A Michaelson no le gusta que lo describan como un “científico de cohetes”, y tampoco luce como tal. Es grande y de buenos modales, una persona muy práctica como para andar con audífonos puestos y tener una silla en un puesto de control. Además, los cohetes que fabrica no están hechos para transportar una carga tradicional como satélites, laboratorios orbitales o telescopios. Los suyos llevan adictos a las endorfinas, rompedores de récords, dobles de acción o temerarios. Sus motocicletas, autos, motonieves e incluso patines de fabricación casera impulsados por misiles, han pulverizado más de 70 marcas de velocidad.
“Yo lo que quiero es que mis clientes sobrevivan. Y me gusta que los vehículos vuelvan al garaje en una pieza. Ese es un buen día de trabajo en lo que a mí respecta”, dice.
Además de sus aparatos propulsados, Michaelson construye dispositivos para acrobacias como el decelerator [desacelerador], un instrumento con una cuerda de seguridad que les permite a los dobles saltar desde edificios sin necesidad de colocar bolsas de aire en el piso. Como en la adaptación fílmica de 1985 de la novela Stick de Elmore Leonard, protagonizada por Burt Reynolds, en la que aparece una memorable caída que fue ejecutada por Dar Robinson, doble de acción, colaborador y amigo de Michaelson. Robinson se precipita desde un piso alto, disparando su pistola hacia Reynolds, hasta golpear el suelo. “Todo un hito en ese tiempo”, dice Robinson.
Su orgullo está justificado: el mundo de los dobles de acción es pequeño y pronto uno identifica quién es serio y comprometido, y en quién se puede confiar cuando se trata de un cohete.
Por este motivo, Michaelson se pone taciturno al recordar su lanzamiento más enervante. Fue hace 37 años, pero lo recuerda como si fuera ayer: “Toda esa aventura de ‘la Mosca Humana’ fue escalofriante. Y por lo general no soy un tipo que se asuste con facilidad”.
A comienzos de 1977, Michaelson recibió una llamada telefónica de un hombre que quería una moto propulsada por un misil, la cual le ayudaría a convertirse no sólo en un renombrado doble de acción, sino en un superhéroe de la vida real.
El hombre anunció que tenía un montón de ideas, incluida la de amarrarse a un misil con el que cruzaría el Canal de la Mancha. Pero, como aperitivo, quería romper la marca mundial impuesta por el legendario doble de acción Evel Knievel, quien dos años antes había saltado 13 autobuses con su moto ante un estadio de Wembley repleto. De hecho, buscaba triplicar la hazaña: “Quería saltar 36 autobuses. Yo lo convencí de que fueran 26”, cuenta Michaelson. “El reto era demente, la idea de un lunático.”
En el taller de Michaelson en Minneapolis, Estados Unidos, que también es museo —tiene varios de sus aparatos en exhibición ahí y en su hogar—, está la motobala en cuestión: una setentera y hermosa Harley-Davidson XL 1000 Sportster cromada y roja. Normalmente, al salir de la fábrica alcanzaría unos 210 kilómetros por hora, pero con los dos proyectiles de peróxido de hidrógeno que Michaelson instaló debajo del tanque de gasolina, y que producían un impulso de 15,000 N/kg, su velocidad máxima pasó a 480 kilómetros por hora.
La historia de la misteriosa llamada telefónica y los sucesos que le siguieron ya forman parte del folclore setentero de los dobles de acción. Después de reclamar la motocicleta encargada a Michaelson, un enmascarado anónimo que se hacía llamar la Mosca Humana —aseguraba ser un héroe de la vida real con 60 por ciento del cuerpo conformado por partes de acero— retó a la muerte con una serie de acrobacias. La primera no tuvo nada que ver con la motobala, pero la última y más grande, sin duda sí.
La mosca Humana fue agasajada en el horario estelar de la televisión estadounidense e incluso se convirtió en protagonista de su propio cómic mensual de Marvel, antes de que su desastroso intento por sobrepasar el salto de Knievel la mandara al hospital. Después de eso, desapareció.
Ahora, la historia de la Mosca Humana será el tema de una película de Hollywood. El guionista es Tony Babinski, quien reside en Montreal, Canadá, junto con su hermano Bob, antiguo reportero de la Canadian Broadcasting Corporation, cbc, y actualmente profesor de periodismo de la Universidad de Concordia, en Minnesota. Los Babinski han estado detrás de esta historia durante los últimos 10 años. Lo que comenzó como una idea para un documental de televisión, pronto dejó ver un potencial mucho mayor.
