La verdadera estrella de On the Road no es el escritor, Jack Kerouac, ni los personajes. Es Neal Cassady, el hombre del recuadro en la página opuesta, el fiestero, adicto a las pastas y mujeriego, que inspiró al Dean Moriarty de la novela. Mientras Hollywood prepara su esperado homenaje fílmico (a punto de estrenarse en México), Mick Brown se reúne con Carolyn, la viuda de Cassady, para revisar el papel central que él jugó como inspiración de los Beats y los hippies, así como padre fundador y catalizador de la contracultura de los años sesenta.
En diciembre de 1946, un hombre de 20 años llamado Neal Cassady se bajó de un Greyhound en la terminal de autobuses de Port Authority, en Nueva York. Ese hombre estaba a punto de encender un movimiento literario que sacudió a Estados Unidos. Cassady había viajado desde Nebraska hasta Nueva York con su nueva esposa, LuAnne, de 16 años, arrastrando consigo un pasado caótico.
Hijo de un vagabundo de los barrios bajos, había crecido en Denver y frecuentado varios reformatorios; era un estafador muy hábil verbalmente y un tiburón en el billar. Cassady mostraba todos esos entusiasmos comunes en un muchacho joven y saludable.
Le encantaban los autos. Según su propio cálculo, había robado 600 a la edad de 16. Y le encantaba el sexo. Tras perder su virginidad a los 12 años, Cassady presumía de su habilidad para seducir a cualquier persona que deseara llevarse a la cama. Cuando conoció a LuAnne, se estaba acostando también con otra chica… y con la mamá y la abuela de esa joven.
Pero Cassady también tenía otros intereses inusuales para un chico pobre: había leído a Spinoza, a Schopenhauer y a Proust. Su ardiente deseo de ser intelectual fue lo que lo llevo a Nueva York. En un bar llamado West End, le presentaron a un aspirante a escritor de 23 años llamado Jack Kerouac. Al día siguiente, Kerouac visitó a Cassady en el departamento de Harlem donde había llegado con LuAnne.
Kerouac describiría el encuentro en su libro On the Road, mencionando a Cassady bajo el nombre de «Dean Moriarty», que lo convertiría en una leyenda literaria.
«Mi primera impresión de Dean fue la de un joven Gene Autry», escribió Kerouac. «Esbelto, de caderas estrechas, ojos azules, con un auténtico acento de Oklahoma; un héroe del nevado Oeste con grandes patillas».
Pasaron más de 11 años antes de la publicación de On the Road, el suceso que anunciaría el surgimiento de la «Generación Beat». El libro, en su momento una cause du scandale, vendió millones de copias en todo el mundo, lo que colocó a Kerouac y Cassady como figuras emblemáticas -por no decir modelos de estilo- para las sucesivas generaciones de aspirantes a hipsters. Este otoño, después de muchos años de rumores y salidas en falso, On the Road aparecerá finalmente en versión cinematográfica, producida por Francis Ford Coppola, dirigida por Walter Salles, y protagonizada por Sam Riley como Sal Paradise y Garrett Hedlund como Dean Moriarty. (Y claro, Tom Sturridge como Carlo Marx; ve nuestra moda con él en la página 366).
A simple vista, On the Road es un libro en donde no sucede nada:se trata de un recuento ligeramente ficticio de una serie de viajes en carretera que hicieron, por Estados Unidos, Jack Kerouac (Sal Paradise en el libro) y Cassady hacia fines de los años cuarenta.
Mientras se encuentran y desencuentran con distintos personajes -precisamente el poeta de ojos tristes Carlo Marx (Allen Ginsberg) y el irascible Old Bull Lee (William S Burroughs)-, toman cerveza, fuman marihuana, consumen anfetaminas y golpean el tablero del auto al estruendo del jazz.
Los elementos del libro que escandalizaron a Estados Unidos al momento de su publicación (drogas, libertad sexual) ahora parecen conmovedoramente inocentes. Pero ningún otro libro expresa mejor el empuje cultural que impulsó a ese país a dejar atrás el conformismo de los años de Eisenhower y abrirle paso a la agitación de la contracultura de los años sesenta (un jubiloso golpe a los valores burgueses del trabajo, el sexo y la moralidad a favor de lo que Norman Mailer llamaría «los imperativos rebeldes del yo»).
