La muerte de Brigitte Bardot, a los 91 años, marca el adiós a una de las figuras más influyentes del cine europeo del siglo XX. Actriz, musa y símbolo cultural, Bardot no solo fue una estrella: fue una ruptura. Su breve pero contundente filmografía transformó la manera de representar a la mujer en el cine y acompañó cambios profundos en la moral, el deseo y la libertad femenina. Tras retirarse en la cima de su fama, dedicó el resto de su vida a una causa que consideró más urgente: la defensa de los animales.
A continuación, un recorrido por las películas que la lanzaron a la fama y los hechos clave de su vida, dos caras inseparables de un mismo fenómeno.
Las películas que la lanzaron a la fama
Hablar de Brigitte Bardot es hablar de una revolución silenciosa que comenzó en los años 50. Su sola presencia en pantalla desafiaba las reglas no escritas del cine clásico y colocaba a la mujer en el centro del deseo, pero también del conflicto.
Y Dios creó a la mujer (1956)
El punto de quiebre absoluto. Dirigida por Roger Vadim y ambientada en Saint-Tropez, esta película escandalizó a la crítica conservadora por su carga erótica y por el retrato de Juliette Hardy, una joven que vive su sexualidad sin culpa ni sometimiento. Con apenas 22 años, Bardot se convirtió en un ícono internacional. Su personaje no pedía permiso ni explicaciones: simplemente existía sin ataduras. En su época, eso fue profundamente disruptivo.
La verdad (1960)
Bajo la dirección de Henri-Georges Clouzot, Bardot ofreció una de sus actuaciones más intensas y complejas. La historia, centrada en el juicio de una joven acusada de asesinato, expone la hipocresía moral de la sociedad burguesa. Aquí, la actriz encarna a una mujer juzgada tanto por un crimen como por su forma de amar y vivir. El éxito fue rotundo y confirmó que Bardot era mucho más que un símbolo sexual: era una actriz dramática de gran fuerza.
El desprecio (1963)
Jean-Luc Godard la llevó a un territorio completamente distinto. En esta obra clave de la Nouvelle Vague, Bardot se muestra introspectiva, melancólica y contenida. Junto a Michel Piccoli y Jack Palance, protagoniza una reflexión sobre el amor, la incomunicación y el desgaste emocional. Lejos del estereotipo, Godard la utiliza como espejo de las contradicciones modernas, ampliando su dimensión artística.
¡Viva María! (1965)
Dirigida por Louis Malle, esta aventura con tintes de comedia y crítica política unió a Bardot con Jeanne Moreau en una dupla memorable. Ambientada en una revolución latinoamericana ficticia, la película consolidó la imagen de Bardot como una mujer indomable, capaz de liderar, combatir y reírse de los roles impuestos.
Historias extraordinarias (1968)
Basada en relatos de Edgar Allan Poe, esta producción antológica reunió a Bardot con Alain Delon en el episodio dirigido por Roger Vadim. Fue uno de sus últimos trabajos antes de abandonar definitivamente el cine en 1973, cansada de la exposición mediática y del peso de una fama que nunca terminó de disfrutar.
Los hechos de su vida
Brigitte Bardot nació en 1934 en París, en el seno de una familia acomodada y profundamente conservadora. Su padre, Louis Bardot, era ingeniero y empresario; su madre, Anne Marie Mucel, provenía de una familia ligada al mundo de los seguros. Creció junto a su hermana menor, Mijanou, en un entorno católico estricto que marcó su carácter desde muy temprano.
Durante su infancia sufrió ambliopía, lo que redujo la visión de su ojo izquierdo. La educación rígida impuesta por sus padres, especialmente por su padre, la llevó a desarrollar un rechazo profundo hacia la autoridad familiar. Bardot recordaría episodios traumáticos, como el castigo físico que recibió junto a su hermana tras romper un jarrón, o la imposición de tratar a sus propios padres con el distante pronombre “vous”, reservado para figuras de autoridad.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la familia permaneció confinada en su apartamento parisino. Fue entonces cuando la música y el baile se convirtieron en refugio. Al notar su talento, su madre la inscribió en clases de ballet, lo que la llevó a estudiar en el Conservatorio de París. Allí, en 1949, fue descubierta por Hélène Gordon-Lazareff, directora de Elle, quien la convirtió en modelo. A los 15 años, Bardot ya aparecía en la portada de la revista.
Aunque su padre se oponía frontalmente a que actuara, su abuela apoyó su sueño. Tras un primer casting fallido, Bardot conoció a Roger Vadim, quien se convirtió en su pareja y mentor. La relación escandalizó a su familia y desató un conflicto que incluyó un intento de enviarla a Inglaterra y un grave episodio de autolesión que marcó un punto de no retorno. Finalmente, su padre cedió, con la condición de que no se casara antes de los 18 años.
Su debut llegó en 1952, pero fue Manina, la chica en bikini la que la consolidó como símbolo sexual, mostrando una imagen inédita para el cine francés de la época. Tras cumplir su promesa, se casó con Vadim, aunque el matrimonio duró poco. Aun así, él fue clave en el inicio de su carrera.
A lo largo de su vida, Bardot reconoció más de 14 relaciones sentimentales y tres matrimonios fallidos. Tras participar en más de 40 películas, decidió retirarse definitivamente en 1973 para dedicarse al activismo animal.
En 1986 fundó la Fundación Brigitte Bardot, dedicada a la protección y el bienestar de los animales. Para financiarla, llegó a subastar joyas personales, sellando un compromiso que definió su vida lejos de las cámaras.
Con su muerte, Brigitte Bardot deja mucho más que películas emblemáticas: deja el legado de una mujer que se adelantó a su tiempo, que incomodó, provocó y transformó para siempre la forma de mirar a las protagonistas femeninas en el cine.