Salar de Uyuni: la suerte de estar salado

En Bolivia no hacen falta milagros para montar dinosaurios ni caminar sobre mares de nubes. En manos de Hidalgo Tours, una visita al salar más grande del mundo es suficiente.

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A más de 3,600 metros sobre el nivel del mar todo adquiere otras dimensiones. Incluso subir escalares se convierte en una hazaña digna de podio. Es justamente ahí, muy por encima de la línea de los árboles, donde Bolivia esconde su mayor atractivo turístico. Bueno, esconder, lo que se dice esconder, tampoco.

En el departamento de Potosí, ese al que vinculamos con riqueza mineral en todo el mundo hispanoparlante, descansa el salar más grande del mundo. Se trata de Uyuni: una plancha monumental, cubierta por cristales de cloruro de sodio, con una superficie mayor a la de países como Luxemburgo, Chipre o Puerto Rico.

El salar de Uyuni es tan grande que puede ser visto desde el espacio y es tan salado que las formas de vida son contadas. Siendo Bolivia un país que presume derroches de verdor amazónicos, ¿por qué es Uyuni el destino que acapara la atención? La respuesta tiene que ver con perspectiva.

En Uyuni estrellas relativamente lejanas parecen verdaderas vecinas y volcanes relativamente cercanos parecen apenas colinas. En la época correcta, un poco de lluvia basta para verse reflejado en el cielo. Y por el contrario, cuando sea, un arsenal de ladrillos de sal bastan para construir el refugio más dulce.

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Lluvia en Uyuni: un cachito de cielo en la tierra

La grandeza del salar de Uyuni impresiona siempre. Con ayuda de la altitud, cualquier época del año es buena para comprobar que este sitio roba el aliento en más de un sentido. Cuando se trata de temporadas, sin embargo, hay un momento especialmente codiciado. Aquí, las lluvias llegan con halos celestiales.

Mientras que la mayoría de los destinos batallan para atraer visitas cuando llueve, el salar de Uyuni hace lo contrario. ¿La razón? Una tormenta pasajera, como suelen serlo, basta para crear un espejo natural que se extiende hasta el horizonte. Pasada la lluvia, el salar se convierte en un cachito de cielo en la tierra.

Conocido como espejo de agua, el reflejo es perfecto para producir fotos de ensueño y para comidas itinerantes que ameritan pellizcos para probar que son reales. La temporada de lluvias en Uyuni es de diciembre a abril. Eso sí, no se puede todo. Cuando el agua abunda resulta imposible visitar las islas colmadas de cactus en el centro del salar. Unas por otras.

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Palacio de Sal: el hotel visionario que hizo historia

El salar de Uyuni sorprende de día, pero se disfruta distinto al calor de una fogata entrada la noche. Cuando el sol cede protagonismo a otros elementos, brillan también las estrellas, el silencio y los vientos fríos que bastan para congelar postres de forma natural. No son muchos los hoteles a orillas del salar, pero los hay.

Concebido en 1998, el Palacio de Sal fue el primer hotel de su tipo. Muchas cosas han cambiado en casi tres décadas, incluidas la ubicación del edificio y la aparición de propiedades que han seguido los mismos pasos. Lo que no ha cambiado, ni siquiera con la mudanza, es el material de la construcción. El Palacio de Sal está erigido con el ingrediente que le da nombre.

Además de la arquitectura, el Palacio de Sal es un ícono por varias razones. No solo se trata de un edificio de sal, sino de un hotel de lujo. La lista de atractivos de la propiedad incluye un mirador panorámico, spa con circuito de hidroterapia y un bar al aire libre especializado en mixología. En el salar, mejor que una puesta de sol, es eso mismo con un trago de autor.

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Exploración altiplánica: tesoros más allá del salar

El salar de Uyuni es la joya del altiplano boliviano, pero no es su único atractivo. A los laberintos de sal, las excursiones para subir volcanes y las sesiones fotográficas para jugar con la perspectiva y montar dinosaurios, el altiplano suma un arsenal de tesoros naturales. Sal aparte, Potosí es un vergel de altura en el que conviven humedales, montañas, géiseres y animales.

No muy lejos de Uyuni, la reserva nacional de fauna andina Eduardo Abaroa revela la presencia de paisajes que parecen imposibles. El área natural protegida, una de las más grandes del altiplano boliviano, alberga lagunas coloradas habitadas por cientos de flamencos, lagunas verdes casi tan saladas como el salar mismo y aguas termales verdaderamente naturales.

Otro atractivo inagotable del altiplano es su valor paisajístico. Aquí, más seguido que no, el camino es un fin. Transitar estas tierras, muchas veces sin caminos marcados, no es cosa fácil. Eso sí, la recompensa es enorme. Con la compañía adecuada, este rincón de Bolivia comparte pinturas rupestres, cuevas custodiadas por búhos y cañones que no le piden nada al Colorado.

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Guía Práctica

¿Cómo llegar y cuándo visitar Uyuni?

La oferta de vuelos internacionales en Bolivia es limitada. Los aeropuertos de El Alto, cerca de La Paz, y Viru Viru, cerca de Santa Cruz de la Sierra, son las principales puertas de entrada al país. Ambos destinos ofrecen conexiones domésticas al aeropuerto de Uyuni, el más conveniente para recorrer el salar y el altiplano potosino.

El salar, como sus alrededores, se pueden visitar todo el año. En general, los días suelen ser templados y las noches frías. En los meses secos de invierno, entre mayo y agosto, no son raros los amaneceres con temperaturas negativas. La época de lluvias es ideal para ver el espejo de agua, pero es también cuando se cortan los caminos y hay más gente.

¿Cómo moverse en el altiplano boliviano?

En algunos destinos un guía enriquece el viaje, en otros, es la diferencia entre una experiencia memorable por razones correctas o equivocadas. El altiplano boliviano es parte de la segunda categoría. Para moverse en Potosí no basta un todoterreno, hace falta conocer el lugar y sus mañas.

Hidalgo Tours es una compañía boliviana que organiza viajes en Uyuni. Equipada con guías locales, mucha experiencia y una red de hoteles, ofrece itinerarios grupales y privados. Además de picnics con vino boliviano y paradas imprevistas para ver fauna, Hidalgo ofrece tranquilidad. El salar es encantador hasta que te descubres atascado en un camino improvisado.

Marck Guttman es fotógrafo, escritor y partidario del turismo sostenible y la conservación. Dirige el blog Don Viajes y ha publicado más de mil historias en medios como Esquire y National Geographic. Las montañas son su lugar feliz y el pan dulce su primer amor.

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