El mismo Kerouac describiría a On the Road, de manera elegante, como un libro sobre el sentido de asombro y lo sagrado de la vida, «una historia sobre dos tipos católicos rondando por el país en busca de Dios. Y lo encontramos». El término «Beat» quizá significó al inicio «marginal», pero Kerouac lo interpretó como un derivado de la beatitud, de la bendición suprema.
«Las únicas personas que me importan son las locas», escribió en On the Road, «las que están locas por vivir, locas por hablar, locas por salvarse, deseosas de todo al mismo tiempo, las que nunca bostezan ni dicen un lugar común, sino que se consumen, se consumen como una espectacular luz de bengala?».
La persona a la que Kerouac se refería era Neal Cassady. Desde la primera oración («Conocí a Dean poco después de que mi esposa y yo nos separamos»), On the Road es la carta de amor de Kerouac a Cassady. Es un hombre «con cada uno de sus músculos afinados para vivir y seguir viviendo», un tipo abusado, magnético, de rápidos juegos mentales, que devora la vida como si se la fueran a arrancar en cualquier momento, monstruosamente indiferente a todo excepto el momento, y la compulsión de seguir, seguir y seguir, a cualquier precio.
«Con todo este frenesí y movimiento, debíamos ir hacia algún lado, encontrar algo», escribió Kerouac -la palomilla que volaba alrededor de la flama de Cassady-, admitiendo con un suspiro: «Yo sólo quería seguirlo».
Cassady se convertiría en la figura que animaría a los Beats. No sólo como Dean Moriarty; también como «Cody Pomeray», el personaje central en otros dos libros de Kerouac, Visions of Cody y Desolation Angels.
También fue «Hart Kennedy» en Go, la novela de John Clellon Holmes. Y fue «nc, héroe secreto de estos poemas, Casanova y Adonis de Denver» en Howl, el épico poema de Allen Ginsberg, escrito en 1955, y probablemente el poema más famoso de la literatura estadounidense del siglo xx.
Nueve años después, era Cassady quien conducía el autobús pintado de colores psicodélicos que llevaba a los «Merry Pranksters» [los alegres bromistas] de Ken Kesey en un viaje de lsd a través de Estados Unidos, que Tom Wolfe retomó en el libro The Electric Kool-Aid Acid Test.
Podría decirse que Neal Cassady es el Santo Patrono de la contracultura.
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SUENA CONGRUENTE que Cassady dijera que nació, casi literalmente, «on the road», es decir, en la calle. Su padre, Neal Sr, barbero ocasional pero borracho de tiempo completo, llevaba a la familia en un auto que parecía chatarra rumbo a Salt Lake City, donde planeaba abrir un local, cuando su esposa Maude, en estado de embarazo avanzado, anunció que el bebé no podía esperar más, y obligó a Neal Sr a estacionarse y dejar que la naturaleza siguiera su curso.
El plan de la nueva peluquería nunca se realizó. Para cuando Neal tenía seis años, vivía con su padre en un albergue en la zona roja de Denver. Cassady iba en solitario a la escuela todos los días, y a la vuelta se entretenía, también en soledad, entre sus vecinos: un grupo de borrachos, tullidos y pequeños criminales.
Aprendió a vivir por sus propios medios y, hacia el final de su adolescencia, el nombre de Cassady figuraba regularmente en las carpetas de la policía, además de que había pasado por el reformatorio y la cárcel tras varios delitos menores, la mayoría relacionados con coches.
Pero detrás del comportamiento irresponsable había una mente brillante e inquisitiva, y un apetito voraz por la literatura. La mayor parte de su tiempo libre lo pasaba en la biblioteca pública de Denver, donde devoraba todo lo que le llegaba a las manos: «Un joven niño de la cárcel», como Kerouac describiría a Dean, «obsesionado con las maravillosas posibilidades de convertirse en un verdadero intelectual».
