Nacho Redondo llego a México en 2018 y con esfuerzo y talento se ha ganado un lugar como uno de los exponentes más fuertes en la industria del stand up en toda Latinoamérica. Esquire se conectó en línea para platicar con él de todo un poco: su arribo a nuestro país, su catártico show Traumas, el día que compró su primer Rolex, cuál es su auto clásico favorito, y por qué le gusta tanto Esquire… pero esto es apenas la punta del iceberg. Hay mucho más en la charla que sostuvimos con un hombre que lleva la bandera de la sinceridad y el cinismo (en buen plan) por todo lo alto.
ESQUIRE: Nacho, ya llevas un buen rato viviendo en México. ¿Cómo te ha tratado el país?
NACHO REDONDO: México me cambió la vida por completo. Como has de conocer, hasta una esposa conseguí aquí. Tengo siete años ya en México, en Ciudad de México, específicamente. Fue una experiencia que me cambió la vida. Básicamente, internacionalizó mi carrera a una velocidad que yo no tenía calculada. México, al contar con una industria pesada de entretenimiento, gigante, por no decir la meca latinoamericana del entretenimiento, me ha permitido conocer gente increíble, entrar en unos mercados que jamás imaginé estar.
Y a pesar de que es notorio que el mexicano obviamente va a preferir siempre su producto, y eso no tiene absolutamente nada de malo, me gustó mucho el reto de ganar un poquito la atención del mexicano. Y siento que, por fin, después de casi siete años, estoy lográndolo. Eso me hace sentir muy, muy, muy halagado, porque es un ojo difícil de conquistar, pero cuando lo conquistas te sientes la persona más afortunada del mundo.
E: ¿Cómo encontraste la fórmula para hacer reír al mexicano?
NR: A pesar de que hablamos castellano, y tengo la fortuna y el privilegio de no solamente girar dentro de México, sino en otros países de Latinoamérica, como Argentina o Perú, Colombia, Chile… a pesar de que todos hablamos castellano, definitivamente hay un código y un subidioma a la hora de hablar. Puede que nos entendamos, pero ya traducir y convertirte en risa merece un esfuerzo particular.
Cuando yo llegué a México, un lunes 3 de enero del 2018, fui a un open mic en una pulquería. Por cierto, concepto muy interesante para un extranjero. El choque fue increíble. Yo tenía en ese momento unos 7, 6 años haciendo stand-up. No es como que llegué y bueno, vamos a ver qué tal. Llegué pensando: ‘la gente se va a impresionar con mi desenvolvimiento en la tarima’.
La verdad es que me llevé una sorpresa increíble porque nadie me entendió nada. El proceso de adaptación a México tiene mucho que ver con entender que hablamos castellano, pero no hablamos necesariamente el mismo idioma. Por un momento determinado fue tan difícil que me rendí por un poquito hasta que conocí a mi esposa y empezamos a ser novios. Era inevitable adaptarme a todo.
Mi esposa es de Chihuahua. Entonces, yo tenía la obligación de entretenerla. Y eso indirectamente me entrenó para poder calar un poquito más en una audiencia mexicana y entender el argot, la manera en la que se comunican, obviamente referencias, palabras a las que yo no estoy acostumbrado.
Mediante ensayo y error fui virando el efecto en el público mexicano a medida que fui entrando y conociendo más la cultura de acá. En verdad, la responsable de eso es mi esposa, que sin querer me entrenó a conversar con ella y su entorno.
E: En tu espectáculo Traumas compartes el protagonismo con tu audiencia, quien empieza a hablar de sus traumas y se vuelve algo bastante catártico. ¿Cómo nació el concepto de este show tan terapéutico?
NR: Es importante entender el contexto de mi familia para explicar por qué este concepto entra dentro de mi trabajo. La mayoría de mi familia son psicólogos y psiquiatras. Entonces, el tema terapia dentro de mi casa siempre ha sido fundamental. Forma parte del día a día.
