Es ídolo de la Selección Colombiana. Puede hacer cinco goles en un partido, pero también tocar el balón con un niño que se le acerca en un entrenamiento. Es vecino de Mourinho, fanático de Twitter y aliado de Hublot. Con slippers y sin ellos, éste es el gran «Tigre» Falcao.
Lleva unos zapatos en los que se destaca la figura de un tigre. No es cualquier par. No son guayos (como se les conoce en Colombia a los tenis de futbol). Habría que precisar que son slippers. Algunos podrían verlos como pantuflas exóticas, pero no, estas zapatillas han ganado su protagonismo este año. «Éste era el calzado que usaban los nobles británicos para caminar en sus castillos. En aquella época se bordaban ahí sus escudos onomásticos. A Radamel se le bordó con hilos de plata el emblema del tigre de su página web y de su Twitter en estos slippers», me explica Adolfo Álvaro Benito, el asesor de imagen que trabaja con el goleador colombiano desde hace algunos meses.
Es un martes en Madrid. La ciudad amaneció cubierta por la neblina, pero con el paso de las horas la visibilidad mejoró. Falcao se levantó temprano, desayunó fruta (hoy no hubo huevo, pan tostado ni cereal, la otra parte de su menú habitual en las mañanas), hizo algunas labores caseras, se fue a su entrenamiento en Cerro del Espino con los demás integrantes de la plantilla del Atlético de Madrid; tomó un breve descanso, no durmió su siesta, y después vino hasta acá, al estudio de Esquire España -en el centro madrileño- donde va a comenzar esta sesión fotográfica exclusiva. Antes de ponerse sus slippers, «el Tigre» llegó vestido con ropa casual: jeans de marca, chamarra de cuero café, bufanda anudada al cuello, con su melena alisada y unos lentes de pasta que le dan un toque muy juvenil a este samario (como se conoce a los originarios de Santa Marta, Colombia) de 26 años, hijo de Juana Carmenza y Radamel. En su muñeca, un reloj Hublot, y en la piel, perfume de Gucci. No viene solo, lo acompaña el jefe de prensa de su club, lo escolta uno de los hombres de confianza de su representante, el portugués Jorge Mendes (quien tiene entre sus clientes al técnico del Real Madrid, Jose Mourinho), sin olvidar a Adolfo. Como notarán, casa llena. La sesión, con escenario repleto, estará a cargo de Diego Martínez, editor gráfico de Esquire España, quien ha retratado para la revista a personajes como Viggo Mortensen, Benicio del Toro, Xabi Alonso y Johan Cruyff. Falcao quiere empezar lo más rápido posible.
Estamos acostumbrados a verlo en shorts en cada partido. Lo seguimos batiéndose en el área chica como un felino. Lo vemos anotando, celebrando sus goles, y a veces sangrando (en su frente aún está la marca del pisotón que le dio Roberto Soldado del Valencia); sin embargo, pocas veces nos lo imaginamos en un escenario como éste. Uno en el que «Radameeeeeel Falcaoooo», como le gritan los hinchas colchoneros en el estadio, no luce tan cómodo. Es un hombre cálido, pero tímido, que prefiere dejar su osadía para el campo de juego, aunque ya ha empezado a acostumbrarse: lo invitan a los eventos y a las galas más importantes en España, se codea con los poderosos y los famosos, hace poco atendió una invitación de Alejandro Sanz. Lo entrevistan en los espacios radiales más importantes, como El Larguero, de la española Cadena Ser, en donde dijo: «No me voy a ir en enero a ningún equipo», y sobre su futuro indicó: «No depende de mí seguir en el Atlético», mientras una treintena de jóvenes lo observaban con admiración en la cabina de radio.