La personalidad luminosa de Cassady, así como su galanura y porte, atrajo la atención de un abogado y maestro llamado Justin Brierly (Denver D. Doll en On the Road), quien se volvió su mentor y lo presentó a un círculo social más amplio que el de sus conocidos criminales de costumbre, entre ellos a un joven llamado Hal Chase, que estudiaba en la Universidad de Columbia, en Nueva York. (El interés de Brierly no era puramente altruista, aunque lo más cerca que estuvo de satisfacer sus deseos fue cuando Cassady accedió magnánimamente a que Brierly lo viera tener sexo con una de sus novias.)
Fue Chase a quien Cassady buscó cuando salió hacia Nueva York, y fue Chase quien le presentó a dos amigos de Columbia, Jack Kerouac y Allen Ginsberg. El escritor en ciernes -Kerouac acababa de terminar su primera novela, una saga de una familia llamada The Town and the City – y el poeta frustrado, Kerouac y Ginsberg, estaban ocupados conociendo el mundo subterráneo de los cafés que permanecen abiertos toda la noche y de las máquinas dispensadoras de comida de Times Square, con su fraternidad de vagos, bohemios, criminales y locas.
En especial un junkie de cara pálida y ladrón de poca monta, llamado Herbert Huncke, y William S Burroughs, graduado de Harvard, adicto a la heroína y exterminador de ratas ocasional, que se ganaba la vida como ladrón de borrachos en el metro.
La llegada de Cassady a la escena tuvo un efecto electrizante. Para Allen Ginsberg, un alma sensible, desesperada y con problemas para lidiar con su homosexualidad, Cassady era el amante que ansiaba; para Jack Kerouac, atado a los cordones del delantal de una madre dominante, era la añorada imagen de la libertad.
Con el sueño de convertirse en un gran escritor, Kerouac estaba en busca de un camino. Cassady le proveería de uno.
«El resto de mis amigos actuales eran intelectuales? o si no, eran criminales escurridizos», escribió Kerouac en On the Road. «Pero la inteligencia de Dean era igual de formal, brillante y completa, sin la tediosa intelectualidad. Y su ?criminalidad? no estaba ligada al enojo o la amargura: era un salvaje desbordamiento y una afirmación de la ?alegría americana?».
Dean, añadió, «sólo robó coches por diversión».
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La estancia de Cassady en Nueva York no duró mucho. A inicios de 1947, después de trabajar como encargado de un estacionamiento («el mejor encargado de estacionamiento del mundo», según Kerouac), regresó con LuAnne a Denver donde, muy a su estilo, puso toda su atención en una nueva conquista.
Carolyn Robinson, hija de un bioquímico, educada en una cara escuela privada y estudiante de maestría en Bellas Artes y Artes del Teatro, era el tipo de chica que en condiciones normales habría estado muy por encima de las aspiraciones de Cassady. «Pienso», dice ella en tono seco, «que era parte de la atracción».
En contra de lo que podía esperarse, se convirtió en su esposa. Quizá haya cierta ironía en el hecho de que el único testigo viviente de los Beats sea una mujer mayor, que habita en una tranquila casa de retiro en Berkshire, Inglaterra. Carolyn Cassady se mudó a Europa a mediados de los años ochenta, «por la cultura», dice.
Una mujer de un humor e inteligencia agudos, Carolyn hizo su contribución a la historia Beat, como «Camille» en On the Road. Su propia autobiografía de 1990, Off the Road, es un relato de los 15 años en que ella y Neal estuvieron casados, y los cinco años que siguieron al divorcio, en los que él «se quedó esperando como una sombra». Se trata de uno de los libros más reveladores jamás escritos sobre los Beats, y un útil correctivo a mucha de la mitificación que los rodea.
Neal, dice Carolyn, fue un personaje más complejo de lo que la imagen del Dean Moriarty libre y rebelde sugiere: un individuo atormentado, que libró una batalla constante entre sus impulsos e instintos y un deseo profundamente arraigado de ser, como ella lo pone, «alguien respetable».
Carolyn muy pronto recibió señales de lo que implicaría vivir con este hombre, la encarnación viviente de la libertad. Después de que Neal le asegurara que LuAnne ya no figuraba en el mapa, Carolyn describe el momento cuando volvió al cuarto que estaban compartiendo para encontrarse con LuAnne, Neal y Ginsberg (quien, embelesado, había seguido a Cassady hasta Denver), «en ese orden», juntos en la cama. Así comenzó una saga de 20 años de caídas y disculpas.
