Parece contradictorio, pero no lo es. Los sujetos que peores palabras usan parecen ser más listos y poseer un léxico más rico. C**ajo, ¿no te lo crees?
Popularmente se ha pensado que las personas que recurren a los insultos o a las palabras altisonants han pertenecido a un estrato social que los sentenciaba a la poca cultura y analfabetismo. Pero esta creencia se ha demostrado falsa, lo aclara la ciencia.
Según la publicación Language Science, las personas que dicen más groserías poseen un léxico más desarrollado. ¿Te parece imposible? La prueba se llevó a cabo en Massachusetts donde jóvenes de 18 a 22 años tenían un minuto para verbalizar todas las tosquedades que supieran, seguido de otro minuto en el que dirían todos los animales que conocieran. La sorpresa fue rotunda: las personas que más imaginación e insultos consiguieron pronunciar, también desarrollaron un mayor número de animales.
Este experimento desterró el pensamiento de que quienes recurren a las groserías es porque tienen un diccionario pobre o mal cultivado. De igual modo, los psicólogos estipularon dos categorías de injurias: las que denominan como «apropiadas« y que engloban los clásicos cabrón o hijo de… y las «inapropiadas« que se refieren a temas discriminatorios y de sexo.
De igual modo, proferir estas ofensas podría ayudarnos a desestresarnos y relajarnos. Por lo que no todo sería malo cuando gritamos o maldecimos a esa persona que nos hace el día algo más difícil. Como resultado podemos deducir que, si a un mayor vocabulario se puede decir que más listo se es, a más ofensas aprendidas una mayor inteligencia se adquiere.
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