La historia de Roscoe, el amado bulldog de Lewis Hamilton que acaba de fallecer

Roscoe vivió una vida extraordinaria. Viajó por el mundo, probó los mejores alimentos, lució los accesorios más exclusivos y protagonizó campañas que muchos influencers envidiarían. Pero, sobre todo, fue amado. Incondicionalmente.

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“No era solo mi perro. Era mi compañero, mi mejor amigo, mi familia”. Con estas palabras, Lewis Hamilton anunció este septiembre de 2025 la triste partida de Roscoe, su inseparable bulldog inglés, a través de sus redes sociales. Una despedida que ha tocado el corazón no solo de los fanáticos de la Fórmula 1, sino de todos los amantes de los animales que alguna vez sintieron cómo un perro puede convertirse en el pilar emocional de una vida entera.

Roscoe Carl Davidson Hamilton —sí, con nombre completo y todo el estilo— no era un perro cualquiera. Era una estrella. Un compañero de viaje. Un confidente silencioso en los momentos de gloria y en las derrotas más duras. Y sobre todo, era el reflejo del lado más humano y tierno del siete veces campeón del mundo.

Un bulldog con alma de campeón

Desde que llegó a la vida de Hamilton en 2013, Roscoe conquistó al paddock y al mundo con su carisma bonachón y una personalidad tan peculiar como entrañable. Era un bulldog inglés, de cuerpo robusto, mirada dulce y una serie de manías que lo hicieron aún más especial.

Roscoe era amante de los lujos: tenía predilección por las zapatillas Dior (literalmente las robaba del clóset de Hamilton), exigía hacer sus necesidades en pasto “de calidad” y necesitaba total privacidad para hacerlo. Le aterraba el agua, pero se sentía renovado tras cada baño. Roncaba como un motor V8 y, en los vuelos en jet privado, más de una vez hizo que su papá tuviera que usar tapones para dormir por sus flatulencias a gran altitud.

Pero, más allá de estas curiosidades, era un perro increíblemente dulce. Hamilton lo describía como “el alma más amable”, capaz de dejarse acariciar por cualquiera. Aunque claro, si aparecía una pelota —especialmente una de bowling o de fútbol—, despertaba ese espíritu bull que lo hacía jugar sin parar hasta quedarse dormido.

De Stevenage al glamour global

La conexión entre Hamilton y Roscoe fue, como el piloto la describió, “amor a primera vista”. Después de revisar más de mil perfiles de perros con pedigree, Hamilton encontró a Roscoe: hijo de un campeón español y una campeona irlandesa. Era el perro ideal para acompañar a un atleta global, y pronto se convirtió en mucho más que una mascota.

Roscoe no se quedaba en casa cuando su dueño viajaba: él también tenía pasaporte VIP. Lo acompañó por todo el mundo: de Mónaco a Singapur, de Silverstone a Austin. Tenía pase especial para entrar al paddock, subía a jets privados como parte del equipo, posaba en sesiones de fotos, asistía a entrenamientos y hasta protagonizó campañas publicitarias por las que llegó a ganar más de £200,000 al año. Su cuenta de Instagram superaba el millón de seguidores, y llegó a ser portada de Dogue —una divertida parodia de Vogue— meses después de que su padre humano lo hiciera en la edición original.

Un estilo de vida vegano (aunque extrañaba el tocino)

En 2020, tras enfrentar algunos problemas de salud comunes en su raza, Roscoe adoptó una dieta completamente vegana, al igual que Hamilton. El cambio mejoró notablemente su bienestar, aunque según una médium que lo “leyó”, Roscoe nunca dejó de soñar con un poco de tocino.

Sus platillos favoritos incluían pancakes de arándanos, frutas tropicales como sandía y piña, y hasta un desayuno navideño especial que compartía con su humano. Era también un amante de las siestas, de las caminatas por la playa y de ir al cine (sí, literalmente se dormía roncando en la butaca tras ver los primeros cinco minutos de películas como Guardianes de la Galaxia).

Una pérdida que traspasó la barrera del deporte

La salud de Roscoe comenzó a deteriorarse seriamente en septiembre de 2025, cuando fue hospitalizado por una neumonía. Lewis Hamilton, quien por esos días debía participar en un importante test de neumáticos con Ferrari en Mugello, decidió quedarse a su lado en el hospital veterinario.

Fue una decisión valiente y reveladora: por encima de las exigencias de un deporte despiadado, eligió el amor. Ferrari lo apoyó sin dudarlo y asignó al piloto de reserva para el test, mientras Lewis permanecía en vela junto a su amigo, que para entonces ya estaba en coma.

Durante esos días, el mundo entero se volcó en mensajes de cariño. Desde fanáticos hasta pilotos rivales, todos sabían que Roscoe no era un perro más. Era parte de la familia F1. Era una figura reconocida, querida, y profundamente admirada.

Roscoe: legado de amor, ternura y autenticidad

La historia de Roscoe y Lewis Hamilton es un testimonio del poder transformador del amor animal. Roscoe fue el ancla emocional de un hombre que, detrás del casco, es también un ser sensible, empático y humano.

Roscoe vivió una vida extraordinaria. Viajó por el mundo, probó los mejores alimentos, lució los accesorios más exclusivos y protagonizó campañas que muchos influencers envidiarían. Pero, sobre todo, fue amado. Incondicionalmente.

Y en su partida, deja una huella imborrable no solo en Hamilton, sino en todos quienes entendemos lo que es perder a un verdadero amigo.

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