La historia de los «Monuments Men», los hombres de los monumentos, se puede rastrear en los archivos de la National Gallery of Art en Washington. La película que se acaba de estrenar está centrada en el libro homónimo de Robert Edsel que a su vez recoge el trabajo que hizo este grupo de personas durante la Segunda Guerra Mundial, y que se gestó en la cúpula de esta galería durante la contienda.
Aunque no aparecen en la película coprotagonizada por George Clooney, Cate Blanchett y Matt Damon, sin ellos Hollywood no tendría una historia que contar en The Monuments Men.
«Eran personas que no buscaban reconocimiento y que trabajaban en un segundo plano», dijo Maygene Daniels, la responsable del archivo de la National Gallery of Art.
Su jefe era el director de la galería, David Finley, a quien Daniels describió como una «figura fantástica y brillante», que supo cómo conseguir que las cosas salieran adelante en Washington.
La galería apenas comenzaba su andadura cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, pero se encontraba en el centro de la capital donde se gestionaba la guerra, y se ubica literalmente entre el Capitolio y la Casa Blanca. Harlan Stone, el presidente del Tribunal Supremo, no sólo era amigo de Finley sino también de la junta de dirección de la Galería.
El germen de la historia de los Monuments Men se sitúa en la petición de Finley a Stone de que presentase al presidente Franklin Roosevelt la idea de una comisión que supervisase el rescate del arte europeo.
En unos meses, Roosevelt dio el visto bueno a la Comisión para la Protección y el Rescate de Monumentos Artísticos e Históricos en Áreas de Guerra y nombró presidente de este organismo al miembro de la Corte Suprema de Justicia Owen Roberts. Es por ello que se conoce a este gremio como la «Comisión Roberts».
Daniels describió la comisión como un «grupo extraordinario de eruditos» que transmitió su conocimiento de arte y arquitectura europeos a los militares en el campo de batalla.
Los «Monuments Men» eran estetas con uniforme. Algunos de ellos eran historiadores, conservadores, especialistas en arte y bibliotecarios. Seis de ellos habían tenido algún tipo de relación con la National Gallery of Art antes de emprender esta aventura y tras la Guerra algunos desempeñaron importantes funciones en el museo.
Tal como la película que dirige Clooney expone, uno de las tareas cruciales de los «Monuments Men» fue el rescate de obras maestras de manos de saqueadores nazis.
Pero antes de acudir al campo de batalla, la comisión tuvo que convencer al Departamento de Guerra (el predecesor del Departamento de Defensa en el Pentágono) que formalizase su programa de Museos, Bellas Artes y Archivos (MFAA).
Además, también tuvo que localizar a los hombres, y unas pocas mujeres, que tenían el conocimiento necesario para esta tarea. Fueron en total unas 245 personas, entre ellas también algunos británicos y de otras nacionalidades, dijo Daniels.
Eran todos soldados uniformados y en su mayoría trabajaron «empotrados» en las tropas que estaban en primera línea del frente, explicó.
Ellos proporcionaban información a los estrategas militares e incluso les daban detalles como la localización de iglesias con torres suficientemente altas para estar expuestas a los bombardeos aliados y blancos que debían evitar debido a su importancia cultural.
Cuando se topaban con una iglesia que había sido dañada por la bombas, su trabajo consistía en proporcionar una suerte de asistencia de emergencia. Si se topaban con un alijo de obras de arte que habían salido de algún museo, las catalogaban y eventualmente las enviaban a los puntos donde se almacenaban en Múnich o Wiesbaden, en Alemania.
Su trabajo continuó también después de concluida la guerra, con la cooperación con los directores de los museos alemanas.
Al repasar sus logros, Daniels recuerda el informe de 1946 de la comisión que concluye: «El éxito de la actividad de estos pocos hombres es desproporcionado dado su número y su posición en la maquinaria militar».
La Galería mostrará el papel que desempeñó en la historia de los «Monument Men» en una exposión que abre sus puertas esta semana y en la que destacan las experiencias relatadas por los propios miembros de la MFAA.
Una de ellas es la historia del teniente Charles Parkhurst Jr., que grabó una historia oral para los archivos de la galería, 45 años después de haber prestado servicio en el MFAA.
Los uniformados recibían en ocasiones pistas de los residentes, contó Parkhurst, quien cuenta cómo siguiendo un rumor llegó a pie de una colina y se sorprendió al toparse con un grupo escultórico de Rodin, «Los burgueses de Calais».
Parkhurst, que se convirtió en asistente de dirección de la Galería tras su paso por el Ejército, relató cómo fue a un castillo situado en la cima de una colina y allí descubrió numerosas obras de arte en las habitaciones. «Los dueños del castillo me ofrecieron una taza de té y una lista de los objetos», contó. Y además el dueño dijo: «Me preguntaba cuánto tiempo tardarían ustedes en llegar».