En la fascinante y contradictoria historia del heavy metal, hay canciones que confiesan una parte muy oscura del alma. “Mama, I’m Coming Home”, lanzada en 1991 como parte del álbum No More Tears, no fue sólo un hit inesperado del recién fallecido Ozzy Osbourne; fue una confesión sincera, una carta desde el borde del abismo escrita por un hombre que, contra todo pronóstico, había decidido volver a casa.
El rugido y la redención
Para entonces, Ozzy Osbourne era una leyenda viva y un sobreviviente improbable. Había fundado Black Sabbath, reinventado su carrera como solista, protagonizado escándalos, mordido murciélagos, y sobre todo, vivido cada segundo como si fuera el último. Pero No More Tears, su sexto álbum en solitario, marcó un punto de inflexión. Ozzy estaba luchando contra sus demonios personales y, por primera vez en mucho tiempo, había dejado el alcohol y las drogas atrás.
En medio de este proceso de sobriedad y reconstrucción personal, nació “Mama, I’m Coming Home”, una balada melancólica y poderosa que desnudó a Osbourne como nunca antes. La canción fue coescrita con su guitarrista de confianza Zakk Wylde y con su viejo amigo Lemmy Kilmister, el inquebrantable líder de Motörhead. Juntos, construyeron una pieza que no sólo desentonaba por su tono en el álbum, sino también por su honestidad emocional.
Una canción dedicada a Sharon
Aunque su título podría sugerir una oda materna, “Mama” es, en realidad, el apodo cariñoso con el que Ozzy se refería a su esposa Sharon. Ella fue quien lo sostuvo durante sus peores momentos, quien creyó en él cuando parecía insalvable, y quien estuvo al otro lado del teléfono en incontables giras, escuchando esas mismas palabras que luego serían letra inmortal: “Mama, I’m coming home.”
“Llevaba un par de años dándole vueltas a la melodía, pero no tuve oportunidad de terminarla hasta que trabajé con Zakk en No More Tears”, recordó Ozzy en The Ozzman Cometh. “Por aquel entonces, Zakk y yo escribíamos mucho al piano. ‘Mama, I’m Coming Home’ era algo que siempre le decía por teléfono a mi mujer al final de una gira.”
En la letra, Ozzy se muestra frágil, dolido, consciente de sus errores y agradecido por el amor que le permitió sobrevivir:
“Me acogiste y me echaste / sí, me tenías hipnotizado / perdido y encontrado y dado la vuelta / por el fuego en tus ojos.”
Lemmy, la pluma inesperada
Uno de los detalles más curiosos detrás del tema es que gran parte de la letra fue escrita por Lemmy, una figura que, aunque igual de caótica que Ozzy (por cierto, un gran fan del equipo de futbol Aston Villa), tenía una pluma lúcida y certera. “Me escribió un montón de letras buenas”, recordaba Ozzy con gratitud. “Fui a su casa, le pedí ayuda, y cuando volví un par de horas después, me había dado cinco letras distintas. ¡Y todas eran geniales!”
Lemmy también participó en otros cortes del álbum como “Desire”, “Road to Nowhere” y la potente “I Don’t Want to Change the World”, que ganaría un Grammy en su versión en vivo. Pero fue “Mama, I’m Coming Home” la que capturó un momento vital: el renacer de un artista que había jugado demasiadas veces con la muerte.
@esquiremx Así era el amor que se tenían Sharon y OzzyOsbourne. Además de ser su esposa por 44 años, ella fue su representante cuando el cantante salió de BlackSabbath. Sharon perdonó algunos de los momentos más complicados como pareja y se mantuvo con él hasta sus últimos momentos de vida. #EsquireMx 📹 Getty Images
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El corazón del heavy metal
Aunque Osbourne había insinuado una sensibilidad emocional en canciones anteriores como “Flying High Again” (1981) o “Running Out of Time” (2001), “Mama, I’m Coming Home” fue la primera vez que esa vulnerabilidad se convirtió en el centro de una canción. El tema no sólo conquistó listas, también derribó prejuicios: el Príncipe de las Tinieblas también sabía llorar, también sabía pedir perdón.
A más de tres décadas de su lanzamiento, “Mama, I’m Coming Home” no ha envejecido. Sigue siendo himno y catarsis. Sigue acompañando a hijos que vuelven, a esposos que rectifican, a viajeros perdidos que encuentran el camino de regreso. Es la prueba de que incluso las almas más oscuras pueden escribir con luz.