La verdadera historia detrás de Me late que sí: el día que México vio, sin saberlo, el robo perfecto en vivo

Una historia tan absurda que, por supuesto, tenía que ser real.

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NETFLIX

La realidad siempre encuentra la manera de humillar a la ficción, y Me late que sí, la nueva serie mexicana de Netflix, es la prueba. Lo que parece un guion imposible —una banda de empleados comunes y corrientes que roban la Lotería Nacional durante una transmisión en vivo— ocurrió exactamente así en 2012. Y lo hizo con ese sello tan mexicano de ingenio, descaro y una creatividad que ni el mejor criminal de Hollywood hubiera imaginado.
A continuación, te contamos la historia real que inspiró la miniserie protagonizada por Alberto Guerra, Ana Brenda Contreras, Luis Alberti y Andrés Almeida. Una historia que combina humor involuntario, ambición, tensión y una pregunta inevitable: ¿cómo diablos pensaron que podían salirse con la suya?

El plan maestro que se gestó en un cuarto detrás del set

Era 22 de enero de 2012. México estaba pegado al televisor, como cada semana, esperando ese golpe de suerte que nunca cae, pero que todos seguimos cazando. En pantalla: el sorteo tradicional, la urna, las esferas, la edecán, la funcionaria de Gobernación dando su aval a distancia. Todo perfecto. Todo normal.
Menos una cosa: lo que todos veían en televisión no estaba pasando en ese momento.
Días antes, 12 empleados de la empresa Just Marketing —encargada de la producción del sorteo— habían decidido que ya era hora de cambiar sus vidas. No eran delincuentes profesionales, no pertenecían a cárteles ni contaban con cámaras térmicas o láseres al estilo Ocean’s Eleven. Eran trabajadores de oficina con una oportunidad única entre manos.
Su idea era simple en teoría, peligrosísima en ejecución:
grabar el sorteo horas antes, manipular los resultados y transmitir esa grabación como si fuera en vivo.
A las 17:00 horas, en un cuartito escondido detrás del set oficial, grabaron un sorteo “fantasma” donde salieron los números que ellos habían elegido para ganar:
06, 12, 15, 24, 25, 49 y 09, 20, 36, 51, 53, 54.
Después, entre las 18:25 y las 19:00 horas —cuando todo México creía que el sorteo sería en vivo— compraron los boletos “ganadores” y los llenaron con esos números.
A las 20:00, el país vio el sorteo. Ellos vieron su golpe perfecto.

Cuando la suerte se vuelve sospechosa

El fraude fue tan limpio que nadie notó nada extraño. Nadie… excepto una persona. Annie Castillo, coordinadora técnica de Pronósticos, hizo lo que cualquier mexicano desconfiado haría: revisar quiénes estaban reclamando el premio. Y ahí apareció la primera bandera roja: todos los ganadores eran familiares o amigos de empleados de Just Marketing.
La segunda bandera fue más descarada: varios de esos empleados no se presentaron a trabajar al día siguiente.
Castillo prendió la alarma, y pronto una investigación interna reveló lo que había pasado: el sorteo había sido grabado previamente y transmitido como si fuera en directo. La PGR intervino y destapó el engaño pieza por pieza.

Los implicados: del anonimato a la infamia

El caso explotó en medios. Entre los implicados estaban:

  • José Luis Jiménez Mangas, director de Progol y Pronósticos
  • Héctor Hugo López Jiménez, exsubdirector de Concursos y Deportes
  • Carlos Alberto López Martínez, responsable del pesaje de esferas
  • Sara Solórzano, la edecán que aparecía en pantalla
  • José Ibarra, jefe de edición
  • Ramón Sánchez, floor manager

En total, 12 participantes. ¿Lo más sorprendente? Ninguno pisó la cárcel. En México, el fraude no se consideraba delito grave y todos enfrentaron el proceso en libertad. La única consecuencia real fue institucional: desde entonces, se prohibieron las grabaciones previas en cualquier programa de concursos.

¿Y el dinero?

Ahí empieza el verdadero misterio. La PGR logró congelar las cuentas donde habían caído los 160 millones de pesos. En teoría, nadie tocó la fortuna.
Pero aquí entra el lado más intrigante de la historia: trece años después, no hay claridad sobre qué pasó realmente con el dinero. Alberto Guerra, protagonista de Me late que sí, lo resume con asombro:
“Lo que más me sorprende es que, 13 años después, todavía no aparece el dinero, y nadie sabe a ciencia cierta cómo lo hicieron. Eso me parece increíble”.

¿Por qué esta historia nos sigue fascinando?

Porque tiene todos los ingredientes de una fantasía colectiva:
empleados comunes que se rebelan contra la rutina, un plan tan arriesgado que parece una broma, un golpe millonario frente a todo el país, y un misterio sin resolver.
Como dice el elenco de la serie, todos hemos fantaseado alguna vez con “hacer algo así”: dejar el trabajo, huir a la playa y vivir del golpe maestro. Y aunque robar es ilegal y moralmente cuestionable, el ingenio detrás del fraude tiene ese toque cinematográfico que resulta imposible no admirar… al menos un poquito.
Me late que sí rescata esa historia con humor, drama e intriga, pero sobre todo con un retrato muy mexicano: la mezcla perfecta entre audacia, oportunidad y una buena dosis de “¿y si sí?”.
Una historia tan absurda que, por supuesto, tenía que ser real.

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