“Cada vez que creíamos estar cerca de la verdad, aparecía un nuevo detalle que parecía demasiado descabellado para ser creíble”, dice Tony. “Pero hay algo en esta historia en particular que les llega a todas esas personas que han arriesgado todo por un sueño o han visto estupefactos cómo alguien lo hace realidad.”
La noche en que tuvo lugar aquel nefasto salto final en el Estadio Olímpico de Montreal, la Mosca Humana no alcanzó a llegar a la rampa receptora, chocó tres o cuatro autobuses antes de lograrlo y la moto de 60,000 dólares (a precio de 2014) le cayó encima.
Mientras, Ky Michaelson y su equipo observaban horrorizados. Los paramédicos se apuraron, llevaron a la Mosca al hospital y muchos temieron lo peor. Sin embargo, nadie ha podido saber qué pasó con ese audaz enmascarado. La Mosca Humana se esfumó de la vista pública aquella noche.
¿Quién era? ¿Quién estaba financiando ese intento de alcanzar la gloria y por qué? ¿Fueron las circunstancias que rodearon su desaparición tan siniestras como algunos sospechan?
“He estado en este negocio 50 años, pero lo de la Mosca es lo más raro que me ha tocado”, asegura Michaelson. “Quería ser un superhéroe, pero al día de hoy, creo que había personas que lo querían muerto.”
El salto supersónico desde la estratosfera, a 39,000 metros de altura, que en octubre de 2012 realizó Felix Baumgartner, fue un recordatorio de cómo se ve un macho alfa enfundado en un traje de salto. En los últimos años el programa televisivo Jackass quizás haya ayudado a realzar el perfil de los temerarios. Aunque no siempre de buena manera, como cuando a Steve-O lo arrestaron por obscenidad al engraparse el escroto a la pierna en un centro nocturno de Louisiana.
Para entender a la Mosca hay que volver a los años 70, a la edad dorada previa a preocupaciones como la seguridad y la salud, cuando el patrocinio a los osados no iba mucho más allá de una cerveza en el bar o llevarlos al hospital.
A finales de los años 60 y comienzos de los 70, las misiones espaciales sentaron las bases de lo que se conoció como los hombres con the right stuff (los atributos necesarios): aquellos con el arrojo suficiente para despegar hacia territorios inexplorados y asumir las consecuencias. Algunos llegaban al ridículo: el año de 1971 presenció el primer Birdman Rally, con pilotos en máquinas voladoras caseras que se lanzaban de un muelle en Sussex Occidental, Reino Unido, en un intento por volar 45 metros y reclamar un premio de 1,000 libras. Veintiún años después, adoptaría en todo el mundo el formato de Red Bull Flugtag. Otros eran impresionantes: en 1974, el funámbulo francés Philippe Petit completó su legendaria caminata sobre una cuerda floja entre las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York.
El ya mencionado Dar Robinson saltó más tarde de la Torre CN de Toronto, mientras en otra parte los temerarios de las motocicletas como Super Joe Einhorn y el británico Eddie Kidd se convirtieron en nombres familiares para el público (Michaelson construyó motos para Einhorn). Se trataba de una era de machismo reflejada en el encuentro boxístico Ali/Frazier, el rock pesado, brutales películas policiacas como Dirty Harry de Clint Eastwood, y electrizantes series televisivas como The Dukes of Hazzard, Knight Rider y The Fall Guy.
La cultura de los hombres rudos también se reflejaba en la industria filmográfica. En el Reino Unido, la profesión de doble estuvo desregulada hasta 1974. Sólo en aquel momento el British Spotlight Stunt Register (compañía que centraliza en una base de datos la información sobre los dobles del Reino Unido) dejó en claro que el negocio no era tan simple.
“Ser un doble no era realmente una profesión en los 70”, dice Vic Armstrong, un doble de acción veterano que ha participado en producciones de James Bond, Indiana Jones y Superman entre muchas otras. “Cuando hice mi primera película de Bond, cada taxista, portero de bar y hombre fuerte de Londres iba a los estudios de Pinewood a que le pagaran 10 libras por dejarse patear el culo. Ahora todo está muy reglamentado. Pero en esa época a todos nos impresionaban tipos como Eddie Kidd, quien comenzó trabajando en rodajes, pero después labró su reputación enfrentándose a grandes riesgos en escenas peligrosas y únicas que dejaban de lado la narrativa fílmica. La muchedumbre pagaba para ver si salía herido o no. Pagaban por ver si moría.”