Si On the Road es la oda de Jack Kerouac a Neal Cassady y su empuje para tener una vida llena de estímulos, Off the Road es, en gran medida, el recuento de los intentos de Carolyn por domarlo y, finalmente, entenderse con él.
Carolyn es la que tiene que escatimar, ahorrar, criar a sus hijos, mudarse de departamento y encontrar trabajo para mantenerlos, mientras Cassady sucumbe al impulso de moverse, moverse y moverse. (Kerouac, igualmente poco previsor, dependía en gran medida de los «donativos» que le hacía su madre.)
Para Kerouac, Cassady era el arquetipo heroico de la nueva era: un espíritu versátil, indomable, cool, «un estafador sagrado de mente brillante». (No todo mundo estaba de acuerdo: William S Burroughs lamentaba, con su habitual escepticismo, el hábito de Cassady de comportarse como si los demás tuvieran «una misteriosa obligación de apoyarlo». «La esposa y los hijos pueden morirse de hambre, los amigos están ahí sólo para explotarlos y conseguir dinero para la gasolina», escribió Burroughs. «Neal tiene que hacer algo».)
Mientras que Cassady parecía vivir por completo el momento, Kerouac estaba siempre observándose en el momento, tomando notas para un trabajo en ciernes. Un trabajo que consistía en Cassady.
Neal Cassady no fungiría sólo como el sujeto, sino el método artístico que le permitiría a Kerouac escribir On the Road, gracias a una «carta» sobre su divertida relación con dos chicas adolescentes en Denver, que Cassady escribió en dos tardes bajo el efecto de las anfetaminas.
Debidamente inspirado, en la primavera de 1951, Kerouac se sentó en su loft de Nueva York, pegó metódicamente hojas de papel translúcido para hacer un rollo de más de 35 metros y ensartó la primera página en la máquina de escribir. Durante las siguientes tres semanas, bajo el efecto de las anfetaminas y el jazz, dio rienda suelta a su torrente frenético de «prosodia bop» espontánea, que se convertiría en On the Road.
Kerouac, que no escatimaba en superlativos, describió la escritura de Cassady como «lo más parecido a Dostoyevsky que conozca».
Alentado por sus amigos, Cassady soñaba con ser él mismo un gran escritor. «Leí a Proust detenidamente y me di cuenta de que en verdad puedo escribir como él», le escribió en una carta a Carolyn. «Por supuesto que él es mejor, pero yo soy más joven, y aunque soy menos brillante, todavía tengo oportunidad de aprender, con tu ayuda y paciencia». Pero el flujo de palabras y acrobacias verbales que maravillaban tanto a Kerouac y a Ginsberg se rehusaban a ceñirse a una página.
«Era una agonía verlo tratar de escribir», dice Carolyn. «Buscaba el mot juste, y todas esas palabras volaban a su alrededor, y la agonía de tratar de encontrar la correcta lo volvía loco.
«Pero Neal siempre estaba tratando de denigrarse porque no tenía una educación formal. Se educó solo, principalmente en la cárcel. Tenía una memoria fotográfica, de modo que sabía más que todos ellos. ¡Por Dios!, se aprendió prácticamente toda la obra de Spengler de memoria. Simplemente, la mente de un genio a la que Kerouac y Ginsberg se aferraron».
Su único libro publicado, una colección de sus escritos y cartas, The First Third, no sería editado sino hasta 1971, tres años después de su muerte.
Lo que Cassady más deseaba, dice ahora Carolyn, era aprobación: «Quería ser importante para la gente. Y tenía un genio nato para detectar de inmediato de dónde venía alguien, analizarlo, cautivarlo, hacer lo necesario para caerle bien. Era un auténtico talento.
«Hacer felices a todos, darles lo que deseaban? Quería ser querido, y lo era», dice. «Todo mundo lo quería».
Para Kerouac, la inmersión total de Cassady en «los estímulos» era parte de un ideal romántico. Para Cassady era sólo su forma de ser -y se odiaba a sí mismo por ello-. No era algo digno de celebrarse, sino algo en contra de lo que quería luchar.
