Croacia es conocida por la belleza de sus playas y parques nacionales, por sus ciudades históricas como Dubrovnik y Split, que tienen una rica historia y arquitectura. Además, cuenta con una variedad de actividades al aire libre, como senderismo, rafting y esquí acuático.
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Carlos Sánchez Rey Elegimos la península de Istria como zona a explorar, una nueva Riviera a lo croata y empezamos en Pula, una ciudad costera en la punta de esta península. Famosa por su puerto protegido, la costa bordeada de playas y sus ruinas romanas. Se estableció en la era prehistórica y es valorada por su ubicación estratégica, debido a lo cual ha sido ocupada, destruida y reconstruida varias veces. Los romanos, los ostrogodos y los venecianos, además de las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial, han administrado la ciudad convertida hoy en destino privilegiado de descanso y cultura histórica. Su anfiteatro es el sexto más grande y mejor conservado de todos los que podamos encontrar.
Desde aquí partimos a uno de sus santuarios hoteleros, el Relais Chateau Meneghetti. A pocos kilómetros de esta ciudad, nos ofrece una perspectiva abierta al estar distribuido a la manera de un pueblo. Aquí vivía la familia Meneghetti en el s.XIX, que amplió la villa en 2010 para hacer de este viñedo un paraíso para los afortunados que se acercan a disfrutar de su enclave paradisíaco. Sus distintas piscinas ponen un toque azul en el verde de todo el recinto y las hileras de parras, en simetría absoluta, hacen de frontera ilusionante entre el cliente y la naturaleza. Los edificios en piedra albergan las habitaciones, aportando privacidad y confort en el entorno boscoso. Comer en cualquiera de sus restaurantes, bajo los árboles, junto a la piscina o con el emparrado como único techo es una delicia en sí misma. Las dos cartas disponibles ofrecen lo mejor de la tierra con una elaboración sencilla pero muy cuidada. No quisimos perdernos el bajar en bici al Beach Club. No nos arrepentimos y de hecho nos pasamos la tarde entera allí tirados en sus hamacas con el Mediterráneo como escenario sintiendo el tiempo pasar. Un dolce far niente con sello croata. También quisimos degustar los vinos de su bodega que son en sí mismo un motivo más que justificado para visitar este Relais Chateau que goza de los favores del campo y la playa en un mismo formato. Dejamos este resort no sin pena para dirigirnos a Rovjn, un puerto pesquero de la costa oeste de la península de Istria cuyo casco antiguo se encuentra en un promontorio y está repleto de casas muy juntas que llegan hasta la orilla del mar. Una maraña de calles adoquinadas conduce a la iglesia de Santa Eufemia, que se encuentra en lo alto de una colina y cuyo alto campanario domina el perfil urbano. Al sur del casco está Lone Bay, una de las playas de guijarros de la zona. Las 14 islas del archipiélago de Rovinj se encuentran frente a la costa adornando como un rosario de perlas al Grand Hotel Park, que será nuestro refugio perfecto. La entrada a la propiedad no puede ser más espectacular, con una cristalera interminable que sirve de balcón para asomarte desde cualquier punto a esa ciudad vieja, que se encarama a una colina dejándote poso en la retina para unos días o unos meses. Sin duda esta es la definición perfecta del efecto “wow” firmado por un grande del diseño de interiores, Piero Lissoni y 3 LHD Studio. Una biblioteca acristalada se asienta bajo un lucernario en la inmensidad del hall que se hace cálido con su mobiliario exquisitamente elegido. Trufado de piezas del diseño contemporáneo, encontramos tesoros de Sottsass, Lissoni o Morrison entre otros.
Bajamos a la habitación que con su doble altura nos deja boquiabiertos. Dos plantas de buen gusto donde lo esencial se adueña del espacio con inteligencia y estilo. Sin duda un espacio para disfrutar y desde el que disfrutar. Nos encantaron sus restaurantes, Laurel & Berry, espectacular con su producto fresco a rabiar, su espacio indescriptible y su servicio impecable. Adriatic Brasserie nos recuerda los edificios parisinos decimonónicos con un aire ecléctico internacional y su terraza a la calle y al mar. Sus platos exploran el pasado gastronómico del país re visitando viejos clásicos como el pato o los distintos tipos de pescados locales para acabar con dulces deliciosos que nos invitan a volver. Dejamos para el final la joya de la corona, el CAP Áureo y aquí la exquisitez se adueña desde el primer momento de la sala con una luz tenue pero precisa y un servicio del más alto nivel que te hace sentir absolutamente cuidado. Un ejército de camareros en riguroso negro nos presenta plato tras plato con una delicadeza y un conocimiento insuperable. Nuestro paladar se felicita cada vez que una nueva obra de arte hecha vajilla se asoma. El desfile de sabores no deja lugar a duda, estamos en uno de los templos croatas erigidos a la cocina de autor donde maridan con maestría sus vinos patrios que ya tienen un gran peso en la escena internacional. Quizá por eso haya tenido dos recomendaciones a estrella Michelin. Salir a correr o caminar entre sus bosques de pinos, encinas y robles por sus cuidados caminos es una terapia en sí misma para todos los sentidos con vistas impresionantes que no paran. Las olas revoletean blancas contra las rocas con ritmo y sencillez mientras el horizonte se trufa de islotes que nos recuerdan las islas de Thailandia. No hay mejor terapia exceptuando el tratamiento a base de aceite de oliva que tienen en su increíble spa.
Un espacio de armonía sensorial donde el buen gusto y la paz llenan el espacio con ingenio, mesura y notas relajantes. La piscina infinity es realmente un balcón a un paisaje que sólo te permite mirar. No puedes decir nada porque el vocabulario se reduce a un “wow”, el mismo que se nos escapó desde el primer momento en que llegamos y que sólo es sustituido por un “ohh” a la hora de marcharnos, deseando poder volver pronto y recuperar otra vez la sensación del “wow” continuo, como el que nos genera la piscina de este hotel único. Uno de los más increíbles que hemos visitado. Espero que lo disfrutes.
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