Evel Knievel, en su traje de salto rojo, blanco y azul, era el favorito precisamente por ello. Hubo un tiempo en el que ostentó el récord Guiness del ser humano que más veces se había roto huesos (433). Sin embargo, no fue un colapso suyo lo que dejó la vacante que permitió la aparición de la Mosca Humana, sino su temperamento.
En 1977, su publicista Shelly Saltman publicó un libro autorizado llamado Evel Knievel On Tour, en el que llamaba a Knievel “un adicto a las píldoras, un antisemita y una persona inmoral” (tiempo después describió un día de trabajo con él como “pasar tres horas bajo la fresa del dentista, sin anestesia”).
Knievel alcanzó a Saltman en un estacionamiento de 20th Century Fox, donde el autor trabajaba, y lo atacó con un bate de beisbol. El brazo que Saltman levantó para protegerse la cabeza quedó destrozado. Knievel terminó en la cárcel y perdió una demanda civil por 12 millones de dólares.
“El encarcelamiento de Knievel fue una oportunidad”, dice Tony Babinski, “su ausencia se convirtió en una vacante para gente con visión y ambición. Sólo que nadie pudo haber previsto que la ocuparían dos chicos que trabajaban en una fábrica canadiense de salchichas”.
Les Aliments Roma producía algunos de los mejores embutidos de Canadá (el pepperoni es particularmente afamado). La familia Ramacieri los ha producido durante más de 60 años. Pero en 1964, Giuseppe Ramacieri, conocido como Joe, de 23 años, y su hermano Dominic, de 28 (a quien su padre Pasquale, un hombre malhumorado y conservador, había ascendido en el negocio familiar), querían dejar el mundo de las salchichas y hacer algo más emocionante.
“He estado haciendo salchichas desde que tenía seis años”, le dijo Joe a un reportero de la CBC durante una entrevista a mediados de los años 70 (murió de cáncer en 2007). “Desde que tenía 13 les decía a mis hermanos ‘tengo que hacer otra cosa’.”
Joe se veía a sí mismo como un músico y mostró dotes en las clases de piano, aunque su padre tomó medidas para asegurarse de que la música no se entrometería en su carrera en la industria de los embutidos.
“Mi padre me confesó que le pagó al profesor para que me golpeara, a fin de alejarme de la música. Él pensó que yo terminaría tocando en clubes nocturnos”, declaró Ramacieri.
“Pasquale era chapado a la antigua”, dice Denise, la viuda de Joe Ramacieri. “Pero Joe era un soñador. Siempre tenía ideas sobre cómo volverse famoso.”
A Joe Ramacieri le intrigaba la celebridad de Evel Knievel, pero sus logros le parecían un poco sosos. ¿Qué tal si encontraran a alguien que estuviera dispuesto a ir más lejos? ¿Qué tal si crearan a un superhéroe como aquellos sobre los que había leído en sus cómics de infancia, pero real?
Ni Joe ni su hermano Dominic poseían o manejaban una motocicleta. Mucho menos podrían saltar sobre un autobús mientras conducían una. Pero conocían a alguien que tal vez sí podría. Un chico nuevo en la ciudad, oportunista y bocón, que le debía dinero a un primo suyo. Su nombre era Rick Rojatt.
“Rick era un idiota”, dice Denise Ramacieri. “No un delincuente ni un tipo malo, simplemente era un idiota. Hasta donde sé, no tenía ninguna experiencia manejando motos.”
Rojatt, de 29 años, era tan fantasioso como Ramacieri. Cuando le preguntaban por qué había llegado a Montreal, respondía que antes trabajaba con los simios del zoológico de Florida y que una gorila que atravesaba un periodo intenso, se enojó y lo arrojó contra la cerca. Decía que había quedado tan malherido que su cuerpo estaba lleno de placas de metal. Dejó Florida y consiguió un trabajo en donde pudo.
Denise Ramacieri no tomaba las palabras de Rojatt demasiado en serio, y asumía que su esposo tampoco lo hacía. Por eso quedó conmocionada cuando Joe le dijo que quería trabajar con Rojatt en su proyecto del superhéroe.