Le disgustaba amargamente la imagen de irresponsabilidad que Kerouac pintó en On the Road: «No estaba orgulloso de ese aspecto de su naturaleza; se había esforzado por superarlo. No estaba orgulloso de su comportamiento; estaba avergonzado», dice Carolyn.
Durante los años cincuenta y sesenta, Cassady navegó entre sus impulsos y sus responsabilidades. Trabajó como ferrocarrilero y trató de adaptarse a ser un esposo responsable para Carolyn y un padre para sus tres hijos. (Hay cierta ironía en que el amuleto y espíritu libre de los Beats -el supremo hipster- fuera el único que mantuvo un trabajo de tiempo completo.)
Las novias, la marihuana, las huidas repentinas, los constantes arrepentimientos? Carolyn se lo perdonó todo. Kerouac llegaba de visita, mientras intentaba terminar On the Road en un cuarto de arriba. Cuando el trabajo de Cassady lo llevaba fuera de la ciudad, les daba una bendición oblicua («Mi mejor cuate y mi mejor chica?») a Carolyn y Kerouac, quienes vivían una discreta aventura.
Kerouac viajó a México y quería que Carolyn se fuera con él, pero ella prefirió quedarse con Neal Cassady. Kerouac volvió con su mamá, como siempre.
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La «locura» que Kerouac idealizó en On the Road -locura por vivir, locura por hablar, locura por ser salvados- tenía un doble sentido para los Beats, todos los cuales, parece, pisaron la delgada línea entre transgresión e inestabilidad mental.
«He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles de los negros al amanecer, buscando una dosis furiosa», escribió Allen Ginsberg en su poema Howl, el primer proyectil de la generación Beat, escrito en 1955, dos años antes de la publicación de On the Road.
Ginsberg estaba escribiendo bajo el espíritu del escritor francés Antonin Artaud, quien argumentaba que la locura era la elección honorable en una sociedad desprovista de principios, y que la psiquiatría era la invención de una sociedad enferma «para defenderse de las investigaciones de ciertos visionarios cuyas facultades para la divinación les molestaban». (Artaud, quien pasó muchos años en instituciones psiquiátricas, naturalmente se incluía en la categoría de «visionario».)
En un mundo demente, donde las fuerzas de la conformidad aplastan la libertad individual y vigilan el deseo, ¿quién no se volvería loco?
El propio Ginsberg pasaría ocho meses en una institución psiquiátrica, y Howl fue un himno a sus amigos beatniks y marginales (en especial Cassady, el «héroe secreto» del poema).
Pero para Cassady, la «locura» era demasiado real. En 1953, tras un accidente de trabajo en el que se lastimó el pie, se vio obligado a hacerse una serie de estudios Rorschach, que sugerían que tenía una «personalidad sociopática con tendencias esquizofrénicas y maniaco depresivas», además de ser sexualmente sádico.
Cuando Ginsberg le escribió, elogiando su escritura y su «vasta y realista visión», Cassady disparó de regreso: «Pura mierda. No estaba hablando de ninguna ?visión? realista. ¿De qué hablas? Estoy enfermo, hombre. Pero, ¿por qué, dime, por qué hablas de realización, de expresión? Escribí un mes sin parar y ¿qué salió? Terrible, horrible y estúpida, estúpida basura? que se puso peor cada día?».
En un intento por lidiar con lo que él llamaba «su problema para adecuarse» y las dificultades en su matrimonio, Cassady se sometió a análisis. En esos estudios quizá no le favoreció mucho el hecho de que a menudo llegaba pacheco, pues se estaba volviendo cada vez más dependiente de la marihuana.
«Neal no creía en un Dios bueno», le dijo Carolyn a la revista Rolling Stone en una entrevista de 1972. «Demandaba pruebas, y para él la prueba habría sido que Dios fuese más fuerte que su propia voluntad y sus propios deseos. Si Dios podía pararlo, entonces creería en él».
Pero Dios no pudo pararlo. Y Neal Cassady no pudo parar por sí solo.
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En 1957, seis años después del ataque frenético de escritura de Kerouac en su loft de Manhattan, On the Road se publicó al fin, tras innumerables rechazos? y correcciones. Hasta ahí llegó la «espontaneidad».
El libro hizo de los Beats una sensación mediática, una mezcla de novedad antropológica y amenaza pública, «vagos patéticos, autocompasivos y degenerados», según una crítica de The San Francisco Chronicle.
