¿Qué le pasó a Héctor Germán Oesterheld? La trágica historia del creador de ‘El Eternauta’

Hoy, con la adaptación de El Eternauta en Netflix es necesario recordar que detrás de cada viñeta hay sangre, memoria y resistencia.

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NETFLIX

Hablar de El Eternauta es hablar del héroe colectivo, de la lucha contra lo inexplicable, del valor en tiempos de oscuridad. Pero también es hablar de su creador, Héctor Germán Oesterheld, un autor cuya historia personal terminó por fundirse con la tragedia que denunció en sus viñetas.

El 27 de abril de 1977, mientras vivía en la clandestinidad, Oesterheld fue secuestrado en La Plata por un grupo de tareas de la dictadura militar. Tenía 57 años y era considerado una amenaza no por las armas —que nunca empuñó— sino por sus ideas. Militante de Montoneros, su trinchera fue siempre la palabra. Su arma, la historieta.

Escribía con una lucidez feroz. Incluso en la clandestinidad, incluso después de haber perdido a sus cuatro hijas —todas secuestradas y asesinadas por el régimen—, siguió escribiendo. Su testimonio final, y su acto de resistencia más poderoso, fue El Eternauta II, una historia donde ya no hay metáforas: la distopía es la Argentina real de 1976.

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Héctor Germán Oesterheld

El Vesubio: el infierno bajo tierra

Uno de los últimos lugares donde se lo vio con vida fue el centro clandestino El Vesubio, en Aldo Bonzi. Allí compartió cautiverio con el psicólogo Eduardo Arias, quien relató una escena estremecedora: la Nochebuena de 1977, Héctor —desnutrido, enfermo, con 60 años— pidió ir celda por celda para saludar a sus compañeros. Su cuerpo estaba roto, pero no su humanidad.

Arias lo describió como un hombre noble, que jamás perdió el respeto por los otros. En medio del horror, Oesterheld se aferraba a la dignidad como último bastión. Su presencia era, incluso en el cautiverio, un acto de resistencia cultural.

La familia como blanco

El caso Oesterheld no es una historia de un solo desaparecido. Es la historia de una familia aniquilada. Su esposa, Elsa Sánchez, sobrevivió para contar el dolor más extremo: la desaparición de sus cuatro hijas, todas jóvenes, todas militantes. Marina, la menor, fue secuestrada embarazada de ocho meses. También sus yernos fueron asesinados. También sus nietos por nacer.

“Diez personas desaparecidas en mi familia. Pero prefiero recordar los años en los que fui feliz”, dijo Elsa alguna vez. Su frase no es una rendición: es una elección consciente de la memoria desde el amor, una forma de vencer al odio.

El Eternauta II: el grito final

Antes de ser capturado, Oesterheld terminó clandestinamente El Eternauta II. A diferencia de la primera versión, esta secuela no disimula su mensaje: es una denuncia directa a la dictadura, un relato político sin velos. Juan Salvo, el protagonista, ya no lucha contra una invasión extraterrestre simbólica. Ahora combate contra un sistema opresor que se parece demasiado al régimen argentino.

La figura del “autor” aparece como personaje dentro de la historia, fusionando la ficción con la biografía. El Eternauta II no solo anticipa la tragedia: la encarna. Es el último acto de un hombre que usó la ficción para decir la verdad.

Una muerte sin cuerpo, una vida con legado

No hay registros oficiales de su asesinato. Se presume que fue asesinado entre fines de 1977 y comienzos de 1978. Como tantos desaparecidos, su cuerpo no fue recuperado. La dictadura intentó borrar su existencia, pero no pudo con su obra.

Gracias a Elsa y a sus nietos sobrevivientes, una valija con manuscritos fue rescatada y conservada. En ella estaba parte de su legado, ese que hoy descansa en la Biblioteca Nacional, ese que aún interpela a nuevas generaciones. Porque si El Eternauta sigue vivo, es porque su autor nunca se rindió.

Una invasión real

Cuando vemos a Juan Salvo luchar contra la nevada mortal en Buenos Aires, también vemos a Héctor resistiendo desde su máquina de escribir. No fue solo un narrador de aventuras: fue un cronista de su tiempo, un testigo que usó la ficción para denunciar una realidad demasiado cruda.

Hoy, con la adaptación de El Eternauta en Netflix es necesario recordar que detrás de cada viñeta hay sangre, memoria y resistencia. Que su autor no imaginó solo una distopía: la vivió. Que no fue vencido: fue desaparecido. Pero nunca silenciado.

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