La manera en que concebimos el amor ha cambiado. Hoy, las redes sociales son más que vitrinas de momentos felices; se han convertido en foros abiertos donde se discuten, debaten y a veces hasta dictan las reglas del juego romántico. En este escenario de opiniones cruzadas, un académico de Harvard ha hecho una afirmación que sacudió el tablero: el compañerismo, y no la pasión, es el verdadero pilar de una relación duradera.
La mirada de Harvard: una propuesta que incomoda
Arthur Brooks, profesor de la Universidad de Harvard, ha sido categórico en su declaración. En una entrevista aseguró que “los matrimonios más felices son aquellos en los que predomina el compañerismo y no la pasión”. Su visión, lejos de ser tibia, ha abierto un intenso debate entre quienes defienden el fuego eterno del deseo y quienes creen en la fuerza serena de la complicidad diaria.
Brooks sostiene que la pasión, aunque poderosa, es por definición efímera. Se trata de una reacción neuroquímica que cumple una función inicial: atraer. Pero, según su enfoque, ese impulso no es suficiente para sostener los desafíos emocionales, económicos y existenciales de una vida en pareja a largo plazo.
La amistad como objetivo: ¿el nuevo romanticismo?
Brooks propone un cambio de paradigma. En lugar de preguntarnos cómo mantener viva la chispa, sugiere enfocarnos en “cómo llegar a ser los mejores amigos” con nuestra pareja. Para él, ese es el verdadero objetivo amoroso a largo plazo. Un amor que se construye sobre la base de la lealtad, el apoyo mutuo y la ausencia de rivalidad.
Desde esta perspectiva, la relación se transforma en una alianza: un equipo donde ambos trabajan por un bienestar común, sin juegos de poder ni dramatismos innecesarios. En ese vínculo, la confianza no se ruega ni se mendiga; se cultiva. Y el amor deja de ser un vértigo para convertirse en un refugio.
¿Y la pasión? ¿Dónde queda el fuego?
La afirmación de Brooks no implica renunciar a la pasión, sino ponerla en su lugar. La pasión, según su visión, es una chispa que enciende el motor, pero no es el combustible que lo mantiene andando. Y cuando se logra un equilibrio entre atracción física y profunda amistad, dice Brooks, “es la mejor sensación del mundo”.
Esto no ha sido del agrado de todos. En redes sociales, muchos usuarios expresaron su escepticismo: ¿una relación sin deseo puede sobrevivir? ¿No es precisamente ese fuego inicial el que nos une de forma especial y única al otro? Los detractores de esta postura temen que, al priorizar el compañerismo, se desdibuje el componente erótico que distingue una pareja de una simple amistad.
Vínculos sólidos sin competencia interna
Un punto clave en la visión de Brooks es la eliminación de la competencia dentro de la pareja. En lugar de medir quién gana más, quién da más o quién necesita menos, el académico propone una lógica de apoyo incondicional. Porque en una relación sana, el éxito de uno debe ser motivo de alegría para el otro. Sin envidias ni juegos de poder.
Este tipo de vínculo, que descansa en la lealtad y la cooperación, está lejos del drama tóxico que muchas veces se romantiza. No se trata de renunciar a la emoción, sino de construir una estabilidad emocional que permita crecer sin temor a perder.
El amor moderno: entre la emoción y la razón
El debate entre pasión y compañerismo no tiene una respuesta única. Hay quienes necesitan la intensidad de una historia ardiente, y otros que encuentran plenitud en la calma de un vínculo sólido. Lo importante, como señala Brooks, es entender qué tipo de relación queremos construir —y sobre qué cimientos estamos dispuestos a edificarla.
En tiempos de cambios vertiginosos y emociones líquidas, tal vez sea hora de reconsiderar qué entendemos por amor. No para eliminar la pasión, sino para integrarla a un proyecto de vida que sea más grande que el deseo momentáneo.
Conclusión: la evolución del amor exige reflexión
La propuesta de Arthur Brooks no pretende anular la pasión, sino elevar la conversación sobre lo que realmente sostiene a una pareja con el paso del tiempo. Elegir el compañerismo no es conformismo, sino madurez emocional, sobre todo en un siglo donde los vínculos se enfrentan a desafíos nuevos cada día,
Y para muchos hombres que buscan construir relaciones sanas y duraderas, esta reflexión puede ser el punto de partida de un amor más consciente, más real y, quizás, más feliz.