A unos 11 kilómetros de este estudio fotográfico, en las afueras de Madrid, en Pozuelo de Alarcón, está ubicada la casa que Radamel Falcao García comparte con su esposa, la bella cantante argentina Lorelei Tarón, a quien conoció en Buenos Aires cuando el delantero colombiano jugaba para el River Plate -se casaron en 2007-. Se trata de una urbanización conocida como La Finca, donde viven hombres de negocios y figuras reconocidas como el propio Jorge Mendes, Mourinho, Cristiano Ronaldo o Kaká. Es una casa grande pero no ostentosa. «Falcao no es un hombre derrochador ni rimbombante», dicen quienes lo conocen y han estado con él en su hogar. Cuenta con tres pisos comunicados por un ascensor interno. En el garaje, Falcao tiene un pequeño gimnasio. En el primer piso se encuentran el salón, la alberca, el comedor y la cocina. El segundo es el de los invitados, y en la parte superior están el cuarto principal de la pareja y la sala de la computadora donde Radamel interactúa con los hinchas. «Es un fanático de Twitter», me han dicho algunos de sus allegados. Y se nota. Aquí, cuando no está entrenando, transcurre buena parte de la vida del Tigre. Éste es el fortín donde está a salvo y en paz. Utiliza cualquier espacio para descansar, practicar y leer a diario la Biblia. Aunque tiene un asistente de limpieza -que va algunos días a la semana-, el delantero no les teme a las labores domésticas: ordena su ropa, pone la mesa, recoge los platos.
Come en casa después de cada entrenamiento. «Es importante tener una buena alimentación y, ya sabes, si vas a uno de todos esos buenos restaurantes que tiene Madrid, es más fácil caer en la tentación de probar ciertas cosas que no deberías», me explica Radamel, quien aprovecha una pausa en la sesión fotográfica. «Me gustan mucho los huevos rotos», cuenta. Estos no son más que una simple y básica delicia española que consta de papas fritas, huevos estrellados y jamón ibérico encima. «También he probado la fabada y los callos a la madrileña. En realidad me gusta todo». Quienes lo conocen, lo confirman: dicen que a Falcao le gusta comer bien. Y una de sus debilidades son los dulces. A veces, cuando se ha pasado con los postres, de inmediato se pone a entrenar en su gimnasio para mantener la forma y el estado físico. Es muy exigente con el tema.
Es perfeccionista y está al tanto de cada detalle. Más ahora que muchos colegas, periodistas y astros del futbol hablan de él como el mejor centro delantero del mundo. El ex técnico del Barcelona, Pep Guardiola, afirmó que no hay nadie como Falcao en el área chica; Lionel Messi lo elogia: «Es un grandísimo jugador. Tiene mucha calidad en los pies y por arriba»; para varios diarios deportivos españoles Radamel es el mejor fichaje del siglo XXI; su compañero de equipo, Diego Godín, dice que hoy el Tigre está un escalón por encima de Cristiano Ronaldo; «el Pibe» Valderrama anota que el delantero «se pasa de calidad», que «puede jugar en cualquier equipo», y «va a superar a todo el mundo, nos está dando un ejemplo». Y Diego Simeone, que lo dirigió en River y ahora lo hace en el Atlético de Madrid, puntualiza: «A Falcao lo admiro y lo quiero, ojalá siga así». Ante tantos elogios, el colombiano guarda silencio. Suelta media sonrisa y responde: «Le pido a Dios que me dé mucha salud para poder seguir haciendo mi trabajo. Pero espero dar más, aún no hemos visto el ciento por ciento de Falcao. Estoy convencido de que mi rendimiento puede ser aún mejor». ¿Va en serio? «Sé que mucha gente habla de mí, no me incomoda que hagan referencia a mi trabajo, creo que se debe a que estoy haciendo las cosas bien, pero digan lo que digan, no me van a desviar de mi objetivo principal, no me harán olvidar a dónde quiero ir». Su meta es fácil adivinarla: ser el mejor jugador del planeta. Como Maradona, o como su gran ídolo, Ronaldo Nazário de Lima: «Claro, es que el Gordo marcó mi época de adolescente».
Lejos del ejemplo de Ronaldo, quien varias veces se vio envuelto en escándalos (y muchos líos de sobrepeso), o de las historias de delanteros colombianos tan brillantes en la cancha como díscolos fuera de ella -basta recordar a Faustino Asprilla-, Falcao intenta manejar un bajo perfil. No insulta. No se emborracha. No sale de juerga con chicas alegres. Los reporteros del chisme se aburren al seguir su rutina, no da pie a un desliz. Es un misterio. Quizá sea por su formación religiosa; quizá por su disciplina férrea y por las ganas de alcanzar el objetivo del que hablábamos antes. «Ni la fama ni el éxito me van a cambiar, no me lo permitiría. Ahí están intactas mis bases y mi esencia. Vivo naturalmente, como siempre he vivido», dice el número 9. Falcao habla pausadamente, piensa cada respuesta, con el paso de los minutos se le siente más tranquilo y cercano. «Detesto la falsedad». No es un felino feroz. Es un tipo muy cordial. «No creo que mi apodo de Tigre tenga que ver con mi forma de ser o mi personalidad».
