Desde hace más de cinco décadas, los australianos han convertido la electricidad en religión, el riff en lenguaje universal y el escenario en campo de batalla.
Con Badlands, el universo Predator da un paso diferente: más introspectivo, más visual, y con un aire de ópera salvaje. No hay marines, ni junglas terrestres, sino una odisea alienígena que expande el mito del cazador desde dentro.