Cuando Guillermo del Toro habla de rescatar la tradición del cine clásico, no es una declaración menor. Su versión de Frankenstein para Netflix —quizá la más ambiciosa en décadas— es una carta de amor al gótico, a la artesanía cinematográfica y a la obsesión por el detalle. Pero más allá de su estética sombría y su historia de dolor y creación, algo salta a la vista en cuanto aparece la primera mansión: los escenarios acompañan la narrativa y también la moldean.
Y sí, muchas de esas casas existen y puedes visitarlas.
A continuación, te contamos dónde se filmó realmente esta nueva adaptación, y por qué estas locaciones se han convertido en un fenómeno para los amantes del cine, la arquitectura y el estilo de vida.
Un rodaje entre continentes: así comenzó la travesía
Para Del Toro, encontrar los lugares perfectos tomó años. Quería que la película se sintiera como un clásico de Hollywood en su época dorada: exquisita, operística, tangible.
El rodaje arrancó en Toronto, Canadá, a inicios de 2024; de ahí, el equipo viajó por Reino Unido para cazar exteriores con carácter histórico y texturas reales.
“En esta película todo fue creado. La mayoría está hecho a mano”, explicó Del Toro. Y se nota: cada estancia, cada escalera y cada sombra pertenecen a sitios donde el tiempo parece suspendido.
Las mansiones que dieron vida a la casa de Victor Frankenstein
La Wilton House (Wiltshire, Inglaterra): el tesoro cinematográfico es una residencia del XVIII conde de Pembroke, esta joya palladiana fue uno de los lugares favoritos de Del Toro. No solamente por su elegancia, sino por su aura cinematográfica: aquí también se rodó Barry Lyndon, una de sus películas preferidas de Kubrick.
En Frankenstein, Wilton House aporta dos escenarios clave: el comedor principal, cargado de dramatismo barroco, y el cementerio, pieza esencial en el imaginario gótico.
La buena noticia: aunque está cerrada por temporada, reabrirá al público en Semana Santa de 2026.
Por otro lado está Burghley House (Lincolnshire), cuyos salones parecen una sala de ópera. El Gran Salón, la Sala de Arcos y la Antigua Cocina de Burghley House fueron fundamentales para recrear los espacios interiores de la casa ancestral. Aquí, la opulencia es decorado, pero también es estilo de vida.
Edimburgo: la ciudad que Mary Shelley soñó y Del Toro revivió
Parte de la novela original transcurre en Edimburgo, y Del Toro decidió honrar ese detalle filmando en sitios históricos que parecen creados para un cuento gótico:
- Parliament Square
- Lady Stair’s Close
- Bakehouse Close
Y, por supuesto, la Royal Mile, donde rodar entre turistas se volvió toda una odisea.
Edimburgo aportó exactamente lo que Del Toro buscaba: “adoquines mojados, clima melancólico y una vibra gótica que no se fabrica, se hereda”.
El Ártico filmado sin CGI: la hazaña práctica de Del Toro
La película abre en un Ártico hostil, escenario crucial para entender la desesperación de Víctor Frankenstein. Para esas escenas, las nevadas se filmaron en el lago Nipissing, al norte de Canadá, y el barco se construyó por completo en un backlot de Toronto.
Nada de cortar la embarcación por la mitad y completar el resto digitalmente. Del Toro quiso que todo fuera real, visible, palpable. “Si estás dispuesto a entrar en esa estética, ya estás dentro del espíritu de Mary Shelley”, explicó.
Un Frankenstein hecho de piedra, viento y memoria
Más allá de sus criaturas y tragedias, Frankenstein es una película que respira por sus escenarios. Cada mansion británica, cada callejuela escocesa y cada tormenta canadiense forman un rompecabezas que extiende la narrativa más allá de la pantalla.
Si eres fan del gótico, de la arquitectura o simplemente de las producciones que apuestan por el detalle, esta cinta no solo te cuenta una historia: te invita a entrar en ella.