Un mundo sin carne (sé consciente del cambio climático)

Sin carne

Sin carne... Cada fin de semana, un vecino prende el asador de su terraza y prepara la típica “carnita asada”. Yo vivo tres pisos arriba, pero el olor es tan fuerte que se mete a mi estudio y cuando lo percibo por algunos segundos recuerdo los años que pasé de mi infancia en Tampico, la famosísima “carne a la tampiqueña” y los asados que organizaba mi papá. Asar carne es una tradición familiar, un convivio, un momento de unión entre amigos. Y si no te has fijado, es principalmente una tarea de hombres. Tal vez el único día que un hombre cocina es cuando recurre a sus instintos más primarios, va al Costco (donde le revisan ilegalmente el ticket a la salida), escoge un buen corte- entre más sangriento y grasudo mejor- compra algunas verduras y las guarda en casa y descongela el día que recibe a los amigos en casa. Asar carne es un ritual de la masculinidad tradicional y también una necedad que acelera la emergencia climática y que amenaza con dejar a tus hijas, sobrinos o nietos sin futuro, sin planeta. Y no, no exagero.

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(Un mundo) Sin carne

El más reciente informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC por sus siglas en inglés) es alarmante en sus conclusiones: para fines del siglo 21 la temperatura podría aumentar tres grados centígrados y esto causaría efectos devastadores en el planeta como más incendios forestales, sequías, inundaciones, huracanes más potentes, alza en niveles del mar con desaparición de ciudades en costas, entre otros más. El informe advierte que el calentamiento global es causado por la actividad humana y que las políticas que promueven los gobiernos han sido insuficientes para cumplir la meta de que la temperatura solo aumente en 1.5 grados centígrados. Estamos lejos de esa meta. Por ello, el Secretario General de la ONU lanzó la alerta en septiembre pasado desde Nueva York cuando dijo que “estamos al borde del abismo y vamos en la dirección equivocada”. El mismo IPCC publicó un informe en 2019 en el que hablaba de los efectos de la ganadería y del consumo de carne en el medio ambiente y sus conclusiones coinciden con lo que organizaciones ambientalistas han dicho durante décadas: la ganadería aporta casi el 15% del total de las emisiones de gases de efectos invernadero. Para producir un kilo de carne de vaca se necesitan 15 mil litros de agua e incluso recomendaban cambiar el sistema alimentario del planeta. En otras palabras, la producción de carne y productos lácteos significa robarle el futuro a las próximas generaciones, como ha señalado la ambientalista Greta Thunberg.

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La evidencia está en todos lados, para quien quiera leerla

El consumo de proteínas animales es lo menos amigable con el medio ambiente y hasta perjudicial para la salud. La Organización Mundial de la Salud ya señaló que las carnes procesadas (los embutidos como jamones y salchichas) son cancerígenos y probablemente la carne roja también lo sea. En el año 2000 decidí que quería dejar de consumir carne roja. Realmente nuca fui un gran fan. De niño tuve una etapa en la que solo comía carne a la tampiqueña, después solamente pechuga de pollo o filete de pescado. La decisión la tomé sin conciencia ambiental, ni por compasión con los animales. Simplemente fue porque había intentado ser vegetariano y al volver a comer carne mi estómago ya no aguantó. A partir de ahí fui dejando la res y solo me alimentaba de aves y pescados. Por ahí del 2012 dejé las aves y en 2019 dejé el pescado y crustáceos. A lo largo de estos años mi conciencia ambiental fue despertando más y me hice de lecturas que me hicieron sentir empatía con los animales no humanos.

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“Y de ese exterminio solo el planeta nos pasará la factura a la especie humana”

Elizabeth Costello, una cortísima pero poderosa novela del premio Nobel sudafricano J.M. Coetzee, me hizo abrir los ojos y pensar lo que hay detrás de una pechuga de pollo bien empaquetada en el supermercado o de un kilo de T-bone. Lo que hay es una industria de exterminio, un Holocausto animal, silencioso, violento y que la industria cárnica mantiene cada año. Y de ese exterminio solo el planeta nos pasará la factura a la especie humana. El número de enero-febrero de este año de la prestigiosa revista MIT Technology Review está dedicado a explorar el futuro de la industria cárnica y sus efectos en el medio ambiente. En él hay un recuento de las enormes inversiones que hay para producir carne en laboratorios, pero por ahora un kilo de carne de laboratorio sigue costando 300 dólares, mientras que un sustituto de carne como Beyond Meat o Futura (ya disponibles en México) es muchísimo menos costosa si es que no puedes dejar el sabor de la res. Por tu salud, por el futuro del planeta y por empatía con los animales, te invito a leer esa novela de Coetzee. Te prometo que no se te saldrá de la cabeza por un buen tiempo.

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Por: Genaro Lozano Sigue leyendo...

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