Radamel posa de nuevo. Adolfo, su asesor de imagen, me cuenta cómo conoció a Falcao y explica que desde hace algún tiempo hay un equipo dedicado a que el futbolista luzca impecable. «Somos un grupo de 50 personas que estamos a su disposición las 24 horas del día, trabajamos para que nada falle. Él es muy curioso, tiene iniciativa y nos hace saber sus propuestas sobre los looks que quiere llevar. Nosotros nos encargamos». ¿Por qué hay tanta gente cuidándolo? Por una razón simple: Falcao desde hace tiempo dejó de ser tan solo un enorme delantero. Con sus goles y campeonatos, llegaron las buenas ofertas de varias compañías que hoy lo tienen como embajador en sus campañas publicitarias. Falcao es una marca registrada. Es imagen de Puma, DirecTV, Gatorade y bbva; tiene una alianza con los relojes Hublot y de seguro vendrán varios patrocinios más. Radamel juega en las grandes ligas, y ese es el tratamiento que debe tener. Hace algunas semanas se conoció un informe de la consultora brasileña Pluri según el cual el colombiano se revalorizó este año en un 87 por ciento y tendría un valor de 56.1 millones de euros. En el escalafón de los 60 jugadores mejor valorados del mundo, según este estudio, Falcao ocupa el quinto puesto, por encima del brasileño Neymar y por debajo del inglés Wayne Rooney (Messi, quién más, ocupa el primer lugar). Cabe recordar que el delantero fue vendido por el Porto de Portugal al Atlético de Madrid por 45 millones de euros. La camiseta del samario es la más codiciada por los fanáticos colchoneros. Los compradores la buscan con fervor, así tengan que pagar 98 euros por una prenda oficial. De cada 100 camisetas vendidas, 60 tienen el número 9 de Falcao.
Es un hombre que disfruta con la música de Frank Sinatra y del canadiense Michael Bublé, pero que también sabe de reggaeton, y los números no lo preocupan. En una nueva pausa en la sesión, me cuenta que le gustaría llevar una vida un poco más normal. Salir por ahí, caminar tranquilo con su mujer, ver una buena película sin que nadie lo reconozca. Pero eso por estos días resulta imposible. «No puedo hacerlo. Tomo la precaución de no estar muy expuesto al público. A veces voy al cine, salgo con gorra, el pelo recogido y gafas oscuras, para que la gente no me reconozca». Aun así, lo pescan. «Por eso mismo no puedo ir mucho al centro de la ciudad, voy a las salas que están cerca de casa». Suena paradójico, pero él, que ya lleva un buen tiempo en Madrid, no la conoce tanto como quisiera. «He logrado caminar por Fuencarral -una calle céntrica y clave en la vida madrileña-, pero eso sí, muy tapado». Le gusta la capital española. «Es una ciudad con una oferta muy variada de cultura y arte. Eso es, sin duda, lo que más destaco de Madrid. He intentado visitar algún museo pero no lo he logrado. Estuve en la puerta del Prado pero tuve que irme porque no iba a poder disfrutarlo. Me gustaría ir a algún concierto pero no he podido. Han pasado por aquí varios artistas que me habría encantado ver, como la banda inglesa Coldplay o Jennifer López».
Seguimos hablando de ciudades por las que ha pasado o en las que anhela vivir. Buenos Aires. «Una capital fantástica, que nunca duerme y que cuenta con una vida social interesante. En ella pasé mi adolescencia. De hecho allí, en Buenos Aires, a mis 18 años, fui por primera vez a una discoteca». Oporto. «Ciudad pequeña con una gran tradición vinícola. Me gusta el vino, he tenido la fortuna de vivir en países donde, por cultura, se toma vino con la comida y le he agarrado el gusto». Bogotá. «Los atardeceres, el ambiente frío, las luces de la ciudad. A veces siento que llevo mucho tiempo viviendo fuera del país, pero que, de alguna manera, una parte de mí sigue en Colombia. Echo de menos a mi familia, el ambiente del barrio, los típicos productos que conseguía en la esquina de mi casa, el olor de las ciudades. A veces esos recuerdos se me vienen a la mente y me hacen transportarme a mi país». Londres. «Me hablan muy bien de la capital inglesa, es una ciudad con glamour, me llama mucho la atención». ¿Y amigos? Unos cuantos. «Los puedo contar con los dedos de una mano; no tengo mucha vida social».
