Cuando se habla de Ed Gein, el “Carnicero de Plainfield”, es inevitable pensar en el horror. Pero cada vez que su historia vuelve a la luz —como ahora, con el estreno de Monster: The Ed Gein Story en Netflix— surgen las mismas preguntas: ¿quién fue realmente este hombre? y, sobre todo, ¿quiénes lo rodeaban? Entre esas figuras envueltas en misterio aparece un nombre que ha despertado especial curiosidad: Adeline Watkins, la mujer que muchos aseguran fue la novia del asesino.
La mujer detrás del mito
Adeline Watkins vivía en el mismo pueblo que Gein: Plainfield, Wisconsin, un lugar pequeño y silencioso donde todos se conocían. En 1957, cuando la policía detuvo a Gein y descubrió los horrores escondidos en su granja —cuerpos profanados, restos humanos convertidos en objetos—, el nombre de Adeline empezó a circular entre los vecinos y los reporteros como un eco que nadie esperaba escuchar.
Ella misma avivó el rumor. Días después del arresto, declaró al Minneapolis Tribune que había mantenido una relación romántica con Ed Gein durante más de veinte años, que incluso estaban comprometidos. Dijo que era “un hombre bueno y dulce”, alguien que “nunca le había hecho daño a nadie”. Sus palabras sorprendieron a todos: ¿cómo podía alguien tan cercano al asesino hablar de ternura?
Pero el espejismo duró poco. Dos semanas más tarde, Adeline se retractó. En una entrevista con el Stevens Point Journal, aseguró que todo se había “malinterpretado” y que su relación con Gein fue amistosa, superficial, nada más. Dijo que lo conocía desde hacía dos décadas, que él solía visitarla en casa de su madre y que alguna vez habían ido juntos al cine. Nunca, recalcó, había pisado la granja de Ed Gein.
Entre la realidad y la ficción
A partir de ahí, el nombre de Adeline Watkins quedó suspendido entre la duda y la leyenda. ¿Mintió en su primera versión? ¿O quiso borrar de su vida un pasado incómodo cuando entendió el monstruo que tenía enfrente? Lo cierto es que su figura encarna la frontera más peligrosa del crimen real: esa en la que lo cotidiano roza el abismo.
Netflix, con su nueva serie Monster: The Ed Gein Story, retomó esa ambigüedad y la llevó al extremo. En la ficción, Watkins —interpretada por Suzanna Son— aparece como una cómplice y confidente del asesino. Pero los historiadores coinciden: esa versión es más invención que verdad. No hay pruebas de que Adeline haya participado en los crímenes, ni siquiera de que hubiera existido un romance real entre ambos.
What's the general consensus on Adeline Watkins?
— Buy My Girlfriend's Poetry Book! (@JohnnyBud) February 28, 2023
Did she really have a 20 year courtship w/ Ed Gein, only go on a handful of dates, or make the whole thing up?
Most recaps of Gein completely leave her out. And people back then were weird enough to lie about stuff like this. pic.twitter.com/uGzpTC7iHP
La sombra de Ed Gein
Adeline Watkins fue descrita por los periódicos como “una mujer sencilla, de flequillo canoso y gafas de pasta”. Tal vez por eso, su historia nunca tuvo el brillo morboso que atrajo a los medios. Pero su existencia nos recuerda algo esencial: Ed Gein no era un monstruo que vivía aislado en un bosque, sino un hombre que saludaba en la calle, que iba al cine, que conversaba con mujeres del pueblo.
Adeline fue, probablemente, una testigo involuntaria de ese lado humano que hacía posible el horror. Una figura que se movía en el límite entre la rutina y la pesadilla, entre el afecto y el miedo.
Y aunque nunca sabremos qué sintió realmente por Ed Gein, su nombre sigue apareciendo, cada vez que el caso resurge, como una sombra que insiste en recordarnos lo más inquietante de toda esta historia: que incluso el monstruo más terrible puede parecer, por un momento, un hombre común.