Jannik Sinner se convirtió este domingo en el primer italiano en ganar Wimbledon, venciendo a Carlos Alcaraz por 4-6, 6-4, 6-4 y 6-4 en una final de ajedrez de alta intensidad, donde la lógica de las máquinas se impuso a la emoción humana. Sí, como si Deep Blue hubiera vuelto a jugar al tenis, Sinner fue la computadora que desactivó todos los intentos del murciano por imponer su talento y corazón.
El día que Alcaraz no pudo ser héroe
Aunque el español arrancó ganando el primer set, nunca logró tomar el control del partido. Alcaraz se enfrentó a un Sinner impecable, sólido desde el fondo, sin errores, que no dio tregua en los intercambios largos. El propio Carlitos, frustrado, reconoció en medio del duelo: “Desde el fondo está siendo mucho mejor que yo”. Cada jugada del italiano parecía preprogramada: golpes milimétricos, ángulos imposibles y una sangre fría que solo los campeones forjan a base de derrotas amargas.
Venganza de Roland Garros y dominio total en césped
La final fue una revancha silenciosa del thriller de París, donde Sinner dejó ir tres puntos de partido. Esta vez no hubo fantasmas ni dudas. Salvó pelotas de quiebre clave, sacó con una precisión quirúrgica (más del 70% de efectividad con el primer servicio) y manejó los momentos críticos como un veterano de mil batallas. Cuando Alcaraz intentó levantar el marcador en el tercer set, Sinner sacó dos saques letales y resistió la embestida. Fue su momento, y no lo dejó escapar.
Sinner ya es leyenda
Con este triunfo, Sinner suma su cuarto Grand Slam (Australia, US Open, Wimbledon y el sueño pendiente de Roland Garros), se confirma como el mejor tenista del momento sobre césped y rompe con el mito de que solo el fuego interno gana títulos. A veces, la frialdad, la constancia y la mente clara también coronan campeones. El niño prodigio de San Cándido es ahora el emperador verde de Londres.