La historia que no conocías de la Flor de Nochebuena

¿Cómo una planta que crece en los cerros del sur mexicano terminó convertida en la especie más fotografiada de diciembre? Su historia tiene más de leyenda que de jardinería.

historia-de-la-flor-de-nochebuena.jpg

UNSPLASH

No hay Navidad sin libros de villancicos, sin luces que buscan parecer estrellas y sin ese destello rojo de la flor de Nochebuena —o cuetlaxóchitl, para quienes respetan su nombre original—. Esta flor es quizás el símbolo navideño más elegante que México ha regalado al mundo. Es un ícono botánico que carga historia prehispánica, diplomacia decimonónica y el suficiente dramatismo visual como para decorar desde un altar mexica hasta la Basílica de San Pedro.
Pero, ¿cómo una planta que crece en los cerros del sur mexicano terminó convertida en la especie más fotografiada de diciembre? Su historia tiene más de leyenda que de jardinería.

De Moctezuma a las fiestas decembrinas

La Nochebuena no nació en Europa, ni en invernaderos de alta gama: nació en México, específicamente en la zona de Taxco. Su nombre en náhuatl, cuetlaxóchitl, es tan poderoso como su color, y admite tres interpretaciones que parecen escritas para una saga épica: “flor de pétalos como cuero”, “flor de fuego” y “flor que se marchita”. Los mexicas no la veían solo como un ornamento: era una planta de prestigio y de utilidad.
De acuerdo con los relatos históricos, Moctezuma II quedó cautivado con su color imposible. Ordenó cultivarla en los jardines reales de Tenochtitlán, donde no solo decoró ceremonias, sino que se utilizó con fines medicinales: para tratar problemas del corazón y afecciones respiratorias, e incluso para estimular la producción de leche materna. Una flor bella, pero también práctica: la estética prehispánica nunca estuvo peleada con la ciencia.

La conquista, la evangelización… y el nacimiento del símbolo navideño

Los franciscanos que llegaron a la Nueva España entendieron algo clave: si querían que los indígenas aceptaran el catolicismo, debían tejerlo con elementos que les resultaran familiares. Así que la Navidad llegó, pero con sabor local. La cuetlaxóchitl se convirtió en un ornamento de los templos durante las fiestas decembrinas. ¿Por qué? Porque su floración coincidía con diciembre. Y justo en ese contexto nació el nombre con el que hoy la conocemos: flor de Nochebuena.
Así, la flor que antes decoraba palacios mexicas comenzó a iluminar atrios y nacimientos. En pocas décadas pasó de símbolo de poder imperial a símbolo espiritual, y fue solo cuestión de tiempo para que el mundo quisiera el tesoro.

historia-de-la-flor-de-nochebuena.jpg

PEXELS

El flechazo internacional: Filadelfia, Europa y el Vaticano

En 1825, Joel Roberts Poinsett —diplomático estadounidense y botánico obsesivo— visitó Taxco. No volvió con artesanías ni plata: volvió con esquejes de Nochebuena. Los llevó a Estados Unidos, los cultivó y los presentó en Filadelfia, donde explotó la fiebre roja. Su apellido incluso terminó bautizando la flor en inglés: poinsettia.
Poco después, otro enamorado, el escocés Robert Buist, decidió que la cuetlaxóchitl debía cruzar el Atlántico. Desde Filadelfia la exportó a Europa, donde su éxito fue inmediato. Y en 1899, el Vaticano la convirtió en decorado oficial de la Navidad al colocarla en la Basílica de San Pedro. Desde entonces, ningún diciembre ha estado completo sin ese rojo profundo presidiendo los templos más imponentes del planeta.

Lo que la hace única (y lo que casi nadie sabe)

La flor de Nochebuena engaña a todos: no tiene pétalos. Lo rojizo que admiramos son hojas modificadas llamadas brácteas, que se tiñen en invierno. En realidad, la flor verdadera es pequeña y amarilla, casi desapercibida. Además, no es una planta pequeña. En estado silvestre es un arbusto que puede alcanzar cuatro metros de altura. Lo que compramos en maceta es una versión “domesticada”, diseñada para caber en la sala.
Hoy existen más de 300 variantes gracias a la manipulación genética: blancas, salmón, fucsias, moteadas, rosadas. Pero ninguna ha destronado al rojo original. Porque en Navidad, lo clásico siempre gana.

Por qué sigue siendo la reina de diciembre

La cuetlaxóchitl es una planta con memoria, con raíces que atraviesan imperios, religiones y continentes. Representa la adaptabilidad de México y se convirtió en símbolo global sin perder su identidad. Su color intenso remite a fuego, a vida, a ofrenda.
Al final, tener una Nochebuena en casa es mucho más que un gesto decorativo. Es recibir a una visitante prehispánica, diplomática y eterna. Una flor que viajó desde los jardines de Moctezuma hasta los altares del Vaticano, sin olvidar dónde nació. Un símbolo mundial… orgullosamente mexicano.

Te interesará
Conoce el pensamiento de Séneca a través de estas frases
En este día y a esta hora te espera la Luna
La pintura es un recordatorio de cómo Frida enfrentó la enfermedad, la soledad y la muerte con una mezcla de vulnerabilidad y valentía que sigue conmoviendo al mundo.
La conversación sobre masculinidad no puede quedarse atrás en un mundo que evoluciona.
Basta de repetir esto
Conoce el museo secreto que Guillermo del Toro construyó en su nueva película.