Una bota que aplasta la cara de un hombre es lo que el protagonista de la novela 1984, de George Orwell, imagina que sucederá en el futuro. Además de ser editor de la Editorial Sexto Piso, Eduardo Rabasa estudió Ciencias Políticas y se tituló con una tesis sobre el concepto de poder de Orwell. Imagino que durante las horas de clase, mientras atendía a las explicaciones de los profesores y se sumergía en los libros, pensó de pronto en una historia que respondiera, desde la literatura, a las contradicciones y los huecos de las lecciones que le enseñaban en la universidad. Quizá reservaba las hojas finales de su cuaderno para escribir las ideas que con los años se convertirían en La suma de los ceros. Mientras las teorías se repetían de forma ortodoxa en una parte del cuaderno, en la otra se desarrollaba la crítica hecha primero de preguntas y observaciones, y después de tramas y personajes.
Eduardo todavía es un buen estudiante. Lo común es que el entrevistador, con un cuaderno o una grabadora, esté al tanto de los comentarios del entrevistado. Pero Eduardo también se prepara: cierra la puerta para que los ruidos y los imprevistos no lo distraigan, toma su libreta, una pluma que está a la mano y escribe algunos apuntes cada vez que le formulan una pregunta.
La suma de los ceros es su primera novela. El cero es el signo que nada agrega si se coloca a la izquierda de una cifra, al punto de que podemos prescindir de él y borrarlo. El cero es el número que no puede dividir a los demás. También sabemos que la suma de los ceros es cero. Este principio matemático, usado como metáfora de la sociedad, aparece en la novela de Rabasa. Max Michels, el protagonista, es un estudiante de Ciencias Políticas que comprende las reglas del juego social y matemático. A punto de tomar una decisión que cambiará su vida y la de sus vecinos, Max cuenta la historia política de Villa Miserias, la unidad habitacional en donde reside. Cada capítulo hace más riesgosa la decisión de Max. Rabasa ahonda en los detalles.
Esq: ¿Cuál es la visión que tienes sobre el poder y que está contenida en La suma de los ceros?
Eduardo Rabasa: Al final de 1984, la novela de Orwell, el protagonista se imagina que el futuro de la humanidad puede resumirse en una imagen: una bota aplastándole la cara a un hombre. Esta es una imagen explícita del poder. En cambio, yo concuerdo con las ideas de [Friedrich] Nietzsche y [Michel] Foucault. Por un lado, Nietzsche decía que todas las relaciones —y no sólo el gobierno o sus instituciones— son relaciones de poder. Por el otro, para Foucault, el poder no sólo nos oprime, sino también nos crea: cuenta con mecanismos más sutiles que se alojan en la conciencia de las personas, pero no por ello son menos efectivos ni menos terribles. De cierta manera, son peores. Es fácil estar en contra o, al menos, odiar la bota que te aplasta la cara. Sin embargo, no queda claro qué nos aplasta ni qué es lo que nos hace comportarnos de ciertas maneras. Para resistir a esta forma de poder, primero hay que pasar por una crítica importante de lo que existe, que está ausente del discurso convencional. Por ejemplo, a mí no me gusta votar, y cada elección es lo mismo: “Si no votas, no te quejes”; es decir, “si no te sumas, cállate”. No votar no te quita voz, es un acto político.
Esq: ¿Qué piensas de la tendencia de basar la política en la estadística y en las teorías económicas?
ER: Tengo un desacuerdo fundamental. Primero, porque ofrecen una visión parcial del ser humano; lo limitan a no ser más que un individuo que apenas percibe su utilidad o bienestar. Segundo, porque pretenden volver inapelables las conclusiones que derivan del cálculo diferencial.
Esq: Desde tu punto de vista, ¿qué gana un escritor con el recurso de la sátira en su obra?
ER: El recurso de la sátira fue una de las grandes decisiones de cómo abordar mi novela. Podía haber tomado nombres de partidos y modificarlos un poco, o crear un espacio autónomo en el que pudiera crear mis propias reglas y moverme en clave de sátira. Lo primero hubiera conducido a un espejo burdo de la realidad. En cambio, un microcosmos me permitió crear arquetipos, llevados a un punto límite, ganando con ello fuerza y universalidad. Si Jonathan Swift (Los viajes de Gulliver) hubiera escrito una burla sobre el parlamento y los jueces de Inglaterra en el siglo XVIII, nadie lo leería.
Esq: ¿El estilo difícil de la prosa de La suma de los ceros es un vehículo más para criticar el paradigma político y económico?
ER: El tema, el desarrollo y el espacio de esta novela no permitían que hubiera una prosa florida, alegre y minuciosa. Yo quería que fuera un espacio gris, opaco, sofocante. Me pareció que todo eso tenía que trasladarse a una prosa gris, sencilla.
Esq: Como en gran parte de la novela moderna, en La suma de los ceros el protagonista experimenta un encierro existencial.
ER: Las grandes narrativas, religiosas o políticas, involucran la redención. Quizá la sensación de encierro tiene que ver con la idea de que siempre debería de haber una salida. No se trata de pensar en el prójimo entendido como “la humanidad”, sino en el prójimo concreto, con el que congenias, quien representa una salida o un pequeño encuentro que palidece de insuficiencia ante aquellas grandes narrativas.
Esq: Has traducido varios libros del historiador Morris Berman, ¿es una influencia para ti?
ER: En uno de sus ensayos encontré una idea reveladora. Berman dice que los sistemas sociopolíticos son narrativas que responden a la pregunta: ¿qué hacemos aquí? Si ponemos atención a la narrativa de nuestras instituciones, nos daremos cuenta de lo que nos dicen sobre cómo nos percibimos. En esta época, con estas instituciones, ¿qué tipo de hombre estamos produciendo? Esto se vincula con el espacio donde se desarrolla la novela: si existiera un marco que se rigiera con estas reglas, ¿qué efecto tendría, de manera concreta, en los individuos?
La suma de los ceros, una metáfora de lo que sucede en la sociedad mexicana, fue publicada por la Editorial Sur+.
Fotos: Nur Rubio