Liam Payne. Su voz y su guitarra

Liam Payne Esquire historia
Uno de los artistas jóvenes con mayor proyección internacional, un hombre feliz que –a falta de giras y conciertos– aprovecha la pausa mundial sin perder su camino. Desde Londres , en exclusiva para Esquire México, charla sobre lo vivido y lo que viene.
Por Benjamín Acosta y Daniela Valdez

Son pocas las personas que se ven en la posición de elegir entre una carrera como atleta de alto rendimiento o una reconocida estrella del pop. Sin duda ambas opciones implican sacrificios extraordinarios desde muy temprana edad que solo pocos están dispuestos a cumplir: disciplina, pasión, talento, vivir lejos de la familia y amigos, poco hogar, muchas horas de soledad, dinero y todo lo que la fama conlleva, para bien o para mal. Es el caso de Liam Payne, quien de niño soñaba con ir a las Olimpiadas como corredor y, al mismo tiempo, le prestaba una atención muy especial a la música. Al final, Payne, después de experimentar la frustración que supone la carrera de un atleta, y que la vida misma le mostrara que su camino iría por otro lado, decidió enfocarse en la música. Hoy no cuesta trabajo reconocer al atleta en su cuerpo marcado y tatuado –y en ese rostro perfectamente afeitado como recién salido del aparador de una tienda exquisita–, pero en el deporte la competitividad nos es un asunto negociable; por más esfuerzo que pusiera en ello, difícilmente llegaría al nivel que necesitaba para integrar el equipo olímpico representante de Inglaterra en pruebas de velocidad. El mundo del arte le ofrecía, en cambio, una forma más libre de expresarse y de ser. De alguna manera, Liam entendió que no cumplir su meta deportiva, no implicaba –necesariamente– recriminarse o culparse. Por el contrario, hoy, cuando mira al pasado, entiende que logró reconocer a tiempo su error al confundir una actitud obsesiva con una verdadera pasión. “El esfuerzo es lo que realmente cuenta. Haberlo intentado fue fundamental, pero también entender que si no resultaba, simplemente no era para mí”, reflexiona en una llamada telefónica desde Londres, donde vive. “Es un proceso, como sucede prácticamente con cualquier tema en la vida. Tampoco hubiera imaginado estar en el lugar donde me encuentro ahora”, puntualiza, refiriéndose a las puertas que se cierran para transformarse en valiosas señales de vida. Y no me refiero a la frase de Samuel Beckett: “Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Intenta otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”. Años después, Payne estaría enfrentándose a la frustración de nuevo, ahora frente al jurado de The X Factor; sin embargo, esta vez no estaba solo: a partir de ahí seguiría su camino junto a Harry Styles, Niall Horan, Zayn Malik y Louis Tomlinson, con quienes formó una de las boy bands más importantes en su momento: One Direction. Este pasado mes de julio, Liam y compañía mostraban su cariño en redes sociales al cumplirse una década del nacimiento de la banda, lo que despertó muchos rumores sobre un posible reencuentro.

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Foto: Charlie Gray

Pero volvamos a los inicios: la competencia estaba cerrada entre Rebecca Ferguson y Matt Cardle, quien resultó ser el ganador. Esa noche cantaron “She’s the One” junto con Robbie Williams, lo que les ganó la total atención del público, un logro difícil de alcanzar en la era de la producción musical de alta calidad que se puede hacer hasta en casa, además de lo difícil que es destacar entre la infinidad de posibilidades que ofrece el pop. A pesar de haber quedado en el tercer lugar del programa y después de que la jueza Nicole Scherzigner sugiriera que los cinco formaran un grupo, el afamado productor Simon Cowell decidió apadrinarlos y firmarlos con el sello discográfico Syco. El resto es historia. Una vorágine de reflectores, flashes, aviones, estadios abarrotados, discos de platino, cuartos de hotel, fans por doquier... Payne se convirtió en una de las figuras más populares de la música del momento, en un fenómeno que los colocó en el número uno de las listas de ventas con Up All Night (2011) y Take Me Home (2012), sus dos primeros álbumes, antes de lograr convocar a 3.5 millones de personas en la gira mundial originada por su tercer álbum Midnight Memories, en 2013, y más de cuatro millones de copias vendidas alrededor del mundo, lo que no es poca cosa. “La experiencia dentro del grupo me dejó un montón de grandes momentos. Considero que cada uno de nosotros se encontró en el lugar y en el momento preciso para que todo sucediera. La pasamos bien juntos, compartimos el sentido del humor y existe mucha confianza, fue un gran aprendizaje. Ahora no pierdo de vista lo que me apasiona y me hace sentir bien; para que las cosas funcionen, todo está en uno”. La banda finalmente se separó en 2016, en términos amistosos.