Más aún, para financiar la empresa quería vender la casa que tenían en el elegante sector de Mount Royal y mudarse a un lugar más pequeño en la menos apetecible zona de Saint-Laurent.
Joe recaudó 200,000 dólares de ese negocio y de las finanzas familiares para subvencionar su proyecto y comenzar Human Fly Spectaculars Ltd. En ese entonces Denise Ramacieri tenía 21 años, dos pequeños y se encontraba embarazada de un tercero.
“Pensé que alguien que quisiera saltar cosas sobre una moto tenía que ser un retrasado… pero sentía que tenía que apoyar a mi marido”, dice Denise.
“Si me hubiera mostrado escéptica, él me habría pedido que no destrozara sus sueños. Pero sí, ver que mi marido vendía la casa para que un idiota pudiera hacer locuras fue algo duro.”
Clay Lacy es un piloto mundialmente reconocido por sus acrobacias aéreas y porque ha registrado más horas de vuelo que cualquier otro piloto vivo. Sus participaciones en el cine incluyen Top Gun y hoy dirige Clay Lacy Aviation, su propia compañía de jets privados, en Van Nuys, California.
A principios de 1976, Lacy recibió una llamada telefónica de alguien que le preguntaba si podía pilotear un avión de pasajeros DC-8 para un espectáculo aéreo en California. Se puso contento de tener trabajo extra, pero su escepticismo empezó cuando le dijeron que el avión sólo llevaría un pasajero. Y creció todavía más cuando le dijeron que el pasajero no viajaría dentro del avión, sino amarrado al fuselaje. No sólo eso, el hombre decía ser “el más grande superhéroe que jamás haya vivido” y por esa razón vestiría un traje de salto y una máscara con lentejuelas.
“Sabía que aquello no significaría exactamente un avance en el mundo de los viajes aéreos, lo que, como piloto de pruebas, era mi verdadero interés. Pero sin duda me daba curiosidad”, dice Lacy. “Nadie podría hacer eso hoy en día”, dice Tony Babinski. “Uno no puede simplemente alquilar un avión y hacer lo que se le dé la gana. Pero eran los años 70 y las libertades eran extraordinarias.”
Lacy pasó la aeronave enfrente de los espectadores apenas a unos metros del suelo. Mientras se preparaba para una segunda pasada, el avión atravesó una nube. A Rojatt lo golpeó la lluvia a una velocidad de 400 kilómetros por hora. “Estuvo bajo un poco de lluvia”, admitió Lacy en una entrevista posterior a la acrobacia. “En realidad, eran gotas grandes. Cuando empezaron a golpear, sonaban como pelotas de golf.”
Tras el aterrizaje, a Rojatt lo llevaron al hospital. Es probable que haya sido una de las pocas personas admitidas en emergencias por heridas causadas por lluvia. Sin embargo, la acrobacia fue un éxito que la televisión estadounidense cubrió ampliamente.
Contra todos los pronósticos, parecía que los talentos creativos de Ramacieri no iban a desperdiciarse en la fábrica de salchichas. Durante el verano y otoño de 1976, la Mosca Humana se convirtió en una presencia continua en los programas That’s Incredible!, de la franja estelar estadounidense, y Headline Hunters, en Canadá. Incluso apareció en la película The Beach Boys: It’s OK, con John Belushi y Dan Aykroyd. En estos programas no se le pedía a la Mosca que hiciera nuevas acrobacias, sólo que hablara sobre ellas. Le pedían que contara las circunstancias en las que se había vuelto un superhéroe.
Al mismo tiempo, la gestión en la sombra de Joe Ramacieri había empezado a rendir sus frutos. Marvel Comics, casa del Hombre Araña y del Capitán América, quería la licencia para hacer una tira cómica basada en la Mosca Humana. El negocio al fin se cerró y eso le dio una gran credibilidad al personaje. Curiosamente, la persona encargada de llevar los cheques y las ilustraciones de acá para allá entre Marvel y Ramacieri era una joven llamada Cyndi Lauper.
El escritor de Marvel, Bill Mantlo, quien había trabajado previamente en The Incredible Hulk y The Spectacular Spider-Man, fue el encargado de crear una historia de fondo para el nuevo personaje.
