Adrien Brody sobre: Wes Anderson, El Pianista y toda su historia en el teatro

ADRIEN BRODY - ESQUIRE -SEPTIEMBRE

Nos encontramos con el Adrien Brody de la mirada nostálgica –el dueño de una de las narices con más personalidad en el mundo– en las acogedoras The Towers of the Waldorf Astoria de Nueva York para esta sesión exclusiva con Esquire México. Disfrútenla tanto como nosotros lo hicimos preparándola. Hay momentos en la vida donde las cosas parecen to- mar sentido... pero este no es uno de esos momentos”, fue- ron las palabras que surgieron del actor Adrien Brody al ganar el Oscar por El Pianista, convirtiéndose –a sus 29 años– en el actor más joven en obtener la estatuilla, desde que Richard Dreyfuss lo hiciera por La chica del adiós en 1977. Unos segundos antes, Adrien Brody había saltado al escenario del entonces Teatro Kodak, en el corazón de Hollywood, tomando por sorpresa a la presentadora de su premio dorado, Halley Berry, con un beso en la boca que pasaría a la historia de la Academia como uno de sus momentos más eufóricos y controvertidos.

El tiempo se vuelve más precioso. No se trata solo de los minutos del reloj, sino de estar presente.

Con el paso de los años, las palabras de Adrien Brody también han trascendido desde esa primavera del 2002, representando esa incredulidad ante ser elegido por algo más grande y ser insertado en una situación extraordinaria. Los tiempos del 2020, que han recluido a la humanidad tras los efectos del Covid-19, hacen poderosa la reflexión sobre tratar de encontrar un sentido donde aparentemente no lo hay.

ADRIEN BRODY ESQUIRE SEPTIEMBRE VI

Foto: César Balcázar

“Creo que es una lección que aprendemos conforme crecemos. El tiempo se vuelve más precioso. No se trata solo de los minutos del reloj, sino de estar presente. Ahora, con el encierro de esta cuarentena, quiero sumergirme en las cosas que amo de la vida”, comparte Adrien Brody con Esquire, vía un enlace streaming en el cual el actor de 47 años luce enmarcado por un encuadre de Zoom. A manera similar, entre cuadro paredes se encuentra Adrien Brody en los primeros avances en línea de The French Dispatch (2021) de Wes Anderson, interpretando a Julien Cardozo, un vendedor de arte francés que ha sido colocado en una celda al lado de un famoso pintor, Moses Rosenthaler (Benicio del Toro), al que le ruega le de permiso de representar su obra en el mundo, si algún día se abren los candados de su encierro o llegaran a escapar. Inspirado en Joseph Duveen, quien en el siglo XX trajera obras europeas a los grandes museos de Estados Unidos, Cardozo es parte de un ensamble de personajes que Anderson convocó para ser personificados por los actores Timothée Chalamet, Léa Seydoux, Edward Norton, Elisabeth Moss, Willem Dafoe, Christoph Waltz y, el siempre presente en su lista, Bill Murray. The French Dispatch, cuarta invitación de Anderson a Brody, trae consigo el espíritu rebelde de los años 60, des- plegado en las publicaciones de un diario ficticio francés –muy a la revista The New Yorker– con historias, cuentos, caricaturas y anécdotas de personalidades singulares.

Mi mamá es una gran artista y una inspiración para mí. Antes de actor comencé a pintar y lo he hecho toda mi vida.

Todo con el estilo geométrico, colorido y musical que caracteriza a Anderson. “No necesariamente me atraen los personajes con los que tengo algo en común. Tanto Cardozo como yo tenemos un gran amor por el arte y me imagino que él pudo haber aspirado a ser pintor en su vida, pero en algún momento se volcó al aspecto del negocio de ese mundo”, refiere Brody, quien posee la fascinación por la imagen como su madre Sylvia Plachy, migrante húngara y fotógrafa profesional con exposiciones diversas. Cuando en la entrega 75 del Oscar, Brody, desde la butaca, escuchó su nombre de la boca de Berry, a quien primero abrazó fue a Plachy, quien de pie desbordó su fascinación al ver a Jack Nicholson, Nicolas Cage, Nicole Kidman, y otro grupo de celebridades, otorgarle a su hijo también una ovación.

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Foto: César Balcázar

“Mi mamá es una gran artista y una inspiración para mí. Antes de actor comencé a pintar y lo he hecho toda mi vida. Pasé años persiguiendo y cultivando mi trabajo como actor y fue hasta hace siete u ocho años cuando volví a pintar de manera más seria. He hecho varias exposiciones, trabajando duro en eso. La cuarentena, sin duda, ofrece más oportunidades para hacer más en solitario”, dice Brody, quien en agosto del 2019 donó una pintura trazada con sus propios dedos a la UNICEF para ayudar a recaudar fondos. Cuando en Esquire invitamos a Adrien Brody a su sesión fotográfica, en el corazón de The Towers of Waldorf Astoria, que colindan en Park Avenue, los ecos de los inicios del actor en el cine seguro llegaron, siendo Historias de Nueva York su primer incursión a la pantalla, dentro de la aventura de una niña que habita un hotel lujoso de la Gran Manzana.

El Pianista ... es entender el sufrimiento y odio que vive la sociedad, llevándome en ese año del rodaje a valorar mi buena suerte.

