Sus derrotas demuestran que gobernar un país no era tan fácil como pensaba el showman.
Según la historia política de EE. UU, el tiempo que transcurre desde la toma de poder hasta los 100 días sucesivos es el plazo más dinámico y eficaz en el que el nuevo gobierno consigue instaurar su modelo gubernativo al pueblo. Pero con Donald Trump esto parece ser otra de las tantas excepciones.
¿Qué ha formalizado y asentado el nuevo presidente en esta primera etapa? Dejaremos que los datos hablen por sí mismos: uno de los principales retos que abanderó en su campaña fue la invalidez del ‘Obamacare’ (al que aún no ha podido poner fin gracias al bajo apoyo republicano) o el conocido trabajo de construir un muro fronterizo entre México y su país, objetivo que no queda claro a día de hoy ya que ni México pagará dicha tarea, ni se conoce un cálculo estimado del costo real o el tiempo que tardará en levantarlo. Asimismo, la expulsión de hijos de inmigrantes (DACA) parece haberse paralizado en parte, por lo que vemos que ahora su agenda se dirige a asuntos que intervienen más con Oriente Medio, Asia o Cuba, donde la cosa no mejora.

(La presidencia no es lo que el magnate esperaba)
En el panorama internacional, se puede afirmar que en estos 100 primeros días de mandato ha abierto tres frentes bélicos que podrían desembocar de forma trágica. Estos son Rusia, Siria y Corea del Norte. ¿Cuáles han sido sus rectificaciones? Tras una reunión en Florida con Xi Jinping, presidente de la República Popular de China, debió de darse cuenta de que la sombra tenebrosa del gigante asiático no es tan “malévola” como se lo pintaron y que el poder que este país puede ejercer sobre Corea del Norte es más limitado de lo que afirmaba. Es cuando hablamos de este último y controversial país cuando a través de golpes y lecciones de política internacional ha logrado entender que el conflicto que enfrenta a EE. UU y Japón con Corea del Norte sólo tiene una solución por el momento: tranquilizar a Kim Jong-Un de que las cosas no van a modificarse a capricho de los americanos. Es eso o detonar el mayor conflicto bélico en la actualidad. Todo puede pasar.
Y cuando hablamos de Rusia la cosa no mejora, tras un corto periodo al mando, el presidente americano ha podido comprobar que los intereses que parecían unir a su tierra con Putin no son similares: el Kremlin vetó la orden de detener el uso de armas químicas que EE. UU ordenó tras bombardear bases sirias.
Por otro lado, Trump pretende revisar el acuerdo nuclear que Obama logró firmar con Irán y que apacigua el panorama de armas químicas que parecía despertar. una vez más rectifica.
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Asimismo, tras una breve pero intensa plática en Europa con Angela Merkel, canciller alemana, y Theresa May, primera ministra británica, parece que la OTAN ya no es tan mala idea u “obsoleta” como dijo anteriormente. Referente a este tema, Trump ha dado largas reiteradamente a Jens Stoltenberg, secretario general de la Alianza Atlántica, pero al menos ahora su mensaje se ha tranquilizado y su visión va más allá de los costos monetarios.
(Su hija Ivanka, clave en muchas decisiones y representaciones públicas)
Suponemos que enfrentar la cruda realidad en primera persona e informarse más a fondo de las repercusiones y reacciones que sus ideas podrían provocar le han incitado a retractarse como hasta ahora. Dicen que rectificar es de sabios, pero puede que esto sea otra excepción de las que hablábamos.
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De sus propias palabras hemos escuchado que “el trabajo que realiza es aburrido, que el sueldo es bajo, el escrutinio un irritante trámite y que prefiere su avión personal al que le han instalado como mandatario”. Es en estos casos cuando concluimos que Trump aún puede tener un lugar en la historia: quizás al ser el primer presidente que prefiere organizar un evento en Ibiza a dirigir un país al éxito.
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