Delfina, Carmen, María de Jesús y María Luis González Valenzuela son mejor conocidas como Las Poquianchis, un grupo de hermanas que hicieron del negocio de la trata de blancas su fortuna, pero también su condena. Esta historia es llevada a la pantalla chica por el director Luis Estrada en la nueva serie de Netflix Las muertas, que a su vez, es una adaptación de la novela del mismo nombre escrita por el autor mexicano Jorge Ibargüengoitia.
El caso real de Las Poquianchis
La historia real de Las Poquianchis es un relato donde imperan la corrupción, el daño a la moral y la ilegalidad que es moneda frecuente en un país como México. Las hermanas llegaron a El Salto, Jalisco junto a sus padres, sitio donde comenzaron a echar a andar negocios ilegales como cantinas y burdeles. Delfina era la líder y principal instigadora de esta forma de vida.
A ella se unieron sus hermanas Carmen y María de Jesús, quien llevó el negocio hasta San Francisco del Rincón, Guanajuato. En este lugar se les comenzó a llamar Las Poquianchis, apodo que heredaron de un travesti que les traspasó una cantina. Las hermanas comenzaron a tejer una red de trata de blancas con el permiso, por debajo de la mesa, de las autoridades locales en su tugurio llamado La Barca de Oro. También contaban con la ayuda de algunos sirvientes.
Mediate engaños, reclutaban adolescentes de 13 o 14 años en los estados de Guanajuato, Querétaro y Jalisco, a las que les prometían trabajos como sirvientas en casas de familias poderosas.
Una de las características más notorias de las hermanas era su tendencia a vestir siempre de negro. También se dice que practicaban ritos de magia negra y satanismo en los que forzaban a las niñas a tener sexo con hombres poderosos o cómplices de las hermanas.
Una triste ola de muertes
Las jovencitas vivían en condiciones deplorables: malcomían y eran obligadas a sostener una cuota diaria de relaciones sexuales para sostener el negocio de las Poquianchis. Si no accedían a esta forma de trabajo, recibían golpizas de los sirvientes de las hermanas. De esa manera comenzaron a morir varias de ellas, ya fuera por los golpes recibidos, el hambre o las enfermedades que contraían.
Pero también había otra forma en que morían: a causa de los abortos clandestinos a los que eran sometidas en condiciones insalubres. Los abortos se practicaban en las mismas habitaciones en donde las jóvenes eran obligadas a prostituirse.
Las Poquianchis operaron de esta manera a lo largo de 20 años, hasta que comenzaron a llegar denuncias de parte de las familias de las niñas desaparecidas, que señalaban a las hermanas como las principales sospechosas de la prolongada ausencia de las adolescentes.
Aunque las ‘empresarias’ tenían el amparo de las autoridades, que, por cierto, eran clientes asiduos a La Barca de Oro. Ante la presión social, las autoridades no tuvieron más remedio que comenzar una investigación que sacó a la luz los crímenes de las hermanas y sus sirvientes.
La caída inevitable
Fue un 14 de enero de 1964 cuando las autoridades se presentaron en las instalaciones comandadas por las hermanas para hacer una detención masiva. Lo que encontraron durante las indagatorias era un museo de los horrores: 80 cuerpos de mujeres asesinadas, 11 cuerpos de hombres y varios fetos que resultaron de los abortos clandestinos. Se dice que unas dos mil personas se encontraban afuera del prostíbulo de Las Poquianchis para lincharlas.
Pese a los hallazgos, las hermanas solo fueron culpadas de 17 asesinatos y 10 probables. La condena fue de 40 años tras las rejas y la obligación de pagar 700 mil dólares a las familias perjudicadas.
El periódico Alarma, especializado en nota roja, le dio una cobertura total al caso, pero la historia también tuvo repercusión a nivel internacional. Lo cierto es que muchas de las pruebas en su contra no eran del todo claras, por lo que las hermanas pidieron un juicio de amparo que no les fue concedido, tal vez por las mismas autoridades que eran sus cómplices y tenían miedo de caer junto con ellas.
Aun así, en el estado de Guanajuato fueron sentenciadas 19 personas que actuaron como cómplices de las hermanas más recordadas por la nota roja mexicana.