Netflix nos sumerge en el misterio una vez más. Con Sirens, su nueva miniserie cargada de misterio, intriga psicológica y una buena dosis de “¿esto podría pasar en la vida real?”, la plataforma ha despertado la conversación sobre uno de los temas más fascinantes (y aterradores) del mundo moderno: los cultos.
Pero Sirens no es una serie sobre túnicas, cánticos ni rituales a medianoche. Es mucho más sutil, elegante y peligrosa. Aquí, el control mental viene en forma de carisma, exclusividad y promesas de una vida mejor. Y en el centro de todo está Michaela Kell, interpretada por una hipnótica Julianne Moore, que juega con nuestra percepción de lo que realmente es un culto.
Julianne Moore: la nueva gurú del thriller psicológico
Desde la primera escena, Michaela se roba toda la atención. Es sofisticada, elegante y posee ese magnetismo que te hace querer escuchar cada palabra que dice. A su lado está su esposo Peter (Kevin Bacon), igual de enigmático, y una isla remota que parece sacada de un catálogo de lujo.
La historia comienza con Devon (Meghan Fahy), una mujer con una vida complicada, que viaja a esta isla para reconectar con su hermana menor Simone (Milly Alcock). Lo que descubre no es solo un paraíso aislado, sino una comunidad con reglas muy claras, liderada en espíritu por Michaela y su misteriosa fundación. Simone ya ha caído en su órbita, y el cambio en su comportamiento es alarmante.
¿Fundación benéfica o culto de élite?
Técnicamente, Michaela no dirige un culto… o al menos no uno que se reconozca como tal. Pero cualquiera que haya leído sobre dinámicas sectarias reconocerá los patrones:
- Seguidores que veneran y copian a su líder.
- Control sutil disfrazado de “guía espiritual” o “bienestar personal”.
- Aislamiento progresivo del mundo exterior.
- Un sistema de normas implícitas que todos siguen sin cuestionar.
La fundación de los Kell opera bajo la fachada de exclusividad y bienestar, pero su estructura tiene todas las señales de alerta de un culto moderno. Y aunque Michaela no exige adoración religiosa, su influencia es absoluta.
Inspiración mitológica: sirenas modernas y control emocional
La creadora de Sirens ha declarado que la serie toma inspiración de la mitología griega, en especial de las sirenas: aquellas criaturas que atraían a los marineros con su canto para hacerlos naufragar. Michaela es esa sirena moderna. No canta, pero seduce con sus palabras, su presencia, su promesa de una vida “mejor”.
Simone no solo admira a Michaela; quiere ser Michaela. Es una dinámica de poder disfrazada de mentoría, y eso hace que la historia sea tan inquietante. Porque todos, en algún momento, hemos sentido el deseo de pertenecer, de tener una figura que nos diga qué hacer y cómo vivir mejor. Eso es exactamente lo que muchos cultos explotan… y lo que Sirens retrata con inquietante precisión.
Cultos modernos: más cerca de lo que creemos
La serie nos recuerda que los cultos no siempre se parecen a lo que vimos en los 70 u 80. Hoy pueden adoptar formas nuevas, desde comunidades wellness hasta escuelas de actuación. Ejemplos de ello los encontramos en el Chung Moo Quan, un culto de Kung Fu en EE. UU.; Eternal Values, que reclutaba modelos y prometía fama, o incluso grupos obsesionados con maratones y rendimiento físico extremo.
Si te gustan las historias con múltiples capas, personajes magnéticos y una ambientación tan hermosa como inquietante, Sirens es para ti.
Sirens es un thriller elegante que juega con nuestros miedos más profundos: perder el control, perder a alguien que amamos o descubrir que la persona que admiramos no es quien creíamos. Julianne Moore brilla como una figura de poder suave pero implacable, y la serie nos deja con una advertencia muy clara: no todas las sectas llevan túnicas… algunas visten de seda, viven en islas y tienen fundaciones benéficas.