Era junio de 2023 cuando el mundo volvió a mirar hacia el fondo del océano, no por el Titanic, sino por quienes intentaban llegar a él. El submarino Titan, de la empresa OceanGate, desapareció mientras descendía hacia los restos del barco más infame de la historia. Lo que comenzó como una expedición exclusiva terminó en una tragedia tan repentina como brutal: una implosión que mató al instante a todos a bordo.
Ahora, Netflix se sumerge en esa historia con su documental Titan: La tragedia de OceanGate, y pone sobre la mesa más preguntas que respuestas. ¿Qué falló realmente? ¿Fue imprudencia, ambición desmedida o una advertencia ignorada? El documental no solo reconstruye el antes, durante y después del accidente, sino que levanta el velo sobre los conflictos internos, decisiones apresuradas y señales alarmantes que pudieron haberse evitado.
¿Quién era el hombre detrás de Titan?
Stockton Rush no era un explorador cualquiera. Tampoco un científico tradicional. Era un emprendedor con mentalidad de Silicon Valley, que veía el océano como la nueva frontera por conquistar. Mientras Elon Musk miraba al espacio, él quería democratizar las profundidades marinas. ¿Su herramienta? Un submarino ligero, innovador y, según sus críticos, peligrosamente improvisado.
Rush apostó por materiales como la fibra de carbono —ligeros, sí, pero con un historial cuestionable frente a la presión extrema del océano—, e incluso permitió controlar el submarino con un mando de videojuegos. A ojos de muchos, un riesgo innecesario. Y aunque algunos ingenieros le advirtieron sobre los defectos estructurales, Rush siguió adelante, convencido de que su visión estaba por encima del miedo.
La pregunta que todos se hacen: ¿por qué implosionó el Titan?
El documental deja algo muy claro: hubo señales. Ruidos extraños durante pruebas anteriores, fibras debilitadas en la estructura y un sistema de monitoreo acústico insuficiente. Las piezas del rompecabezas estaban ahí, pero fueron ignoradas o minimizadas.
A 3,800 metros de profundidad, la presión no perdona. Según expertos, bastó una microfractura o una zona debilitada en el casco para desencadenar una implosión casi instantánea. A los 16 minutos de perder contacto, se registró un estruendo: probablemente, el momento exacto en que el Titan dejó de existir.
¿Hay responsables? ¿Habrá justicia?
Pese a la magnitud de la tragedia y la exposición del caso, hasta ahora no se han presentado cargos criminales contra OceanGate ni contra sus directivos. La Guardia Costera y otras autoridades investigaron, pero el reporte final sobre lo ocurrido sigue sin hacerse público.
Mientras tanto, el documental de Netflix funciona como una especie de juicio moral: presenta los testimonios de ingenieros frustrados, de empleados ignorados y de familiares que aún buscan respuestas. ¿Se trató de una tragedia inevitable o de una catástrofe anunciada?
El abismo como metáfora
El océano sigue siendo uno de los territorios menos comprendidos por el hombre, y esta historia lo demuestra con crudeza. Titan: La tragedia de OceanGate es una reflexión sobre hasta dónde puede llegar el ego cuando se disfraza de exploración.
Rush quería cambiar el juego. Lo hizo, pero al precio más alto posible. Y lo que queda, más allá de los restos metálicos perdidos en la oscuridad, es una advertencia: hay límites que no deben cruzarse sin escuchar primero las voces que saben lo que puede pasar.