Le sobran seguidores, fanáticos y niños que lo ven como el ejemplo a seguir. Ahí están, fieles, en la puerta, esperándolo después de los entrenamientos con el «Atleti» o con la selección colombiana. Falcao suele saludarlos, firmar autógrafos, posar para la foto. Es su rutina. Y de ahí han salido bonitas historias. Una de las más recordadas sucedió el miércoles 25 de abril de 2012, el mismo día en que el Real Madrid se enfrentaba con el Bayern Munich en la capital madrileña -eran las semifinales de la Champions League-. Radamel entrenó esa tarde-noche con su equipo. Casi todos salieron deprisa porque querían saber qué pasaría con sus eternos rivales. El Tigre no tenía afán. A las siete de la noche le estaban haciendo masaje en los camerinos. Y afuera había un niño, Marco, que sin que él lo supiera, llevaba esperándolo varias horas. Ese era el día de su cumpleaños, y de regalo le había pedido a su padre, habitante de Guadalajara (una población cercana a Madrid) y trabajador de una siderúrgica, que lo llevara a ver a su gran ídolo. Falcao salió hacia las 9:30. Le contaron sobre el niño y de inmediato se le acercó. «¿Quieres un autógrafo, una foto?». Y el chico lo mira y le responde: «Venga, he venido hasta aquí para jugar futbol contigo, y hasta he traído el balón, mira». Segundos más tarde, el Tigre estaba pateando la pelota -con sus finos zapatos de «civil»- y correteando con Marco. Nadie se enteró del resultado de ese inesperado partido, lo que sí se supo es que al Real Madrid lo eliminaron esa noche.
Hace unos meses anotó cinco goles en un juego. Es el segundo futbolista del Atlético que logra esa marca. El primero fue el brasileño Vavá, en 1958. Cerró 2012 de manera impresionante -recibió el premio que le otorgó el diario deportivo As como uno de los mejores deportistas del año y fue incluido en el equipo ideal de la fifa en 2012- y arrancó de igual manera 2013. Buenos números, muchas distinciones, Radamel arrasa. Pero él no luce deslumbrado. Su realidad está en casa. Es la mujer que acompaña su vida. «Lorelei me ha ayudado mucho, hace tantos o más sacrificios que yo por mi carrera. Le estoy muy agradecido, sé que de alguna manera mis metas y mis objetivos son los mismos de ella. En los malos momentos siempre trata de levantarme el ánimo, intenta que tanto mi moral como mi autoestima estén siempre en alto». Y a veces, en su Twitter, ella le lanza un mensaje amoroso al Tigre: «Yendo al estadio para ver al @Atleti y a mi amor, tenemos que hacer mucha fuerza».
«Han sido dos años muy positivos en lo deportivo y en lo personal. Vivo muy feliz aquí, me siento cómodo con todo el cariño que me demuestra la gente. Quiero llegar a lo más alto con el Atlético. Quiero ser campeón de la Liga y quiero jugar la Champions League, no estoy dispuesto a esperar más. Y, claro, espero ir al Mundial de Brasil con mi selección, ese es el sueño de todo el equipo y de 45 millones de colombianos». Y aunque este año no pudo ser, espera «poder ganar el Balón de Oro algún día».
Son las 6:05 de la tarde en Madrid. Radamel Falcao y su séquito emprenden la retirada, se sube en su Porsche Panamera blanco y se va. Aún le queda día por delante. Hoy no ha dormido la siesta y se acostará pronto, aunque habitualmente no lo hace antes de las 10 u 11 de la noche. Mañana entrena y el Tigre afilará sus garras de nuevo. Días después me entero de que el Tigre pidió otra sesión fotográfica porque quería estar totalmente seguro de que las imágenes fueran las correctas. Las hicieron en un día festivo, no hubo slippers ni decenas de personas en el estudio; sí su traje de Dolce and Gabbana y unos zapatos impecables, seleccionados por Adolfo. Lo dicho, un perfeccionista.
Fotógrafo: Diego Martínez. Asistente de fotografía: Nani Gutiérrez. Maquillaje y pelo: Crisanto Blanco. Estilismo: Berta Álvarez. Asistente de estilismo: Alba Roces. Estilismo: Luxury Purple Club. Vestuario: Dolce and Gabbana. Zapatos y complementos: Luxury Purple Club. Reloj: Hublot Classic Fusion.