Si eres de los que se quedan hasta el último segundo del Gran Premio, probablemente has notado una escena curiosa: los pilotos bajan del monoplaza, se quitan el casco y, antes de celebrar o hidratarse, caminan directo a una báscula. No es un capricho ni una simple rutina de control físico: es una obligación reglamentaria de la FIA (Federación Internacional del Automóvil) que busca garantizar una competencia justa y segura.
Un tema de equilibrio, seguridad y justicia
En la Fórmula 1, cada detalle cuenta. La normativa establece que el monoplaza —sin combustible— debe pesar al menos 740 kilogramos, incluyendo al piloto y todo su equipo de seguridad (casco, traje ignífugo, guantes y botas). Si después de la carrera el peso total está por debajo de ese límite, el equipo puede ser penalizado o incluso descalificado.
Por eso, al final de cada prueba, los pilotos deben pesarse antes de beber agua o líquidos isotónicos, ya que cualquier gramo puede alterar el resultado final. El dato registrado por los delegados técnicos se suma al peso del auto para confirmar que todo esté dentro de los márgenes permitidos.
El objetivo no es solo mantener la equidad entre los competidores, sino también garantizar la seguridad: un coche demasiado ligero puede alterar la distribución del peso, comprometer la estabilidad y aumentar los riesgos en pista.
El desgaste físico: perder hasta 4 kilos por carrera
La razón de este control también está en el impacto físico extremo que sufre un piloto durante una carrera. Dentro del cockpit, la temperatura puede superar los 50 grados centígrados, y el cuerpo está sometido a fuerzas G que pueden multiplicar por cinco el peso del propio cuerpo.
En una sola carrera, un piloto de F1 puede quemar entre 600 y 1,500 calorías y perder de 2 a 4 kilogramos debido a la deshidratación. El sudor constante, la falta de ventilación y el esfuerzo muscular para controlar el volante a altas velocidades hacen de cada Gran Premio un verdadero maratón físico.
Por eso, los ingenieros deben calcular el peso del coche considerando esta pérdida natural. En circuitos especialmente calurosos —como Singapur o Miami, donde la humedad es brutal—, esta variación se vuelve aún más importante para mantener la precisión en los datos.
Cuando el peso se convierte en estrategia
Si un piloto o un auto no alcanzan el peso mínimo reglamentario, los equipos deben compensarlo añadiendo lastre (peso adicional) en lugares estratégicos del monoplaza. Este lastre no solo equilibra el coche, sino que puede convertirse en una herramienta táctica: colocar más peso en la parte delantera o trasera modifica la tracción y el comportamiento del vehículo en curvas o rectas.
Ahora ya sabes que no se trata de vanidad ni de curiosidad médica, sino de uno de las rituales más técnicos y precisos del automovilismo moderno. En la Fórmula 1, incluso el peso del sudor cuenta.