En el extremo oriental de Canadá, una provincia famosa por su folclor y su tradición pesquera esconde los secretos más profundos de la Tierra. Bueno, esconder, lo que se dice esconder, tampoco. En Terranova y Labrador, sitios arqueológicos con historias insospechadas y capas del planeta a las que rarísima vez tenemos acceso están descaradamente expuestos.
Opacados por icebergs colosales y frailecillos desinhibidos, muchos atractivos de Terranova y Labrador son un portal para viajar cientos, miles y millones de años atrás. Antes asociado con bacalao que con excentricidades geográficas, este rincón de Canadá es ideal lo mismo para ver viejos campamentos vikingos que para caminar sobre el manto superior de la Tierra.
Con Deer Lake como base, este recorrido en coche por la costa oeste de la isla de Terranova y la costa sur de Labrador basta para ver tres sitios catalogados como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Entrados en ruta, unos cuantos desvíos suman al itinerario faros históricos, cerveza artesanal y senderos para ver amaneceres dignos de postal.
Gros Morne: la Tierra expuesta
En gustos se rompen géneros, pero cuando se trata de naturaleza que roba el aliento y de clases de geología in situ, pocos sitios resultan más atractivos que Gros Morne. Este parque nacional, uno de tres en la provincia de Terranova y Labrador, es ideal para aprender sobre la cultura indígena mi’kmaq y para ver de cerca capas del planeta que extrañamente se nos revelan.
Con una extensión de 1,805 km², superior a la de ciudades como Singapur y Hong Kong, este parque nacional está compuesto por varios sectores abiertos al público. El que monopoliza la atención es Western Brook Pond. Una búsqueda en Google basta para entender razones: ¿a quién no le va a gustar un recorrido lacustre entre los montes Apalaches?
El paseo en barco viene bien para romperla en Instagram, pero la belleza superficial de Western Brook Pond es solo el más obvio de sus atractivos. Geográficamente hablando, este lugar es una locura. Se trata de un fiordo interior de agua dulce, fenómeno que no sucede muy a menudo, escoltado por paredes naturales de 600 metros de altura. Y este es solo el principio.
El sector Tablelands, menos vistoso de primeras, comparte paisajes con dejos lunares. Como si se tratara de cualquier cosa, las visitas pueden caminar sobre manto superior que fue empujado a la superficie por una colisión continental. ¡Y hay más! En la playa de Green Point, las paredes expuestas muestran la transición abrupta entre los periodos Cámbrico y Ordovícico.
L’Anse aux Meadows: vikingos en América
Gracias a su posición en el continente, tan septentrional como oriental, Terranova y Labrador siempre ha jugado un rol importante en los encuentros entre Europa y América. Los discursos historicistas simplones hablan de pioneros británicos y franceses en Canadá. Mucho antes de la colonización, sin embargo, ya habían pisado estas tierras otras culturas europeas.
Ubicado en el extremo norte de Terranova, L’Anse aux Meadows supone un cambio importante de paradigmas. Pese a su nombre, una mezcolanza de francés e inglés de origen incierto, el sitio histórico es relevante por presencia vikinga que data del siglo XI. Fuera de Groenlandia, este campamento es el único en Norteamérica con evidencia europea precolombina confirmada.
Los reductos de edificios de madera con césped y cientos de objetos vinculados con reparación de barcos comprueban la presencia nórdica en la región. A la datación con carbono y anillos de árboles se suman sagas vikingas que corresponden en tiempo y espacio. Hoy, el campamento es un museo de sitio en el que conviven muestras arqueológicas y representaciones teatrales.
Cerca de L’Anse aux Meadows, uno de los primeros 12 sitios inscritos como Patrimonio de la Humanidad, otros atractivos culturales conviven con escenas de un Atlántico bravío. Manejar pocos kilómetros más basta para ver el faro histórico de Fox Point y para probar las delicias caseras de Café Nymphe, postres con moras silvestres nativas como bakeapple y squashberry.
Red Bay: historia vasca en Labrador
Un ferry conecta al norte de Terranova con el sur de Labrador. La navegación, que toma menos de dos horas, es otro viaje en el tiempo. La provincia de Terranova y Labrador está una hora y media por delante de la provincia de Quebec. Como el ferry llega a Blanc Sablon, el pueblo fronterizo del lado de Quebec, la hora de salida del ferry es básicamente la de llegada.
80 kilómetros al norte de la terminal de ferry, el único sitio Patrimonio de la Humanidad en Labrador cuenta el vínculo entre la comunidad vasca y la provincia. No se trata de la historia más esperanzadora, pero da fe de una actividad habitual durante prácticamente todo el segundo milenio de nuestra era: la caza comercial de ballenas.
Entre 1530 y 1600, Red Bay sirvió como base para dos mil temporeros vascos procedentes de las actuales Francia y España. Estos hombres cazaban ballenas francas, llamadas así por ser las predilectas de la industria, para convertir su grasa en aceite y llevarlo a Europa. La práctica se extendió hasta que las poblaciones locales de cetáceos desaparecieron.
Aún en peligro crítico de extinción, las ballenas de los vascos cargan con el peso de la historia hasta en su nombre. La bahía de acantilados rojos, bucólica como es, nos recuerda las consecuencias de la caza industrial lo mismo de ballenas que de focas o de bacalaos. En un tono más alegre, cerca, Point Amour presume el título del segundo faro más alto de todo Canadá.
Guía Práctica
¿Cómo llegar y cuándo visitar?
Este recorrido es ideal para primavera, verano y otoño. Deer Lake es la principal puerta de entrada a la costa oeste de Terranova. El aeropuerto está conectado con las principales ciudades del este canadiense. Air Canada ofrece vuelos con una sola conexión desde Cancún, Ciudad de México y Monterrey.
El recorrido puede terminar en Labrador, pero es complicado. El aeropuerto de Lourdes-de-Blanc-Sablon, cerca de la terminal de ferry, tiene opciones limitadas de vuelos y arrendadoras de coche. Volver a Deer Lake es la opción sensata. El camino se acompaña con vistas del golfo de San Lorenzo y árboles que crecen torcidos por el viento, conocidos como tuckamore.
¿Dónde dormir?
Pese a la ubicación remota de Labrador y las comunidades pequeñas de la costa oeste de Terranova, hay varios hoteles a lo largo del recorrido. La mayoría de las opciones ofrecen habitaciones básicas y desayunos para salir del apuro.
A orillas de la bahía con la que comparte nombre, Neddies Harbour Inn ofrece spa y un restaurante que prioriza el uso de productos frescos de la región. Del otro lado de la ensenada, Gros Morne Inn ofrece jacuzzis con vistas envidiables y productos de compañías locales.
Marck Guttman es fotógrafo, escritor y partidario del turismo sostenible y la conservación. Dirige el blog Don Viajes y ha publicado más de mil historias en medios como Esquire y National Geographic. Las montañas son su lugar feliz y el pan dulce su primer amor.