El sombrío epígrafe de Amarás a Dios sobre todas las cosas (Tusquets, 2013), la nueva novela de Alejandro Hernández, se queda corto ante lo que el lector encuentra una vez que le da vuelta a la hoja. Del papel blanco cuelga, como una advertencia o amenaza, la frase: «Dejad, todos los que aquí entráis, toda esperanza», palabras originalmente escritas por el poeta italiano Dante Alighieri como una inscripción en la entrada del infierno en su Divina comedia.
El infierno, en el caso del libro de Hernández, es México, y quienes deben dejar «toda esperanza» al cruzar la frontera sur son los miles de migrantes centroamericanos que buscan atravesar el país para llegar a Estados Unidos. El autor eligió narrar en primera persona a través de su personaje, Walter Milla Funes, un hondureño joven nacido «en una familia risueña, de abuelos distantes y obstinados, de padres ilusionados y tristes, de hermanos y hermanas fuertes y vitales, como retoños invencibles».
Son Walter y su familia, caída en desgracia económica luego de que un huracán azota Honduras, quienes viven en carne propia y atestiguan el vía crucis que a diario protagoniza la gente que ha sido exiliada por la pobreza. Con ellos, Hernández reconstruye el Alejandro Hernández escribe una gran novela sobre la tragedia de los migrantes centroamericanos que atraviesan México. miedo, la nostalgia, el dolor físico y mental, los viajes a bordo del tristemente célebre tren conocido como «la Bestia», los asaltos, agresiones, torturas, secuestros y abusos que viven los migrantes al pasar por México. En Walter y los suyos también vemos reflejados los sueños, el amor y, sí, incluso la esperanza que acompañan a estas personas en su trayecto hacia el norte.
«Mi aspiración es que el lector se coloque junto a Walter en el inicio de la novela y empiece a caminar con él, que sienta que va avanzando, que se tropieza, se cae, se asombra, se duele, se arrepiente, tiene esperanzas; todo junto con Walter, como si estuviera en el camino del migrante», dice Hernández. «A lo mejor es una aspiración muy pretenciosa, pero yo quisiera que el lector tuviera la misma ansiedad que tiene Walter por llegar y que fuera sorteando con él todo lo que va sorteando y enfrentando».
Hernández, ex director de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, contó con una herramienta muy valiosa para crear un relato verosímil y conmovedor: el testimonio de cientos de indocumentados que conoció durante sus recorridos por las rutas migratorias en Centroamérica y México. Una parte de estos trayectos los realizó como integrante del equipo que investigó y redactó el primer informe de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) sobre secuestro de migrantes.
En un país en el que las historias que relatan hechos de una crueldad insospechada ocupan las primeras planas de los periódicos un día sí y otro también, la situación de miles de migrantes centroamericanos muestra la profundidad del infierno íntimo de nosotros, los mexicanos. Cuando uno termina de leer Amarás a Dios sobre todas las cosas, un cuestionamiento se queda palpitando en las sienes: ¿en verdad este pueblo es capaz de tanta mierda? Además quedan otras preguntas sobre la novela y el trabajo de Hernández, que él responde a continuación.
ESQUIRE: ¿Por qué decidiste recorrer rutas migratorias?
ALEJANDRO HERNÁNDEZ: Primero, porque quise ir a ver lo que pasaba. Cuando se da el vínculo con la CNDH, se vuelve un esfuerzo más ordenado y demandante, que incluso exige un análisis más académico. Pero lo que nunca quise fue desprenderme de la parte humana, más allá de las estadísticas y los contextos explicativos. Es muy importante racionalizar y pensar en la migración. Muchas organizaciones lo hacen bien. Sin embargo, creo que lo más importante es mantenerse muy receptivo, con capacidad de asombro, de condolerse por lo que sucede.
ESQ: El libro contiene frases demoledoras sobre el tema de la migración. Uno de los personajes dice: «No hay nada menos que un migrante», una afirmación brutal.
