Ya casi tenemos entre manos Terror en Shelby Oaks, una de esas películas que se arrastran por tu mente y se instalan en tu médula como un escalofrío persistente. Es el tipo de cinta que los amantes del horror paranormal estábamos esperando: atmosférica, incómoda, inquietante, y sobre todo, con esa cualidad eerie que trasciende el simple misterio.
La dirige Chris Stuckmann, a quien muchos conocerán por años como uno de los críticos de cine más influyentes de YouTube. Pero aquí, detrás de la cámara, Stuckmann da un salto valiente y demuestra que conoce a fondo el ADN del horror efectivo. Shelby Oaks no es un experimento de principiante. Es una carta de amor (y de angustia) al terror clásico, envuelta en una narrativa moderna donde la oscuridad susurra.
Una historia que te atrapa como una maldición
La historia gira en torno a Mia, interpretada por Camille Sullivan, cuya interpretación es una mezcla brutal de vulnerabilidad y determinación. Años después de la desaparición de su hermana Riley, una investigadora paranormal que tenía cierto seguimiento en YouTube, Mia recibe una cinta con las últimas imágenes que se tienen de ella. Lo que en un principio parece un misterio sin resolver, pronto muta en algo mucho más siniestro: una puerta abierta a un mal que no solo desafía la lógica, sino también los límites del trauma y la memoria.
Mia viaja entonces a Shelby Oaks, un pueblo que, como en los mejores relatos de horror rural, parece fuera del tiempo y del espacio. Allí no todo es lo que parece (de hecho, nada lo es), y lo que comienza como una investigación se transforma en una pesadilla personal con ecos de infancia, obsesión y entidades que no deberían existir.
Una atmósfera que gotea tensión
Una de las fortalezas de la película es su manejo del suspenso. Aquí no hay sobresaltos gratuitos ni jump scares reciclados. Todo está cuidadosamente diseñado: la iluminación tenue, los silencios incómodos, la música que se arrastra como niebla espesa, las sombras que apenas se insinúan en los márgenes del encuadre. Hay una sensación constante de que algo está mal, incluso cuando aparentemente no está pasando nada. Es un tipo de terror que recuerda a Silent Hill, a los pasillos vacíos de The Ring, o a la progresiva distorsión de la realidad que vimos en Archivo 81.
Y es que si te enganchaste con esa serie de culto de Netflix, donde el horror surge del pasado grabado en una vieja cinta, Shelby Oaks es su prima maldita. Aquí también hay cultos, grabaciones perdidas y una presencia maligna que se insinúa desde el prólogo. Pero Shelby Oaks no copia: absorbe esa influencia y la retuerce hasta crear su propio universo oscuro.
Un culto, un demonio y una verdad que duele
El corazón de la película es el conflicto emocional de Mia, quien no solo busca a su hermana, sino que comienza a recordar fragmentos de su propia infancia: juegos, miedos, nombres que tal vez no eran tan imaginarios. La posibilidad de que el “demonio imaginario” que compartía con Riley de niñas fuera real, le da un giro al relato que mezcla el trauma con lo paranormal de una forma muy efectiva.
Chris Stuckmann logra que el pueblo de Shelby Oaks no sea solo un escenario: es un personaje más. El tipo de lugar donde cada casa tiene un secreto, cada vecino parece saber más de lo que dice, y la oscuridad parece no venir de fuera, sino emanar desde adentro.
Del internet al cine... y directo al infierno
Lo más interesante es el origen de Shelby Oaks. Originalmente, el proyecto iba a ser una producción pequeña para YouTube, centrada en los videos de Riley. Pero conforme el guion evolucionó, Stuckmann entendió que estaba construyendo algo más grande. Y se nota. La cinta no parece una ópera prima: tiene estructura, ritmo, y una comprensión madura del terror psicológico.
Es más: hasta Mike Flanagan, creador de The Haunting of Hill House y Midnight Mass, quedó sorprendido con lo que logró Stuckmann. Y si hay alguien con credenciales para opinar sobre terrores íntimos, familiares y espirituales, es él.
¿Cuándo se estrena?
Terror en Shelby Oaks se estrena en cines este 24 de octubre, justo a tiempo para sumergirse en la temporada más oscura del año. Es una película ideal para los que buscan algo más que sobresaltos fáciles: una experiencia que te deja pensando en lo que acabas de ver… y en lo que quizás no viste, pero sentiste.