Artículos de revistas intentaban explicarlos y desmenuzarlos. Una oportunista película de bajo presupuesto, The Beat Generation, salió enseguida, describiendo «el extraño ?súper marginal? mundo de los beatniks», con un elenco de estereotipos con piocha que tocaban el bongó y que incluía a un «beatnik luchador» interpretado por el actor conocido, irónicamente, como «Slapsie Maxie» Rosenbloom. (Cuando la actriz Irish McCalla rechazó el papel principal por una escena explícita de violación, el productor Alfred Zugsmith trató de convencerla con el argumento de que la escena sería «de buen gusto»).
Para Kerouac, encumbrado como «el Rey de los Beats» -un mote que detestaba-, la fama sería intolerable. «La demasiada adulación es peor que la cero atención», le escribió a Carolyn, en referencia a «los miles y miles de adolescentes, principalmente, atacados de un deseo demente de ser grandes Dean Moriartys». Portando lo que él llamó «una armadura líquida», Kerouac comenzó su largo y lento retiro hacia el alcoholismo y la muerte temprana.
En San Francisco, Cassady también se había convertido en celebridad local -todos querían pasar tiempo con Moriarty- y un hombre marcado: el año que siguió a la publicación del libro de Kerouac, metieron a la cárcel a Cassady por darle tres cigarrillos de marihuana a dos agentes encubiertos de la oficina de narcóticos. Cuando Cassady, taimadamente, trató de decir que él nunca fumó marihuana, el juez declaró que en ese caso debía ser un traficante, y lo sentenció a cinco años de prisión.
El escritor Al Aronowitz lo visitó en la cárcel en 1959 y observó «su titubeante voz de tenor de Marlboro, su vocabulario lleno de ?uhs? y ?you see?, ?ehhh? y ?yes?, retacado de amabilidad».
Cassady le dijo que lo que en verdad necesitaba era una máquina de escribir: «Si ves a Jack, se lo dices, ¿ehhh?».
Todo lo que quería, dijo, era «retirarse a una casita y escribir, sólo para cultivarse. Sería igual que trabajar en un jardín? cultivarse y cultivar el jardín? cultivar plantas de marihuana. Pero no, tengo que convertirme en parte de las masas. Todo lo que quiero ser es un vago buena onda. Toda esta rebelión no está justificada».
Lo soltaron al año siguiente. Tomó un trabajo en una vulcanizadora y trató de establecerse de nuevo en una rutina doméstica. Pero sus ausencias se hicieron más frecuentes, y Carolyn eventualmente le pidió el divorcio. Deslindado de sus lazos familiares, Dean Moriarty se desvió, en busca de nuevos estímulos.
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Ken Kesey era un campeón universitario de lucha libre y un tipo derecho, originario de Oregon, quien a fines de los años cincuenta llegó a formar parte de un curso de escritura de posgrado en la Universidad de Stanford, en California. Kesey y su esposa se establecieron en un enclave bohemio llamado Perry Lane. Ahí un amigo le sugirió que, para ganar dinero extra, Kesey podía ofrecerse como voluntario en un programa experimental del cercano Hospital de Veteranos de Menlo Park. El programa, financiado por la cia, era para probar los efectos de las drogas «psicotomiméticas», entre ellas un nuevo compuesto -desarrollado en Suiza por un químico llamado Albert Hofmann- llamado dietilamida de ácido lisérgico (lsd).
No pasó mucho tiempo antes de que el lsd empezara a colarse entre los amigos de Kesey. Ni de que éste tomara un trabajo como camillero nocturno en el área psiquiátrica del hospital.
Esa experiencia le proveería con el material suficiente para su primera novela, One Flew Over the Cuckoo?s Nest, publicada en 1962, en la que un pabellón de psiquiatría sirve de metáfora para una estrecha sociedad autoritaria que demanda conformidad y castiga la disidencia sin piedad.
Esa disidencia está encarnada en la persona de un jornalero anárquico llamado Randle McMurphy quien, tras fingir ser enfermo mental para evitar pasar un período en una prisión, es confinado a un psiquiátrico, donde se dispone a organizar una rebelión entre el resto de los pacientes. Al final es silenciado mediante una lobotomía, no sin antes inspirar a un indio mudo, llamado Chief Bromden, a escapar hacia la libertad.
