Netflix vuelve a dar en el blanco con una historia que nos recuerda que el instinto de supervivencia no tiene edad. Perdido en la Montaña (Lost on a Mountain in Maine) no es solo la película más vista de la plataforma esta semana; es también un poderoso testimonio de resiliencia. Lo que atrapa desde el primer minuto es que todo lo que ves en pantalla está basado en una historia real. Y eso cambia las reglas del juego.
La cinta fue producida por nada menos que Sylvester Stallone (sí, Rocky, Rambo, el experto en supervivencia), y sigue los pasos de un niño de 12 años que, tras una excursión familiar a la montaña, termina completamente solo, perdido en un entorno salvaje y hostil. La tormenta lo separa de su familia, la naturaleza lo pone a prueba, y él responde con una madurez brutal que muy pocos adultos tendrían en esas condiciones.
Una historia que viene del pasado
Lo que muchos no saben es que Lost on a Mountain in Maine se basa en el libro autobiográfico de Donn Fendler, quien vivió esta pesadilla en carne propia en 1939, cuando tenía apenas 12 años.
La tragedia comenzó en el Katahdin Hunt Trail, una sección del famoso Appalachian Trail, en el estado de Maine. Durante una excursión con su papá, hermanos y un amigo, Donn decidió adelantar el paso para intentar alcanzar la cima de la montaña. Pero el mal clima —una combinación de niebla y frío— lo obligó a regresar. Al intentar volver sobre sus pasos, la desorientación hizo lo suyo, y Donn terminó perdido en medio del bosque, sin comida, sin mapa y sin forma de pedir ayuda.
No era un experto, pero sí un Boy Scout
Donn no era un alpinista profesional, pero había aprendido lo básico de supervivencia en los Boy Scouts. Eso fue clave. Se refugió en un árbol la primera noche, y al día siguiente decidió seguir el curso de un río —una técnica básica de orientación— con la esperanza de encontrar algún rastro humano.
Mientras tanto, su desaparición había activado un enorme operativo de rescate. Pero la búsqueda no daba frutos… solo huellas que muchos temían que fueran lo último que quedaba de él.
Nueve días de infierno (y coraje)
Donn se enfrentó a un infierno silencioso: frío extremo, terrenos inestables, animales salvajes y el hambre que lo debilitaba cada vez más. Sobrevivía comiendo raíces y plantas, y evitando osos que rondaban la zona.
En uno de sus días más críticos, encontró una cabaña abandonada donde se cubrió con sacos de papas para mantenerse caliente. Fue lo justo para aguantar un poco más. Finalmente, el noveno día, halló otra cabaña. Esta vez, no estaba vacía. Una pareja lo rescató y logró avisar a su familia que el niño seguía con vida.
Una leyenda de carne y hueso
Donn fue hospitalizado con picaduras por todo el cuerpo, pérdida extrema de peso y fatiga severa, pero salió adelante. Su historia conmovió a todo Estados Unidos, y fue tan inspiradora que años más tarde él mismo decidió contarla en un libro, que hoy es lectura obligatoria en muchas escuelas de Maine.
Lo que hace a Perdido en la Montaña tan especial no es solo su realización técnica o la tensión narrativa, sino el hecho de que nos recuerda que, incluso en las situaciones más extremas, el espíritu humano puede imponerse.
¿Por qué verla?
Porque es más que una película: es una lección de vida. Y porque ver a un niño enfrentarse solo a la montaña y salir victorioso no solo conmueve, sino que también te hace preguntarte: ¿Qué haría yo si estuviera en su lugar?
Perdido en la Montaña es adrenalina, emoción y verdad. Y no por nada se ha convertido en la película más vista del momento. Si buscas inspiración real, aquí la tienes.