¿La lucha libre es falsa? Es una pregunta tan repetida como mal planteada. Porque lo cierto es que este espectáculo, que mezcla el teatro con la técnica atlética de alto nivel, no se puede resumir en un simple “sí” o “no”. Y quienes creen que subir al ring es cosa de payasos, deberían pensarlo dos veces antes de lanzar juicios sin conocer la verdad detrás del show.
El guion es real. El dolor también.
Vamos a empezar por lo obvio: sí, los combates están coreografiados. Los finales son preestablecidos por un booker —el cerebro detrás del espectáculo— y los luchadores saben quién va a ganar antes de lanzarse al encordado. Es entretenimiento deportivo. Pero eso no significa que sea una farsa. Significa que, como en el cine o el teatro, hay una historia que contar... solo que aquí se cuenta con el cuerpo.
La coreografía no es una excusa para el conformismo físico. Todo lo contrario: los luchadores profesionales están entrenados para ejecutar movimientos extremadamente complejos con precisión milimétrica, fuerza controlada y una sincronización brutal. Todo con el objetivo de no lesionarse, pero sin perder el impacto visual que el público espera. Porque en la lucha libre, como en la vida, las apariencias importan. Pero el dolor es muy real.
¿Fingido? Que se lo digan al cuello de Kurt Angle
Kurt Angle, medallista olímpico con un cuello roto, dijo alguna vez que luchar en la WWE fue más duro que competir en los Juegos Olímpicos. Y eso debería bastar para entender que esto no es un juego. Las lesiones son parte del paquete: rodillas destrozadas, columnas vertebrales comprometidas, conmociones cerebrales, desgarros musculares, costillas rotas.
Al Snow, veterano del ring y hoy directivo de Ohio Valley Wrestling, lo resume en una sola comparación: un bump (la caída típica sobre la lona) equivale al impacto de un choque automovilístico a 40 km/h. Y los luchadores hacen esto varias veces por combate, semana tras semana. ¿Todavía te parece que es “falso”?
El riesgo es constante
Incluso los mejores pueden fallar. Un mal ángulo, un segundo de desfase, una cuerda mal calculada... y el resultado puede ser devastador. Basta recordar accidentes como el de Owen Hart, quien murió durante una entrada mal ejecutada en 1999, o las lesiones en vivo que han dejado a estrellas como Edge, Stone Cold Steve Austin o Paige fuera del ring por años (o para siempre).
Aún cuando todo sale “bien”, el desgaste es acumulativo. La mayoría de los luchadores vive con dolores crónicos, problemas articulares y secuelas neurológicas. No es raro que muchos terminen su carrera adictos a los analgésicos o con movilidad reducida. El retiro llega pronto, pero el precio se paga de por vida.
Atletas, actores y leyendas
La lucha libre es un híbrido único. Los luchadores no solo deben ser físicamente excepcionales: también tienen que saber actuar, improvisar, conectar con el público y mantener la energía durante giras de más de 300 días al año. Esto no es una temporada con descansos. Es una máquina que no se detiene.
El talento necesario para sobrevivir en este ambiente va más allá de los músculos. Por eso figuras como Dwayne “The Rock” Johnson, John Cena o Dave Bautista lograron dar el salto a Hollywood con éxito: porque la lucha libre ya los había forjado como performers completos.
¿Entonces… es real o no?
La lucha libre no es una competencia deportiva tradicional. No hay títulos ganados por mérito objetivo ni victorias espontáneas. Pero tampoco es una ficción inofensiva. Es un deporte de riesgo, disfrazado de espectáculo. Una forma de arte físico, donde cada función es una batalla entre el control y el caos.
Así que la próxima vez que alguien diga que la lucha libre es “falsa”, hazle esta pregunta:
¿Cuántos actores se lanzan desde una escalera de tres metros, caen sobre una mesa y vuelven al trabajo al día siguiente?
Porque, guion o no, eso es muy real.
¿Te interesa el deporte, la disciplina física y el espectáculo en su forma más extrema? Entonces deja de subestimar la lucha libre. Y empieza a respetar a los hombres y mujeres que arriesgan todo para que tú te emociones desde la butaca.