Kesey no había conocido a Cassady cuando escribió Cuckoo?s Nest, pero era seguidor de On the Road, y resulta claro que Dean Moriarty fue la inspiración para el personaje de McMurphy. El propio Cassady debió reconocerlo al leer el libro, pues se apareció un día de la nada en la puerta de Kesey, donde se presentó y se dirigió alegremente a Kesey como «Chief».
Para Kesey, el novelista, el «Dean» de carne y hueso fue una revelación, una figura que saltó violentamente de la página. «Vi que Cassady hacía todo lo que hace la novela, excepto que lo hacía mejor porque lo estaba viviendo y no escribiendo sobre ello».
Cassady pasó silenciosamente de la escena «Beat» a la escena «Freak», que se caracterizaba por el uso de «té» (marihuana), anfetaminas, lsd y lo que cayera. Muy pronto se convirtió en una presencia permanente en el hogar de Kesey en California, metido en lo profundo del bosque, cerca del pueblo de La Honda, por un camino de terracería a partir de un letrero que decía: «Prohibida la vuelta a la izquierda a quien no esté pacheco».
En el verano de 1964, Kesey y un grupo de amigos que se bautizaron a sí mismos como «The Merry Pranksters» [los alegres bromistas], compraron un autobús escolar International Harvester de 1939, lo embadurnaron de colores psicodélicos y salieron a recorrer Estados Unidos con dirección a Nueva York, donde estaba la Feria Mundial y donde pronto se publicaría el nuevo libro de Kesey, titulado Sometimes A Great Notion.
El letrero al frente del autobús decía «Further» (más lejos). Pero muy pronto se hizo evidente que lo importante era el trayecto, no el destino. A bordo había un refrigerador lleno de Kool-Aid, que se rellenaba liberalmente todos los días con lsd. Neal Cassady era el hombre detrás del volante.
El lsd aún no era ilegal; prácticamente nadie lo conocía. El viaje fue un burlesque pacheco y de atuendos elegantes, una versión psicodélica de los viajes en carretera de On the Road, en los que «Dean Moriarty», bautizado con el nuevo apodo Prankster de «Speed Limit» [límite de velocidad], aportaba, en palabras de Kesey, «un temerario y despavorido comentario acerca del cosmos», un artista cuyo escenario era el autobús, «los focos del tablero representaban sus luces de piso; los rayos que entraban de frente eran sus reflectores».
Su apodo era una broma de doble sentido, ya que ahora Cassady era adicto a las anfetaminas (speed), y «límite» era una palabra que no figuraba en su diccionario.
Después de este viaje en autobús, Cassady se quedó con Kesey en La Honda, lo que le vino de maravilla para las «pruebas de ácido» de Kesey (los happenings psicodélicos que cimentarían el «Summer of Love» de 1967, en San Francisco).
Había encontrado un nuevo instrumento, un mazo de casi dos kilos que giraba en el aire como si estuviera manipulando un pararrayos, con el que se ponía a hacer piruetas dobles y triples. Cuando estaba en ácido y speed, era como si operara bajo una serie de circuitos cerebrales completamente diferentes. Para impresionar a la gente, les pedía que sacaran un billete de un dólar y les gritaba el número de serie sin siquiera verlo, o predecía el sexo y la apariencia de la persona que estaba por entrar en la habitación, con resultados asombrosamente precisos.
Su fama lo convirtió en un imán para las mujeres, y Cassady siempre hizo lo que estaba en sus manos para cumplir. Su biógrafo William Plummer cuenta la historia de cómo una vez sedujo a una psiquiatra que había sido enviada por una mujer adinerada para rescatar a su hija, encerrada con Cassady en la parte trasera de la camioneta de la familia. Después de seguir a la hija hasta la casa, procedió a seducir a la mamá y a una enfermera que había sido contratada para mantener a la hija fuera de peligro.
Pero vivir a la altura de las expectativas de la gente, que lo veía como la máxima figura de la contracultura, estaba empezando a pesarle. Siempre intoxicado, viviendo de donaciones de amigos, y entrando y