“Retrocedamos al momento en que comenzó esta ambición disparatada.” Así empieza la historia de Mantlo, en la primera entrega de la historieta Human Fly. “Tendremos que iniciar por un accidente automovilístico en algún momento a principios de los años 70. Un accidente tan grave que tomó cuatro años de hospitalización. Fue sólo después de que sus huesos quedaran aplastados, la mitad de su estómago extirpado y sus dos brazos despedazados, que pudo aspirar a ser el temerario más grande de todos los tiempos. Fue en este contexto que se gestó el concepto de la Mosca Humana, y él la encarnaría. Para sorpresa de todos, lo que salió del hospital fue un hombre, pero un hombre cuyo cuerpo estaba hecho 60 por ciento de acero. Obviamente, no hay forma de detener a este hombre.”
Con Joe Ramacieri ocupado dirigiendo el negocio de la Mosca, Rojatt estaba desatado. Cuando lo entrevistó la revista estadounidense People, se sintió libre de ir más lejos en los detalles para mejorar la historia. Dijo que el choque de autos había sido en Carolina del Norte y que en él habían muerto su esposa y su hija de cuatro años. Añadió que había sido sometido a 38 operaciones durante cuatro años y que su rutina de ejercicios consistía en levantarse todos los días a las tres de la mañana, correr unos 10 kilómetros y después sumergirse en una tina llena de hielo.
De vuelta al mundo real, con toda la exposición mediática, algunos detalles de la verdadera vida de Rick Rojatt comenzaron a emerger. Rojatt le había dicho a la revista People que antes de su accidente había trabajado como doble de acción en Hollywood, pero no fue posible encontrar evidencia de ello. Aún más perturbador fue cuando Denise Ramacieri contestó la llamada que una mujer angustiada hizo desde Florida: “Esta mujer me dijo que había reconocido a Rick en la televisión. Aseguró que su boca le había resultado familiar porque no llevaba su dentadura postiza, que todavía permanecía en casa de ella. Dijo que Rick era su esposo, que la había abandonado con dos niños y una pensión alimentaria por cubrir. Estaba trastornada y añadió que su padre estaba furioso y planeaba ir a buscar a Rick para matarlo”.
Ramacieri no se inmutó, a pesar de que parecía comprender muy bien con qué clase de tipo estaba tratando. “Por supuesto que pensé que [Rojatt] era un timador”, le comentó a Babinski. “Sin embargo pensé: ‘Si la cosa va mal, me desharé de él y conseguiré a otro’.”
Después de la acrobacia del avión, un plan quinquenal para la nueva marca de la Mosca Humana había emergido. Se habló de un salto de la Torre cn de Toronto a una piscina con seis metros de agua. La joya de la corona sería la Mosca amarrada al costado de un cohete que atravesaría de lado a lado el Canal de la Mancha, desde Inglaterra hasta Francia. Y manteniéndose apegado a la historia de Marvel, y siguiendo la ética de los superhéroes de ese tiempo, las ganancias que resultaran de estas acrobacias se destinarían “a la búsqueda de una cura para los discapacitados del mundo”.
“Hay historias del tipo rodeado de admiradoras y teniendo relaciones sexuales con el disfraz puesto”, dice Babinski. “Joe también me dijo que él y su hermano Dominic habían ido al departamento de la Mosca y habían encontrado la tina llena de cubos de hielo, lo que se correspondía con su historia sobre su régimen de ejercicio. Cuando le preguntaron por qué, respondió: ‘Me duelen los músculos de ejercitarme, es para calmar el dolor’. Otro día volvieron y encontraron la tina llena de cerveza. Eran Los Ángeles en los 70: sexo, borracheras y drogas por todas partes. Y de alguna manera, un disfraz de superhéroe te ayudaba a abrirte paso.”
Joe Ramacieri no iba a perder a la Mosca por sus ínfulas de estrella de rock. Así que tomó medidas para asegurar el futuro de su creación en contra de los caprichos de Rojatt. Un día, Denise Ramacieri se encontraba en casa cuando un vendedor apareció. Era joven, atractivo y de ojos azules. Quería vender una aspiradora. Denise no necesitaba una. En cambio, Joe le hizo una oferta. “Escuché que mi marido le dijo a este joven: ‘Si le pongo un traje, ¿cree que podría hacer un trabajo para mí? Tendría que trabajar con niños y, aparte de su sueldo, le pagaré los gastos de viaje’. Estaba pidiéndole a este vendedor que fuera la Mosca Humana. Y él aceptó, visitó a niños en el hospital infantil de Montreal.”