La manera en la que en mi casa se han tratado los problemas, los traumas, las tragedias, siempre ha sido muy frontal y con un poco de humor por delante. Entendiendo que, además, eso no es para todo el mundo, porque la gente lidia con sus tragedias de la manera personal que le permite su educación y sus ganas y su forma de ser. Tomando en cuenta eso y entendiendo que no hay manera mala, a menos de que lo evadas o lo conviertas en un sentimiento feo y lo proyectas hacia otra gente, no hay manera correcta para enfrentar traumas.
Soy muy abogado de la terapia, de la salud mental, de lo que hay que hacer para sentirse bien, de aprender a sentirse mal, que es clave de todo esto. Entonces dije ‘yo voy a ser un terapeuta irresponsable, no profesional, voy a terapear desde el escenario los problemas de la gente’. Y la bandera de eso va a ser: tenemos que aceptar que todos nosotros estamos de alguna manera u otra traumados o jodidos, y eso no nos define.
Se vuelve una cosa muy bonita, en la que nos podemos reír, con el permiso de la persona, de algo pesadísimo, y al mismo tiempo decir ‘qué cool, que estás bien, a pesar de que te pasó eso, que tienes capacidad de compartirlo, que tienes capacidad de reírte de esto, y que la vida sigue, y que no debe paralizar tu existencia que te haya pasado algo horrible’.
E: ¿Alguna vez, después de tus shows, alguien te ha dicho que nunca había hablado de esto con alguien?
NR: No hay un show donde no ocurra. Es muy raro que en un show una persona no me escriba aparte y me diga ‘oye, gracias a esto busqué más ayuda’, por ponerte un ejemplo, o ‘reconecté con mi mamá, sabiendo que la puedo perdonar para perdonarme’. Me tomó casi 15 años entender qué tipo de comediante soy. En un mercado ultra saturado, que es el de stand-up, me hace sentir bastante especial que de alguna manera u otra, esto puede ser útil para alguien. Yo me doy por servido si una persona logró sacar eso. Se siente muy bien, y le quitamos un peso encima.
E: Además hay mucha gente que quiere expresarse y ser escuchada. Traumas les sirve para ello…
NR: La cantidad de gente que no se siente escuchada es tan abrumadora. A veces no tiene los recursos económicos para terapia, o no tiene con quién hacerlo, o a veces está mal rodeada y le dan consejos horribles. Esa persona que se siente muy sola y viene a mi show creo que se siente en una cofradía importante de gente que está ahí para sentir empatía. Al mismo tiempo se dan la mano, y es como decir: ‘sabes qué, yo también estoy jodido, y no pasa nada’. Es bien satisfactorio, honestamente.
E: ¿Hay alguna audiencia en particular donde hayas notado cierta predisposición a hablar de ciertos temas?
NR: Es muy interesante que me lo preguntes, porque creo que nunca he sentido particular resistencia en ningún lugar. Sin embargo, hay una cosa que es inevitable, que nos une: los latinoamericanos tenemos traumas muy similares por ser una cultura tan reciente, entre comillas, y tan inmadura en cuestión de avances. Latinoamérica no es el primer mundo en ninguna circunstancia. Estamos enfrentándonos a un trauma colectivo, que es la migración.
Migrar es un trauma. Cuando yo estoy hablando con gente que está fuera de su casa, ya tenemos algo en común, y eso destapa todo el tobogán de cosas que han pasado, porque no están ahí en su mayoría porque quieren, están ahí porque necesitan estar ahí.
E: ¿Hay algún tema que lo consideres muy delicado y que todavía no te hayas atrevido a hablar de él?
NR: Por el concepto de trauma, estoy obligado a que ningún tema puede ser delicado, porque si eso fuera así, invalidaría el trauma de alguien. Los traumas son tan abiertos como las posibilidades, que son infinitas. Imagínate que una persona tiene la valentía o quiere ser escuchada, y yo le digo, ‘no, eso aquí no’. Esa persona se va a sentir muy discriminada. Este concepto me obliga a enfrentar cualquier cantidad de cosas horribles que le puede pasar a una persona.
E: ¿Qué relato consideras como uno de los más delicados que te han contado en tus shows?
