Los ensayos clínicos de las vacunas más avanzadas contra el COVID-19 muestran resultados favorables, pero los científicos advierten de un sesgo que podría poner en riesgo a la población.
En la frenética carrera por desarrollar una vacuna segura y efectiva contra el nuevo coronavirus, los ensayos médicos podrían estar cayendo en un sesgo que deje de lado la diversidad genética de los distintos grupos étnicos en todo el mundo.
De Asia a Europa y de los Estados Unidos a Latinoamérica, el epicentro de la pandemia que comenzó en China ha cambiado a lo largo del año y con él, las estadísticas de la población más afectada han sembrado pistas para comprender que distintos factores complejos como la diversidad genética, la resistencia a ciertas afecciones, la dieta y las comorbilidades adquiridas son decisivas en la mortalidad por el SARS-CoV-2.
El mejor ejemplo de lo anterior está en los Estados Unidos, el país más golpeado por la pandemia. A la luz de un análisis superficial, los 5.2 millones de casos confirmados y las 167 mil defunciones parecen no discriminar entre la población más heterogénea del mundo; sin embargo, los dos datos demográficos demuestran una realidad innegable:
A pesar de ser minoría, la población negra y latina de los Estados Unidos registra el triple de infecciones y el doble de defunciones que la población blanca, que conforma el 62 % de los 328 millones de estadounidenses.
La explicación de estas cifras desproporcionadas parte de las condiciones sociales, la desigualdad y el racismo; sin embargo, también requiere de un análisis a conciencia en los laboratorios donde se desarrolla la vacuna para prestar especial atención a las reacciones de la inmunización frente a un grupo étnico propenso a la diabetes, hipertensión y otras comorbilidades conocidas como factores de alto riesgo en caso de contraer COVID–19.
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LA FALTA DE DIVERSIDAD GENÉTICA EN LAS PRUEBAS DE LA VACUNA COVID-19
Al respecto, algunos expertos han advertido que los ensayos de vacunas corren el riesgo de verse socavados por la falta de diversidad racial entre sus participantes.
El mes pasado, la Universidad de Oxford informó que la vacuna que está desarrollando con AstraZeneca a partir del adenovirs, un virus de chimpancé atenuado, provocó una «fuerte respuesta inmune» en las personas que participaron en un ensayo inicial.
Casi de manera simultánea, el proyecto de vacuna supervisado por la empresa de biotecnología estadounidense Moderna también obtuvo resultados alentadores en un ensayo inicial a pequeña escala.
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EL PROBLEMA DE LA FALTA DE DIVERSIDAD GENÉTICA
En uno de los primeros ensayos de Oxford con más de 1,000 adultos sanos, el 91 % eran blancos, aproximadamente el 5 % asiáticos y menos del 1 % negros. Mientras tanto, el ensayo clínico más pequeño de Moderna tuvo como voluntarios a 45 participantes adultos, 40 de ellos blancos y solo dos voluntarios negros.
De acuerdo con Oluwadamilola Fayanju, cirujano e investigador de la Universidad de Duke en entrevista a The Guardian, el riesgo de caer en sesgos en los ensayos clínicos podría ignorar tanto los efectos secundarios adversos de la inmunización, como las comorbilidades de las distintas etnias o la propensión genética a sufrir de otras enfermedades:
“La falta de diversidad en los primeros ensayos corre el riesgo de provocar puntos ciegos en el desarrollo de una vacuna para una infección que ha causado una hospitalización y fallecimientos desproporcionados en personas de color”.
Fayanju explicó que ante la prisa por crear la vacuna podrían existir otros riesgos: “Reconozco que recibir esta vacuna es una prioridad urgente y todos la queremos rápidamente, pero no podemos tomar atajos porque podemos perdernos de algo. Podríamos enfrentar más dificultades al no incluir la diversidad desde el principio”.
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