AH: Esto refleja el menosprecio absoluto hacia los migrantes que vi en muchos agentes de la autoridad. Recuerdo un día en el que estaba platicando con un migrante hondureño en una estación migratoria. Un agente llegó y dijo: «Aquí los tratamos muy bien, como si fueran seres humanos». Creo que, en efecto, entre los muchos grupos vulnerables que existen en México, no hay uno más endeble que el de los migrantes indocumentados que atraviesan el país.
ESQ: Justo hay un momento en que el narrador, Walter, dice que ser migrante se trata de ser invisible, de desaparecer, de no ser nada ni nadie.
AH: Porque apenas alguien los ve, sobreviene el abuso, ya sea por la delincuencia circunstancial u organizada, o por los malos servidores públicos. Entonces, la conclusión a la que llegan es «que no nos vea nadie, que no seamos nadie». Esto es una minimización estructural: el migrante se asume como alguien clandestino porque sabe que debería tener papeles, pero como no se los dan y quiere pasar, sabe también que no existe y no tiene derechos, que debe ser invisible y avanzar en silencio, porque cree que con eso bastará.
ESQ: ¿Por qué los migrantes despiertan el rencor tan agudo que describes en la novela?
AH: En el inconsciente colectivo hay una especie de escala jerárquica del ser humano por la que todo el mundo reconoce a los que están arriba. Tal vez el maltrato a los migrantes tiene que ver con esa escala. Me parece que ahí entra en juego este sentimiento de superioridad, el deseo de imponer el poder que eso supone y la impunidad que alimenta que esto siga pasando una y otra vez. Porque hoy matar a un migrante, secuestrar a un migrante, humillar a un migrante no tiene consecuencias. En materia de migración indocumentada, la impunidad es total.
ESQ: Por otro lado, como ya lo decías, también saca lo mejor de las personas que los ayudan.
AH: El mundo de la transmigración indocumentada por México es de extremos: el dolor es grandísimo, la esperanza es grandísima, la vulnerabilidad igual, la fortaleza interior, los actos generosos, los actos deleznables, la fuerza para caminar kilómetros y kilómetros, para treparse al tren en marcha, para aguantar tres días sin comer nada… Ahí, cuando uno ve el hambre, ve el hambre de verdad; y cuando ve generosidad, es verdaderamente generosidad; y cuando ve maldad, es maldad extrema. Todo está magnificado, no sé por qué pero así es. Por eso en la novela aparecen los actos de maldad y los de bondad que pude atestiguar.
ESQ: Otra frase: «Uno de migrante se muere y resucita muchas veces».
AH: Sí, literalmente así ocurre. Fui testigo de acontecimientos bárbaros. Una vez vi a un grupo de migrantes, yo iba con otras dos personas a su encuentro y nos dijeron: «Anoche nos asaltaron y nos quitaron todo, y cuando los vimos a ustedes dijimos: pues son otros asaltantes, pero ya qué nos pueden quitar más que la vida. Vamos a seguir caminando«. No puede uno entender la profundidad de esa frase: «Ya no nos pueden quitar más que la vida, pues entonces vamos a seguir caminando». Son síntesis muy claras de la profundidad del abandono en el que se encuentran algunos de los migrantes.
ESQ: ¿Tienes una idea o una propuesta de cómo debería actuar el gobierno mexicano con los migrantes centroamericanos?
AH: Hacen falta soluciones macro, complejas y a largo plazo, pero eso no significa que las autoridades no deban emprender acciones concretas. Bastaría con que hoy el gobierno mexicano asumiera el compromiso de que al menos sus agentes respeten a los migrantes y, si no lo hacen, que sean sancionados. Si por ahora el Estado no puede controlar a la delincuencia circunstancial u organizada, que se comprometa a que sus agentes no cometan ninguna fechoría contra los migrantes. Pero no existe este compromiso mínimo, elemental. Luego vendría otro paso y podrían empezar a actuar en contra de los delincuentes que dañan a los migrantes. Que no haya ocurrido así, me lleva a preguntarme si será que el Estado no se siente capaz de controlar a sus propios agentes o si será que ni siquiera se ha acordado del tema. El gobierno actual no ha dado una sola declaración en ese sentido, no nos ha dicho qué va a hacer. Sería bueno empezar a exigir que se pronuncie acerca de cuál es su compromiso sobre la migración centroamericana.