NR: En Ciudad de México, una chava contó que cuando era muy chica cargó a su hermanita bebé y se le cayó. Fue un accidente horrible. La bebé falleció. ¿Qué fue lo que me pasó a mí en ese particular trauma? No conseguí el ángulo cómico. Fue un momento en el que pude haber dicho una cantidad infinita de chistes, pero no me salió. Ese momento más llevó a mucha gente a compartir su tragedia. Nadie juzga a nadie. Ahí cabe de todo. Ahí se siente un lugar muy seguro.
E: ¿Llevas a cabo alguna preparación tras bambalinas? De alguna forma estás siendo un terapeuta y no sabes qué te van a contar una noche. ¿Cómo haces para manejar todo ello?
NR: Me preparé con profesionales, honestamente. Lo primero que pensé es ‘¿qué pasa si le reabro una herida a alguien sin querer?’. Porque obviamente eso no lo quiero. Pero ¿qué pasa si revive un episodio dantesco de su vida? ¿Cómo hago para ser de ayuda cuando lo que estoy haciendo es reactivar un trauma en su vida? Le conté este concepto a mi psicóloga y luego a mi padrastro, que es neuropsiquiatra. Me hicieron entender cómo comunicar y abrir esa puerta con mucho cuidado. Leo su lenguaje físico, si realmente le está afectando. Soy muy estudioso de eso. Lo que hago es que me lo trato de llevar por un sitio muy seguro. Y si no lo logro, lo cierro rápido, sin invalidarlo y sin dejar de escucharlo.
E: ¿Te ha pasado varias veces esto último?
NR: No mucho, porque creo que mi público tiene una buena educación sobre la salud mental. Siempre he sido muy vocal al respecto. Entonces creo que la gente que le gusta lo que hago está bien terapeada.
E: ¿Cómo te afecta escuchar esas historias y qué haces al respecto?
NR: Cuando me voy a dormir con un montón de historias que me hacen reflexionar mucho en el estado del planeta en el que estamos viviendo, suele afectarme de una manera. A veces se tarda, tiene un delay de varios días y de repente estoy manejando y me acuerdo de un trauma espantoso y me afecta. Tengo que cuidar mi cerebro y no sobresaturarlo porque para mi salud mental es delicado cargar con eso.
Por eso Traumas ha sido una de mis giras más cortas, pero más intensas, porque quiero cerrar ese capítulo por ahora, luego pasar otra vez a stand up clásico donde controlo todo de nuevo. Si más adelante me provoca despertar otra vez ese monstruo, voy y lo hago con todo el gusto del mundo. Pero creo que por eso también está limitado para mí.
E: Vamos a aprovechar estos últimos minutos de la entrevista para dejar de hablar de cosas tan densas y relajarnos. Tengo entendido que eres un amante de los autos clásicos y de los relojes. ¿Cuáles son algunos de tus favoritos en ambos aspectos?
NR: Esto es un cliché de lo peor, pero ni siquiera me importan los coches en general, me gusta un tipo de auto en especial: el Porsche Carrera 911.
E: ¿Por qué?
NR: Porque mi papá tuvo uno y yo no tuve una bonita relación con él, entonces creo que es de esos traumas que arrastré; pienso que puede ser uno de los conectes que tengo con mi papá. Él logró transmitirme el gusto por esa silueta muy específica de ese coche. No me gustan los Ferrari, no me gustan los carros gringos. Me gusta ese.
Y con el tema de los relojes, creo que es una de esas malcriadeces que a uno le da cuando te empieza a ir bien. Empiezas a tener gustos que nunca pudiste tener. A pesar de ser bastante mamón en general, con mis gustos y con mi cultura en general, nunca fui una persona de dinero. Mi familia fue bastante clase media, en un momento incluso clase media acomodada, pero no es como que yo logré disfrutar de muchas cosas que mis amigos sí.
El tema de los relojes es básicamente porque que no soy una persona particularmente flashy, ni me gusta mucho llamar la atención con ropa, a pesar de que me gusta mucho. Soy una persona como muy clásica en ese sentido. Me obsesioné con un reloj en particular, un Rolex Submariner Dated, que es el clásico de clásicos.