Liam Payne Esquire proyectos

Foto: Charlie Gray

Más adelante, el artista británico reconocido por canciones como “Strip that Down” y “For You”, confesaría la de- presión en las noches de soledad y el agotamiento luego de estar rodeado de miles de fanáticos, necesitando un periodo de descanso total y sesiones de terapia. Claro, cuando a los 17 años se tiene todo, difícilmente logras mantener el suelo firme bajo los zapatos. Sin embargo, hoy Payne se encuentra en un gran momento, recién comprometido con su novia, la modelo Maya Henry, y formando parte de la vida de su hijo Bear, producto de una relación que mantuvo desde 2016 con Cheryl Cole, la cantante británica de 37 años. Ambos se cruzaron por primera vez durante la edición 2008 de The X Factor y decidieron estar juntos de 2016 a 2018. “Pasar más tiempo con mi novia y mi hijo es algo que quiero”, declara cuando le preguntamos sobre la importancia que le da al tema personal. Tras el confinamiento y lo que vive la humanidad, echa de menos los shows en vivo. “Son una de las razones más poderosas por las cuales me dedico a esto. La era Covid-19 y sus limitaciones lo han dejado todo en pausa. Es algo que extraño, porque recorrer el mundo protagoniza entre lo que más me entusiasma”, afirma Payne, quien debutó en solitario con el álbum LP1, firmado por Capital Records en 2016, después de que sus excompañeros de banda lanzaran proyectos como solistas. Aunque resulta difícil no comparar los discos de los integrantes de la banda, la música de Payne es un pop divertido, de club, bien producido, pegajoso, con guiños a la electrónica y al hip hop. En ella podemos reconocer la llamada “voz aterciopelada” que presenta silencios perfectos entre beats, cumpliendo con lo que se espera de un buen disco de pop. Es posible ver sus horas de exploración sonora y estudio en tecnología musical, inspirado en Justin Timberlake tras escuchar el álbum Justified (2002). “Cuando estaba en la escuela no era muy bueno para concentrarme lo suficiente en ciertas materias. Solo me enfoqué en hacer una cosa: comprender en términos generales cómo funcionaba todo”, reconociendo su apuesta por la creatividad, más que por la técnica. El cantante y compositor, nacido el 29 de agosto de 1993, devela el motor creativo que lo mantiene en movimiento, demostrando que las oportunidades hay que aprovecharlas al máximo. De ahí, por ejemplo, las colaboraciones con Ed Sheeran y Zedd, así como con J. Balvin con la rítmica canción “Familiar”, cuyo video registra más de 122 millones de vistas. “Me nutre mucho tener la oportunidad de colaborar con otros artistas,” afirma. A pesar de abarrotar estadios más de una vez, los sentimientos sobre el escenario siguen presentes, acompañados por la emoción y los nervios. “Siempre he pensado que es algo bueno, significa que sigue siendo como la primera vez. Y es positivo porque me mantiene enamorado de lo que hago, un asunto inevitable que he aprendido a disfrutar. De lo contrario, creo que se convertiría en parte de una rutina sin emoción alguna, sin esa curiosidad por descubrir nuevas sensaciones”, admite el músico de 27 años que ha pisado escenarios de los cinco continentes, parte del resultado de la fama sin cortapisa que generó One Direction y que hoy, por utilizar solo el termómetro frívolo de las redes sociales, tiene tras de sí a 20.9 millones de seguidores en Instagram y más de 33 millones en Twitter (al momento de escribir esta nota). Sin embargo, a pesar de la fama y el reconocimiento, Payne sigue humilde, como lo era en su pueblo natal de Wolverhampton, Reino Unido. Por eso reconoce a sus colegas y agradece las alianzas musicales. Está convencido de la importancia de las cosas sencillas como uno de los principales propulsores de la vida: “Me entusiasma muchísimo escuchar una grabación saliendo del estudio mientras conduzco de regreso a casa. Pienso en cómo hace unas cuantas horas esa melodía no existía”. Usando canales como su voz y su guitarra, Liam James Payne continuó desarrollando las mismas aptitudes artísticas que descubrió a los 12 años, días en los que formaba parte de un grupo de artes escénicas. Fue así cómo el teatro le reveló la magia que nace al pararse frente al público, incentivando la seguridad en sí mismo y su capacidad expresiva. Y en ese contexto, no podemos dejar de mencionar la fragilidad: Payne ha superado el acoso escolar, aunque cueste trabajo imaginarlo, y una enfermedad congénita en el riñón que le ha traído varios problemas, enfrentándola gracias a un tratamiento médico, lo que hizo que no viviera una infancia completamente idílica y feliz. Incluso llegó a aprender un poco de boxeo para no ser intimidado tan fácil por quienes intentaban agredirlo en el colegio, a causa de ser un muchacho que atendía puntualmente sus deberes. Esa misma sabiduría que fue adquiriendo para manejar lo amargo, después de pasar años formativos tan definitivos y en circunstancias extraordinarias, le ayudó a canalizar un episodio oscuro y seguir preparándose para levantarse de nuevo, y cada vez más firme, en el escenario, aunque desde muy temprano era fácil reconocer su temple, confirmado por una ovación de pie de varios minutos tras su impecable interpretación del clásico “Cry Me a River”. Esa noche de 2010 se recuerda entre las más célebres de The X Factor y de las más importantes en su carrera.