No está claro cuántas ‘Moscas’ hubo, pero lo más probable es que distintas personas hayan hecho las visitas a los hospitales y aparecido en los medios.
“He escuchado entrevistas y sin duda las voces son diferentes”, dice Steven Goldmann, director de la película The Human Fly, próxima a estrenarse. “Si piensas en ello, se trata de una idea de celebridad muy moderna y adelantada a su tiempo. ¿Por qué arriesgar a una estrella? ¿Por qué no tener a un equipo intercambiable de chicos con máscaras?”
Con su fama en la cima, pero sólo con la acrobacia del avión en su haber, Ramacieri sabía que la Mosca necesitaba algo nuevo. La reputación de Evel Knievel estaba por los suelos, pero su marca del salto de autobuses seguía en pie. La Mosca tendría que batirlo.
En el verano de 1977 en Canadá reinaba la música disco. Ramacieri pagó por un espacio en el Estadio Olímpico de Montreal la noche en que Gloria Gaynor y un grupo de estrellas disco se presentarían. El salto de la Mosca sería el espectáculo previo al concierto.
En ese momento fue cuando Ky Michaelson recibió esa primera llamada preguntándole si podría construir una Harley-Davidson propulsada por un cohete.
Cuando Michaelson construía una moto, lo natural era probarla, pero el hombre del teléfono dijo: “Nadie va a probarla, esa moto nos pertenece. Iremos a recogerla”. Y así, Ramacieri y algunos amigos suyos fueron al taller de Michaelson, quien no sabe con certeza si en el grupo estaba presente la Mosca.
Lo que sí recuerda es que él y Dar Robinson viajaron a Montreal, en donde estuvieron durante nueve días preparando el salto con el séquito de la Mosca. Robinson era un doble de élite que había doblado a Steve McQueen en Papillon y había manejado motocicletas en Magnum Force de Clint Eastwood (murió en 1986 al caer de un acantilado con su moto, mientras rodaba una película). Robinson era el asesor de seguridad de Michaelson y se encargó de poner redes y bolsas de aire para que la Mosca no terminara aplastada en el muro del estadio.
Fue en ese momento cuando Michaelson empezó a sospechar que no se trataba de una acrobacia ordinaria, sino que había algo maligno detrás. Una tarde, a Robinson y a él los llevaron a ver una carrera de caballos en una pista local de Montreal. Fue una ocasión inquietante. Michaelson dice que los tipos del grupo estaban nerviosos con su presencia y que escuchó a uno de ellos preguntarles a sus compañeros: “¿Sabes quiénes son estos tipos?”. Cuando le preguntó a un hombre del séquito de Ramacieri llamado Joe Lemmo a qué se dedicaba, éste le respondió que a hacer zapatos de concreto, un término usado por mafiosos en Estados Unidos que se refiere a un método de ejecución en que se les pone peso en los pies a las víctimas antes de lanzarlas al agua para que se ahoguen.
“Para mí, estos eran los tipos. Quiero decir, eran los tipos. ¿Entiendes lo que quiero decir?”, dice Michaelson. “Cuando recibí la llamada de alguien diciéndome que Rick Rojatt tenía un seguro de vida de un millón de dólares por el salto, sólo fue cuestión de sumar dos más dos.”
Si a Ramacieri lo habían seducido iconos de la cultura pop de los años 70 (Evel Knievel o las tiras cómicas de Marvel), ¿no es posible que hubiera pasado igual con The Godfather? Sin lugar a dudas él ciertamente parecía jugar con la idea. En una entrevista que dio antes del salto en el estadio, Ramacieri le dijo al entrevistador de la cbc que si la Mosca moría en el salto, eso no afectaría el negocio familiar de los embutidos. “Es insultante asumir que cada italiano es un mafioso”, asegura Denise. “Mi esposo no lo era, pero sin duda, algunas veces le gustaba decir tonterías para crear dramatismo.”
Ramacieri no necesitaba crear más dramatismo en algo que ya lo tenía de sobra. El día del salto, en el estadio, Michaelson no estaba contento con la construcción de las rampas y amenazó con retirarse. “La rampa de llegada se encontraba casi dos metros por encima del último autobús y había soportes metálicos expuestos, eso equivalía a mandar al piloto hacia una picadora.”
Tras modificar las rampas y frente a un estadio semivacío (la venta de boletos fue desastrosa), la Mosca Humana salió y montó la moto creada por Michaelson. Y luego sacó chispas de la rampa de lanzamiento con el acelerador a fondo.