Nunca había pensado en la oportunidad de que yo tuviera uno, porque son bien caros. Si tienes tiempo te voy a contar rápidamente la historia de mi primer Rolex, porque si bien es una historia bien mamona, tiene mucho que ver con las condiciones que me puse para tenerlo, porque me parecía un exabrupto.
E: Cuéntame…
NR: Como ese reloj es tan demandado, no existe en boutique. Tú no puedes ir a comprar un reloj de esta naturaleza, a menos de que sea usado. Además, para llegar a ese nivel de ese tipo de reloj, tienes que tener una relación previa con la marca. Para la gente que no sabe relojes, esto funciona de esa manera. Yo no tenía ningún tipo de relación con ella.
Estando en República Dominicana, donde estaba dando un show, se me acerca una chava que es fan. Me pide una foto, muy amablemente conversamos, y me dice: ‘yo trabajo en Rolex, cualquier cosa que necesites, ahí voy a estar’. Me escabullí y me fui para la tienda, y le dije: ‘yo sé que no tienes uno, pero si tienes un Submariner Dated, lo quisiera ver’.
Yo dije: ‘no lo voy a comprar usado, voy a dejar que me aparezca nuevo’. Entonces me dice: ‘no tengo, pero tengo uno de un cliente, te lo voy a traer para que lo veas’. Lo trae, me lo pongo, y dije: ‘qué hermoso reloj, qué bonito, lo que significaría tener esto, qué cool’. Y me dice: ‘dame un minuto’. Se va otra vez, regresa, y me dice: ‘mi jefe me dice que te lo venda’. Resulta que su jefe era fan. Se me atravesó el maldito reloj, qué mierda, y lo compré sin pensarlo.
Llamé a mi esposa esa noche llorando, y le dije: ‘yo sé que esto es una mamonería, pero no puedo creer que la comedia me pagó el reloj que siempre quise’. A partir de ahí nace esta pasión que tengo por piezas clásicas de relojería, y decidí que cada especial que yo haga, va a tener un reloj como ofrenda, o como un premio por lograr girar por el mundo con una obra que yo haya diseñado. Traumas no va a ser la excepción. Ya tiene su relojito apartado para grabarlo ahorita en Madrid.
E: Unas palabras finales que quieras compartir con los lectores…
NR: Soy consumidor de Esquire desde adolescente. Siempre he sentido que es tan aspiracional como mis propias ambiciones. Es un placer estar contigo ahorita, porque de verdad que me hayas dicho al principio que Esquire tiene una onda muy similar a la mía, me parece un halago muy importante. Si estás leyendo esto, no creas que no puede pasar: al revés, tienes todo en tu poder para que, si quieres, donde sea que quieras salir, conversar con quien quieras, lo puedes hacer. Cualquier sueño te puede materializar esas cosas. Yo creo que estás más cerca de eso de lo que crees. Invitaría que confíen más en sus posibilidades y que las aumenten, buscándolas. Por más cursi y repetido que suene, yo suelo ser bien cínico. Entonces, créeme que si lo estoy diciendo yo, es porque tú también puedes.
E: Eres comediante, eres escritor, eres podcaster, eres productor y autoproclamado símbolo sexual, según el brief que me pasaron sobre ti. ¿Con cuál de todas estas definiciones te sientes más identificado?
NR: (Risas) Bueno, dejando a un lado el símbolo sexual, que es básicamente una característica que agregó mi equipo de PR muy amablemente sobre lo que yo creo de mí, todo lo que mencionas no existe si yo no fuera comediante. Comediante es la palabra que me define de pe a pa. Es exactamente lo que soy, es exactamente lo que era de niño y es exactamente lo que voy a hacer cuando me muera. Comediante. De la comedia puede salir producir, puede salir escribir, puede salir todo, pero el comediante de stand-up es mi base, mi núcleo, mi todo. Y de ahí nace la necesidad de expandir mi capacidad de hacer stand-up en otros formatos. Pero comediante es quien soy y quien voy a ser siempre.
Créditos
Fotografía: Marco Marcovich
Styling: Andrea Eraso