Liam Payne Esquire vida

Foto: Charlie Gray

Si bien ya no es un deportista de alto rendimiento, la fuerza de la costumbre ha hecho que se mantenga en forma: “La disciplina hace que mejores la técnica y descubras nuevas posibilidades”, afirma quien durante su adolescencia se levantó cada mañana para correr diez kilómetros. Además, la meditación encabeza actualmente sus prioridades. “Me parece una estupenda forma para mantenerte en control. Tener la mente clara ayuda a ser más ágil y preciso en las acciones y decisiones de cada día. Por temporadas asisto al gimnasio también. Todo ello me permite estar más concentrado y consciente de lo que sucede a mi alrededor”. Tiene un físico envidiable que le ha permitido hacer campañas para marcas como HUGO, de la que es embajador global (ya son dos las colecciones cápsulas para la marca que han creado en conjunto), así como de fragancias y de líneas de lentes –solares y de vista–. “Los lentes pueden transformar un atuendo y darle un toque realmente individual” dice. “Me encanta que se han arriesgado en el diseño usando formas, colores y materiales inesperados”. Por si ser una estrella internacional, padre, y deportista con una relación estable no fuera suficiente, Liam ha encontrado una válvula de escape más allá de la música. “La pintura y el dibujo son prácticas increíbles. Explorarlos me conducen a un nivel de concentración tan particular que, si no fuera la música, probablemente me dedicaría a ello... Ambas actividades consiguen liberarme de una forma asombrosa. Recientemente, han sido la manera de ubicarme en una realidad paralela y reconfortante”. Un escape en tiempos de contingencia, con el cual es capaz de reforzar ese balance tan necesario para todos y todas. “Nunca espero gran cosa, me muevo en los límites que considero útiles para encontrar nuevas posibilidades. Me parece que es importante estar consciente de lo que eres capaz de hacer en la vida, sin esperar que ocurran milagros. Solo mantener los ojos bien abiertos para aprovechar todo de la mejor manera posible”. A los 27 años podemos escuchar en la voz, en las palabras y en los álbumes de Payne una madurez que se va afianzando, es evidente que cada actividad que integra a su vida le permite observarse a sí mismo y reflexionar. “Me gusta experimentar la sensación de sentirme ubicado para saber qué debo proponer personal y profesionalmente. La meta en mi vida es muy simple: ser feliz. No se trata de un simple cliché, sino de algo que siento. Descubrir lo que trae consigo esa felicidad. Cada vez que salgo de la cama quiero sentir eso que me hace perseverar. Por eso es importante enfocarse en pocas cosas, agudizar esa entrega para hacerlo mejor y evitar que la energía se disperse. Tomar lo que tienes y asumirlo como una oportunidad”. Y es justo eso lo que transmiten las canciones de LP1: un hombre feliz que va encontrando su camino.