciones cinematográficas. Su atuendo es ceremonial, cargado de historia y simbolismo. La pieza central es la sotana escarlata, una túnica larga de origen romano —derivada de la caracalla del emperador Bassianus— que se remonta al siglo V. Con sus característicos 33 botones (símbolo de los 33 años de Cristo), representa compromiso y obediencia a la fe. A esta se suma una mozzetta o una pellegrina, capas cortas sobre los hombros que identifican su dignidad eclesiástica.
En la cabeza, el pequeño zucchetto rojo (llamado así por su parecido con un calabacín) señala su rango dentro del colegio cardenalicio. A diferencia de la kipá judía, que puede ser usada por laicos, el zucchetto está reservado exclusivamente para clérigos ordenados.
Y aún hay más: algunos llevan la mitra, tocado cónico reservado para obispos y abades, así como la cruz pectoral, que cuelga sobre el pecho como símbolo de su vocación pastoral. Cada cardenal lleva también un anillo de sello, único, personal, y cargado de significado espiritual.
Pero el vestuario no es estático. Una vez que regresan a la residencia de Santa Marta, los cardenales pueden cambiarse a su atuendo ordinario: sotana negra con ribetes rojos o incluso un traje sencillo con cuello clerical.
Blanco absoluto: la transformación del Papa electo
Cuando el humo blanco sube, un nuevo Papa ha sido elegido. Y con él, comienza una transformación no solo espiritual y política, sino también visual. La indumentaria papal tiene una fuerza simbólica muy fuerte.
El recién elegido se reviste con una sotana blanca, que representa pureza y consagración absoluta al servicio divino. Esta se acompaña de un zucchetto blanco, y en ocasiones formales, de una mozzetta roja, como eco del linaje cardenalicio que deja atrás.
Uno de los detalles más comentados es el uso de zapatos rojos, cuya tradición, según historiadores vaticanos, se remonta al simbolismo de la sangre de los mártires. A esto se suma el Anillo del Pescador, en el que está grabada la imagen de San Pedro lanzando sus redes: un sello pontificio que se destruye tras la muerte o renuncia del Papa, para garantizar la unicidad de su autoridad.
El lenguaje silencioso del vestuario sagrado
Cada pieza, cada color, cada pliegue cuenta una historia. En una época de comunicación visual vertiginosa, el vestuario de los hombres que deciden el rumbo de la Iglesia Católica se convierte en un lenguaje silencioso, milenario, cuidadosamente tejido con hilos de simbolismo, liturgia y poder.
Mientras el cine nos ofrece versiones estilizadas, la realidad del Cónclave es aún más impresionante por su solemnidad desnuda. Y cuando el nuevo Papa aparece por primera vez en el balcón de San Pedro, vestido de blanco, no solo asume el peso de siglos de historia. También, vestido como Pedro, habla sin palabras al mundo.