En esa producción de 1989, el propio Francis Ford Coppola fue padrino del inicio de la carrera en celuloide de Brody. A solo unos pocos kilómetros de ahí, en su natal Woodhaven, Queens, el actor había experimentado el arte de asombrar al público, cuando se vistió de mago y se autonombró “The amazing Adrien”, ejecutando diversos actos en fiestas para niños. Pero también ese vecindario fue donde Brody recibió los primeros embates de violencia del mundo al ser atacado por otros niños con crueles comentarios. Su madre fotógrafa y su padre –pintor y maestro de arte–, usaron su sensibilidad para matricularlo en clases de actuación. A los 13 años de edad, Adrien ya estaba sobre el escenario de Off-Broadway y había participado en una producción del canal de televisión educativo, PBS. El joven actor creció para dominar su propio cuerpo como instrumento de comunicación, con una complexión espigada y mirada melancólica que recuerda a los maestros de la comedia silente en el cine, como Keaton y Chaplin, sumado a ese perfil de nariz grande que lo coloca por igual como un europeo, un migrante o un hombre con presencia que no quiere doblegarse ante los embates de la vida. “Al ser actor tienes tus primeras oportunidades y algunas de ellas son tan profundas como aquellas que vendrán después en tu vida, que podrían parecer más trascendentes. Esto es porque esas oportunidades son las primeras veces que tienes acceso a un verdadero crecimiento”.

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Foto: César Balcázar

“Por ejemplo, el inicial llamado de un director importante, donde entiendes el porqué siempre debes esforzarte en todo momento para que exista esa dinámica actor y realizador”, explica Brody, que similar a veteranos de la actuación como Donald Sutherland, ven cumplida su misión histriónica cuando ayudan a materializar la visión del director. Sin duda, la alianza que marcó un antes y después en la vida de Brody, fue su colaboración con Roman Polanski, controvertido artista del lente, quien vio en la autobiografía de su compatriota polaco Wladyslaw Szpilman, inspiración de El Pianista, la posibilidad de narrar su propia experiencia de supervivencia en el Ghetto de Cracovia. “El Pianista fue un viaje épico en mi vida y lo que aprendí, en ese proceso de trabajar con Roman, es entender el sufrimiento y odio que vive la sociedad, llevándome en ese año del rodaje a valorar mi buena suerte como joven neoyorquino, haciéndome consciente de la pérdida y los estragos de la guerra”, afirma.

Nunca me imaginé que habría un reconocimiento por mi trabajo.

“Fue algo muy profundo, tanto que no puedo ni poner en palabras lo que la experiencia de filmar El Pianista significó para mí. Fue un gran regalo. Algo que te abre los ojos y que agradeces haya provenido de tu trabajo”, siente Brody, quien adelgazó de sus 70 kilos a 55 para su papel de superviviente del holocausto. Para el filme que lo llevaría al Oscar, Brody tuvo que llevar a un nivel mayor su expresividad de las manos, que siempre le han dado carácter a su actuación, teniendo que aprender a colocarlas y moverlas sobre el teclado del piano lo más semejante a un profesional. El propio Polanski colocaba en bocinas la música del pianista Szpilman, para que Adrien marcara las notas con esa mezcla de fiereza y delicadeza de su persona. “Nunca me imaginé que habría un reconocimiento por mi trabajo. Como el joven que era, sentí un despertar como persona. Fue ciertamente un enorme giro en mi carrera y una gran suerte haber recibido un material de tan altísimo nivel y tan temprano en mi profesión”, revela Brody. Así llegó a su manos la oportunidad de colgarse del cine de aventuras y viajar en el mundo, pasión que comparte con sus seguidores de Instagram, como la escalada en Nepal a las faldas del Everest. Brody lo mismo ha sido el excursionista en la Isla Calavera del King Kong de Peter Jackson, que el soldado de la segunda guerra mundial apostado en el Pacífico de La delgada línea roja, de Terrence Malick. Igual se ha vestido de detective de cine negro en Hollywoodland, que leído los diálogos de Woody Allen en Media noche en París, ser parte de un thriller para Spike Lee en Summer of Sam que salvando al mundo de alienígenas en el remake de Depredador; ni hablar de su gran escape en la biografía de Houdini.

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Foto: César Balcázar

El mundo volteó a verlo con su interpretación del torero Manolete, en el filme biográfico del mismo nombre, donde Brody pudo llevar su acostumbrada intensidad al terreno del amor trágico, pisando los pétalos rojos lanzados por Penélope Cruz en una cinta cuya sentencia inicial explica un poco esa mirada de Adrien hacia los temas oscuros de algunos de sus filmes. Para ser un gran torero, tienes que estar un poco enamorado con la muerte”, sentencia. El salto de lo negro a la luz, y de lo sombrío a la carcajada, podrían ponernos a Brody como un danzante en su actuación, nunca sintiéndose cómodo en un sitio y ahora, en The French Dispatch, celebrando su colaboración con Anderson tras haber estado en su Viaje a Darjeeling (2007), El fantástico Señor Fox (2009) y El Gran Hotel Budapest (2014). “Me siento muy privilegiado de trabajar con Wes Anderson. Tener una verdadera amistad con alguien con quien puedes colaborar de manera creativa es un regalo. Somos como una familia y cultivar esa intimidad y confianza con alguien que te ayuda a elevarte de manera artística es una bendición”, explica Brody. El actor con rostro posmoderno, que tiene una caricatura de sí mismo en su cuenta de Instagram, también ha aprovechado el tiempo para componer música y escribir el proyecto Clean, usando su propio espacio entre paredes para crear arte, reinventarse y gestar historias que intenten darle sentido a las cosas, mientras el mundo toca notas de luces y sombras en este inicio del siglo.

adrien brody esquire the french dispatch

Foto: César Balcázar

Fotografías por: César Balcázar
Entrevista por: Constanza Alcocer
Texto por: Mario P. Székely
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