“De inmediato levantó la nariz de la moto como si quisiera atravesar el techo. Luego cayó como un pavo muerto.”
“Me puse frenética, casi me desmayo porque pensé que no había forma de que ese chico sobreviviera”, cuenta Denise Ramacieri, quien presenciaba el salto desde las tribunas. Sin embargo, admite que su esposo estaba impávido: “Joe se encogió de hombros y dijo: ‘ok, intentaremos otra cosa’”.
La reacción de Michaelson tampoco fue muy convencional. “¿Por qué no corrí a ayudar a la Mosca? Honestamente, porque pensé que estos tipos querían matarlo y nos lo impedirían. Había hombres con bates de béisbol en cada entrada, el ambiente estaba muy pesado. Al fin logramos salir y tomar un taxi hacia el aeropuerto, en donde abordamos un vuelo a Nueva York.”
Pero la Mosca sobrevivió al salto y la llevaron al hospital. Aparentemente se rompió el tobillo y sufrió algunas cortaduras y moretones, aunque Denise asegura que ella escuchó rumores de nuevas heridas causadas dentro de la ambulancia: “Eso fue lo que oí, pero se hablaba mucha mierda… ¿a quién le vamos a creer?”.
Nadie sabe con certeza quién era el hombre que usaba la máscara de la Mosca ese día. ¿Había sido Rojatt tan estúpido como para intentar romper una marca mundial de salto en moto? Steven Goldmann escuchó una teoría alternativa: que el enmascarado de Montreal era el británico Eddie Kidd. Kidd le aseguró a Esquire que recibió ofertas al respecto, pero que le pareció que era una “gran broma” y la rechazó.
Aunque nunca lo vio sin su máscara, para Michaelson el saltador de Montreal era Rojatt. Dos semanas después del salto fallido, recibió una llamada: “Dijo que era Rick, me agradeció por haberle salvado la vida [al haber exigido las modificaciones en las rampas] y luego colgó. Después de eso, desapareció. Pensó que los mafiosos iban a asesinarlo por no poder cobrar el seguro de vida. Nunca más volvió a aparecer”.
Rojatt se esfumó y en 1979 lo hizo la tira cómica de Marvel, después de 19 meses de publicación. Ramacieri no se rindió en su empeño de trascender más allá del negocio de las salchichas. Después comenzó una revista sobre carreras de Fórmula 1 e hizo algunos intentos en la industria musical. El concepto de la Mosca Humana tampoco murió. A comienzos de los años 80, un hombre se presentó en concierto en Nueva Jersey con el nombre de The Human Fly & Red Rider [La Mosca Humana y el Piloto Rojo]. Se trataba del ex novio y ex mánager de Cyndi Lauper, David Wolff. Fue un intento frustrado (respaldado por Ramacieri) para reposicionar a la Mosca Humana como una estrella pop.
En estos días los saltos sobre autobuses en una moto no están en el epicentro de la cultura pop. En Estados Unidos atraen máximo a una docena de desocupados en las ferias de pueblo. Aun así, la Mosca Humana no se resigna a morir. El más reciente festival Comic-Con de San Diego, California, vio el lanzamiento del cómic The New Adventures of the Human Fly. Se deshicieron de la fantasiosa historia original y decidieron contar la real: “La historia de Joe, un joven que hace salchichas y que lo apuesta todo a un doble de acción de Hollywood”.
Mientras tanto, durante la investigación para la película The Human Fly, Tony Babinski cree que ha encontrado por fin a Rick Rojatt. Las averiguaciones que hizo con su hermano Bob los llevaron a un sexagenario que trabaja para una empresa de fotografía en Ontario. Cuando Babinski lo llamó, el hombre no quiso hablar. “Estoy bastante seguro de que era él, pero no quería que lo encontraran, y uno tiene que respetar eso”, dice. “A Joe Ramacieri le habría encantado la idea de que la Mosca Humana viviera y se contara su historia. El hombre era un soñador. Siempre quiso ser recordado por algo más que por fabricar embutidos y eso es lo que le da corazón a la historia. Se trata de tener un sueño y estar dispuesto a hacer todo para alcanzarlo. Gracias a ese factor, esta no sólo es la historia de un montón de idiotas.”
Fotos cortesía de Clay Lacy y Ky Michaelson.